jueves, 10 de julio de 2008

En seguidilla

En el árbol de casa
sólo un momento
se posa el verderón...,
más no merezco.
Suelta dos trinos
nerviosos y se va
como ha venido.

miércoles, 9 de julio de 2008

La jugada

Como estrategia, la de ZP sería brillante si la política fuese una partida de ajedrez. Lo terrible es que el gambito que propone es de personas.

martes, 8 de julio de 2008

La inspiración

Aquel apotegma de que “la inspiración te pille trabajando” yo creo que quiere decir trabajando en otra cosa, cuanto más rutinaria mejor. Jamás anduve tan inspirado como cuando opositaba entre lentos temas de Derecho del Trabajo y Prevención de Riesgos Laborales. Los márgenes del temario, como los de un riachuelo, florecían en cada meandro con delicados endecasílabos.

Desde que aprobé el asunto y tengo más tiempo para mí, la inspiración me pilla mucho menos. Pudiendo organizarme las tardes a mi gusto, acabo siempre leyendo a otros. Lo describió Carlos Pujol: “Leer es el estímulo, el material y el aprendizaje del escribir, pero acaba por convertirse en su rival”. A veces, me he planteado medio en serio dejarlo todo y ponerme a estudiar oposiciones a Registrador de la Propiedad. No para tratar de entender el marianismo (“centro, mujeres, diálogo, futuro”), sino para propiciar sonetos y décimas espinelas.

Por suerte ahora he encontrado un método menos traumático y que contribuye, de paso, a la felicidad conyugal. Consiste en ir con mi mujer a las rebajas. Delante de los escaparates, recupero aquella antigua mirada mía, perdida en el infinito. Tantos vestidos prácticamente idénticos funcionan como un mantra inspirador. Voy repitiendo —sin mentir ni un ápice— qué bien te queda, qué bien te queda… Y mientras tanto, tengo ideas. Por ejemplo, la de este artículo.

lunes, 7 de julio de 2008

De la pereza como método de trabajo

Así se titula un poemario de Mario Quintana, para el que escribió este prólogo, que o copio aquí con subtítulo mío: Del cortar y pegar como método perezoso del blogger. (A fin de cuentas, me lo agradeceréis más que una sudorosa entrada propia.)


No sé pensar a máquina, esto es, hago mi trabajo creativo primeramente a lápiz. Después, con la barbilla apoyada en la mano izquierda, lo paso todo a máquina con sólo un dedo.
—¿Pero eso no cuesta mucho?—Costar, cuesta, pero dura más… 
No despertemos al lector. Los lectores son, por naturaleza, dormilones. Les gusta leer dormidos. El autor que quiera conservarlos no debe propinarles el mínimo susto. Apenas las eternas frases hechas. “La vida es una carga”, por ejemplo, se puede repetir siempre. Y añadir impunemente: “dice Bias”. Bias no hace mal a nadie, como tampoco los otros seis sabios de Grecia, pues los siete, como ya se quejaba Plutarco hace seis siglos, eran unos auténticos plastas. Esto para él, Plutarco. Pero para el griego común de la época debía ser la delicia y la tabla de salvación de las conversaciones. ¿Pues no es lo mismo el buen hablar y escribir sin esfuerzo? El lugar común es la base de la sociedad, su política, su filosofía, la seguridad de las instituciones. Nadie es tomado en serio con ideas originales. No es la primera vez, por ejemplo, que un figurón cualquiera declara en una entrevista: “Brasil no escapará a su destino histórico”. El éxito de la jugada, a juzgar por la importancia que le da la prensa, es siempre infalible, aunque el lector semidespierto pudiese desconfiar de que eso no pretende decir nada, pues nada escapa a su destino histórico, ya sea un Imperio que se desmorona o una cucaracha espachurrada. 
La pereza es la madre del progreso. Si el hombre no tuviese pereza de caminar, no habría inventado la rueda. No podría viajar por el mundo entero. 
Se cuenta que a finales del siglo pasado, en un remoto país de Oriente, el viaje a la capital desde la frontera duraba nada menos que treinta días, y aún más a los lomos de un camello. Y sucedió que un ingeniero británico que a la sazón vivía allí, en nombre del progreso, se resolvió a remediar la cosa.—En fin, concluyó él, después de una audiencia con el respectivo jeque, o lo que fuese— construyéndose el camino de hierro que el país tanto necesita, el viaje hasta la frontera podrá ser hecho en un solo día. —Mas —objetó el viejo monarca, que le había oído con una paciencia verdaderamente oriental— ¿qué va a hacer la gente en los veintinueve días que sobran?! 
Lo más consolador de los largos viajes en tren son esos burritos pensativos que vemos al lado de la vía y nos ahorran así el trabajo de pensar…Cierta vez, me obsesioné con un trabajo titulado “Pereza”. Constaba del título y de los bellas columnas en blanco, con mi firma al final. Desgraciadamente, no fue aceptado por el puntilloso coordinador de la página literaria. ¿Han visto desconfianza igual? Censurar una página en blanco es el colmo de la censura. 
En resumen: lo que perjudica mi pereza perjudica mi trabajo. 
COMPENSACIÓN 
Suave pereza que, de ser malvado 
y de otras idioteces, al abrigo me pones… 
Sólo por ti, ¡qué pésimas acciones 
dejé de lado!

