viernes, 28 de febrero de 2014

Un gesto


Sobre educación, lo que yo querría haber escrito es esta entrada de Luri. Pero valdrá el enlace y mi reverencia, mientras que yo me dedico a recoger y retratar un pequeño gesto noble que por repetido puede pasarse por alto.

Sucede que me encuentro con algún antiguo alumno. Reconozco la cara y revivo la simpatía (casi siempre) o la antipatía de entonces. Y poco más. En esos casos, como no he vencido la timidez de preguntarles el nombre, les pregunto el curso, excusándome en la cantidad de alumnos, de años y de grupos que pasan ante mis ojos. Y aquí viene el gesto. Me lo dicen y añaden motu proprio el nombre de un alumno o alumna que consideran especialmente inolvidable. No el que mejor notas sacaba, necesariamente, ni el delegado. Hay un reconocimiento natural del líder, de la personalidad descollante. Y yo que no conozco nada tan admirable como la humildad, me quito el sombrero.




jueves, 27 de febrero de 2014

miércoles, 26 de febrero de 2014

Serendipia


Escribí y corregí mi artículo sobre el humor leyendo de la melancolía. Soy muy de los sabores agridulces, así que bien. Pero mejor aún cuando, de repente, di con una teoría general del humor, que es lo que falta en mi columna de —precisamente— Joly. 

Dice ¡en verso! Josep Pla: 
La humitat de la malenconia 
rovellà el meu mon interior. 
Esto es: "La humedad de la melancolía / oxidó mi mundo interior". Lo que me trajo inmediatamente a la memoria, como no podía ser menos, el haiku de Almuzara titulado "Melancolía"
Cuando las lágrimas 
caen hacia dentro encharcan 
el corazón. 
Óxido o goteras, lo suyo es la humedad y hacia dentro. Y entonces descubrí que el humor que me gusta es como el vino de jerez: seco. Lo que explicaría mejor aquella teoría de Manuel María González-Gordon de que la borrachera de Noé no puedo ser de ninguna manera de vino de jerez, porque de serlo sus hijos no se habrían reído de él, sino él de ellos, naturalmente.  

martes, 25 de febrero de 2014

Nubes musculosas


Cuando explico la entrevista del trabajo y los test proyectivos, invito a los alumnos a auto-examinarse. No les hace falta el test de Roscharch. Basta mirar las nubes y descubrir lo que dibujan sus formas. Los niños siempre ven ositos, patitos y burritos, porque los llevan en sus cabezas; y los adolescentes suelen ver voluptuosas formas femeninas... por lo mismo. Mis alumnos lo confiesan con su risa. (Yo me río menos, porque a veces miro las nubes y me pregunto para cuándo dejaré atrás mi adolescencia.) Ayer conducía hacia al trabajo mirando por puro gusto unas nubes densas y blancas, poderosas, sobre un cielo azul inmaculada. Echaban un pulso con la luz densa de la mañana. Entonces vi claramente un retorcido atlante con redondeados músculos, sosteniendo él solo el cielo todo. Era puro Roscharch, porque se me viene encima la jefatura de estudios de mi IES enorme, y ahí estaba la carga, digo, el cargo, dentro y fuera, condicionando mi subconsciente y mi visión. Pero yo, que siempre estuve con Gil-Albert, que tanto me he repetido su aviso  moral: "Todos soportamos el peso del mundo; hay quien lo hace erguido, como una cariátide, y quien se retuerce, como un atlante", descubrí de golpe la belleza salomónica del atlante, su alta dignidad encogida también. 

Y di las gracias.





lunes, 24 de febrero de 2014

La etapa maniquea



Ignoro si algún pedagogo o psicólogo infantil se habrá dado cuenta de que en el desarrollo intelectual del niño se pasa por una marcada etapa maniquea. Los buenos frente a los malos en todo momento y en cada situación. Supongo que el impacto del descubrimiento del mundo moral no es para menos. Enrique está ahora en esto. Y suele llevar un palo, una pistola, una espada —láser o analógica—, un tridente o un hacha, por si las moscas de los malos, según advierte, serio. Me parece muy bien. 


Pero a ratos, intento ir introduciéndole en la complejidad moral del ser humano, que he visto que muchos se quedan en lo maniqueo para siempre, niños grandes. O le sugiero los otros tonos de la vida, como el lírico. Desde el coche, le señalo las retamas aún en flor, y le subrayo: "Qué bonitas, y qué bien huelen, ¿verdad?". Replica: "Sí, papá, pero cuidado, que a los malos no les gustan las flores y quieren arrancarlas. Hay que vigilar". Y yo, al menos, me rindo, admirado: "¡Eso es una verdad muy honda! Hay que defenderlas, sí. Malebranche decía que 'la atención es una plegaria natural', Quique; y, con una reverencia, le cito a Machado, celebrando, de paso, el aniversario: 'Si mi pluma valiera tu pistola...'"

Seguimos conduciendo entre las retamas, montando guardia. 




sábado, 22 de febrero de 2014

¿Mi biografía?