viernes, 4 de julio de 2008

Un Alba entre el Play Boy

En mi blog entraron varios fans de Carlos Esteban, a los que yo les alabé el gusto (por Carlos Estaban, no por entrar en mi blog). Otro contertulio, siempre atento, se interesó ante tanto elogio y preguntó dónde podría leer a ese aclamado columnista. Como el contertulio en cuestión es un viejo conocido y un inagotable agnóstico o ateo, que eso no lo sé, le respondí: “Ignacio, Carlos Esteban escribe en Alba, siento decirte. El tipo merece la pena, te digo”. A lo que Ignacio replicó, rápido como el relámpago: “Pues tendré que comprar un Play Boy para esconder dentro el Alba. Uno tiene una imagen”.

Sólo es una anécdota, por supuesto. Una anécdota que tiene su gracia, me parece. Pero sobre todo es una anécdota que se eleva prácticamente sola a categoría, como le gustaba a Eugenio d’Ors, ya que muestra hasta qué punto se han invertido aquí los valores sociales. No hace mucho, puestos a esconder algo, sería un furtivo Play Boy el que se deslizara entre las albas páginas del Alba. Incluso descontando el cum grano salis de Ignacio, resulta indiscutible que de un tiempo a esta parte hay cosas de siempre que da vergüenza hacer (bendecir la mesa en un restaurante, por ejemplo), mientras que las que nuestras abuelas (y madres) hubiesen considerado deshonrosas, la sociedad las aplaude embobada. Véanse las bodas sucesivas y/o los líos varios de los famosos (o de nuestros vecinos, sin ir más lejos). Volviendo al Alba, yo estoy seguro de que ninguno de ustedes lo esconde ni en el Play Boy ni en el Marca, que es el periódico de cabecera de Mariano Rajoy. Pero también me consta que muchos hacen un acto mínimo de heroísmo y afirmación personal al pedirlo en el quiosco. Son los tiempos que corren.

Que son malos, como todos, pero que tienen, también como todos, su lado positivo. En este caso, nos vacunan contra la hipocresía, que no es moco de pavo. Resulta evidente que nadie va a comprar el Alba a estas alturas para quedar bien ante el quiosquero. Tampoco nadie acudirá ahora a los sacramentos para aparentar piedad ni fingirá virtudes de cartón piedra. En eso hemos salido ganando. En cambio, los pobres directivos de Play Boy jamás sabrán cuántos ejemplares vendidos son una simple cobertura, un camuflaje para esconder actividades subversivas, como leer a Carlos Esteban.

jueves, 3 de julio de 2008

María José Rico

No llego a los extremos de José Luis García Martín, al que le irrita que le manden libros, como advierte insistentemente en sus diarios. (Y yo no lo sabía, y dale que te pego con todos mis libros.) A mí en general me hace ilusión, aunque desordenen mi sobredimensionada, estresante, utópica lista de lecturas. Simplemente los pongo a la cola, y por eso tardo tanto en contestar. Y a veces pasa que entre que lo leo, lo releo, lo pienso, lo repienso y me pongo a ello, he perdido el remite. Éste es el caso. Espero que María José Rico se busque de vez en cuando en Google y así se entere de que le agradezco el envío y el libro, de tan hermoso (como borgiano) título: Mi vida que no entiendo. La dedicatoria no se la agradezco tanto, la verdad, que como captatio benevolentiae de una poeta a un poeta, no sé: "Para E. G-M., al que sigo en su columna de opinión del Diario de Sevilla. Un saludo". Tampoco me gustó mucho que disparase sobre mi pájaro heráldico, el gorrión, este endecasílabo: "cubierto de un plumaje nada hermoso". A mí, ese juego de grises, blancos, marrones y negros suavísimos me resulta elegante y lleno de matices. ¿Se habrá fijado bien MJR o estaría solamente concentrada en su correlato objetivo? En cambio, hay varios poemas emocionantes. Dos, muy duros, que no sé si copiar: "El semáforo" y, sobre todo, "En la cuneta". Bueno, copio el primero:
EL SEMÁFORO

Han arrancado el poste del semáforo.

Días más tarde,
un nuevo poste y un ramo de flores,
que el sol se empeña en mantener marchitas.
Pero hay alguien aún más testarudo,
que en su lugar coloca flores frescas.
Más acorde con esta mañana esplendorosa de principios de julio (aunque, en todo caso, en la Operación Salida, conducid con cuidado) es este rumoroso haiku:
En la cocina,
un zumbido de abeja.
Llega el verano.

miércoles, 2 de julio de 2008

En todos los charcos

A mí lo de la educación mixta, la diferenciada y los colegios concertados, debería darme plim. Y sin embargo, me importa. Lo mío, ya lo decía mi abuelo, es meterme en todos los charcos. Y la pena es que se me ha pasado el artículo sin comentar en ninguna esquina que también se defiende la libertad firmando el Manifiesto en Defensa de la Lengua Común.

martes, 1 de julio de 2008

Los aguafiestas

En una sección llamada “En busca de la felicidad” conviene hablar de algo triste, pues la felicidad sólo se busca cuando falta. A mí me la quitan un poco los aguafiestas nacionales, que abundan y que están empleándose a fondo para fastidiarnos la victoria en la Eurocopa. Nos advierten, con gesto severo, que el triunfo no solucionará la crisis económica ni los problemas políticos ni aliviará la calor.

Ya lo sabíamos, gracias, pueden ahorrarse ustedes sus adustas admoniciones. La crisis es grave y el fútbol frívolo, pero no mezclemos las churras con las merinas. Por favor, déjennos a todos los compatriotas compartir por una vez una euforia, aunque sea efervescente y fugaz.

Prefiero la mirada de Rocío Arana, dulcísima poeta y, desde esta Eurocopa, ferviente futbolera. Nos contaba que al acabar el partido, que siguió en un bar atestado y vibrante, un hombre borracho, entre tacos y lagrimones, bendecía con dedos temblorosos a la selección y exclamaba: “¡Que Dios sus bendiga!” Qué extraordinario anacoluto, con más teología dentro de lo que parece. La mejor bendición es que Dios nos haga suyos, desde luego.

Es un gran augurio que Rocío se haya vuelto futbolera, porque la autora de Magia es una sagaz zahorí de la felicidad. Si a ella le interesa el fútbol, seguiremos cosechando éxitos deportivos. Y mientras no hable de economía, como no lo hace, uf, lagarto, lagarto.