Mis alumnos se desconciertan siempre con el haiku de Shiki: 


¿Mi biografía? 
Le gustaba aquel haiku, 
el de los caquis. 

Yo les explico que, en expresivo paralelo con la concisión de los haikus, que en una brizna ven un mundo, el poeta resume su vida en dos versos, con 12 sílabas, y lo hace con un estremecimiento estético que también es paralelo: el suyo con el haiku de los caquis y el nuestro con éste. 

Ya lo entienden. 

Ahora lo más difícil. ¿Cómo les gustaría a ellos resumir su biografía? Es una pregunta para la que no tengo autoridad, porque yo tampoco me siento capaz. 

Esta mañana, sin embargo, he firmado esto:


¿Mi biografía? 
Qué tensa espera 
de la muerte y de más. 


viernes, 21 de febrero de 2014

El mar, la mar, etc.



Este vídeo era para consumo privado: quería enviárselo a mi cuñado Agustín, surfero disfrazado de ejecutivo ("¿Por qué me desenterraste / del mar?) en la ciudad. Pero la voz de Enrique, más honda que la del mar, en sueños me tiró del corazón y traje el vídeo acá. 









¡Oh la melancolía del viejo castillo en ruinas! Claro que si uno va con dos niños, un castillo en ruinas es el escenario perfecto para una fiesta de la fantasía. Pude melancolizar muy poco, nada. 




A la vuelta, un camino de oro. 


jueves, 20 de febrero de 2014

Gris perla


Nunca, como cuando estoy triste, se me saltan, a cada rato, las lágrimas de felicidad. 
*
Ayer, en el cursillo matrimonial, comentamos a San Pablo: "el amor no pasa nunca", se transforma; y qué pena no haberles podido contar lo de hoy. Cuando Leonor no come en casa, tiene el detalle de dejar encargada una comida que a mí me gusta especialmente y que a ella no. Los huevos fritos con patatas, por ejemplo. O el cordero. Ese aprovechar su ausencia para tener un detalle conmigo me enternece más que si se sacrificase comiendo a disgusto. Lo veo más gracioso, más conyugal. 
*
A la salida, saludo al mendigo, y me vuelve la cara, displicente. Ha hecho muy bien: yo pretendía presumir delante de los que me acompañaban de su amistad, y eso no se hace. Me ha calado. 
*
Verdad y mentira también hacen a veces una buena pareja. 
Carmencita me cuenta al llegar del colegio que unas niñas le han dicho que es muy fea. Pregunto si tienen ojos esas niñas, si tienen cabeza, si suenan a hueco cuando les propinas un golpecito, si habrían dormido poco, ¿tenían hambre?, ¿hiperventilaban?, ¿tenían legañas?, ¿saben qué es la belleza?, ¿la verdad?, ¿el bien?, ¿qué, la elegancia innata?... Carmen se ríe, satisfecha, sin contestar a mis preguntas. Por la noche, le digo: "¿Y esas niñas que te decían que tú...?" Y me contesta: "Nadie me decía nada, papá". O sea, que o me mintió antes o me miente ahora. Pero no investigo. Lo mismo me entusiasma que juegue a pescar mis piropos con el anzuelo de la indignación o que mi indignación haya reducido a la nada el motivo. Me encantaría, ahora que lo pienso, que fuesen las dos cosas a la vez, ya puestos a pedir. 
*
Me he enamorado de un personaje de novela y a la vez tengo la certeza de que no hay nadie en la tierra que se le parezca más que Leonor. 
*
¿O viceversa?
*
Voy a tener poquísimo tiempo a partir de ahora (y ésa es la causa de todos mis lamentos); y qué presto acude en mi auxilio Jünger, que en una ocasión parecida, pero peor, en la II guerra mundial, dijo gallardamente: "Habrá que traspasar el trabajo a los ojos". 
*
También viene John Donne: "The sea is as deepe in a calme as in a storme". 
La novela es a nuestros diarios lo que la épica fue a las primeras novelas. 
(La poesía, en cambio, no cambia.)
*
Repaso mi día y veo que es imposible echarle, por mucho que él lo haya intentado, un cálculo negro. Gris perla, como máximo. (Ya lo expliqué en la entrada más mía que haya escrito jamás.)


miércoles, 19 de febrero de 2014

Triple nacionalidad


He tenido un encuentro 2.0 con un compañero de mis dos años de Colegio Mayor. Me contó que hay que ver cómo era yo ¡que en aquel entonces aspiraba a representar a España en las Olimpiadas en el equipo de vela! No lo recordaba y sospecho que se lo diría al paso, en un pasillo, por recrearme en la suerte. Lo cierto es que las fechas, en plena vorágine pre-92, cuadran y que entonces yo navegaba obsesivamente con José Luis Domecq en flying dutchman. La foto no es nuestra, pero la bandera sí. 



El tipo 2.0 me lo decía con un viento un tanto racheado, como sugiriendo "qué cosas tenías tú". O sea, apuntando más bien al fantasmeo de holandés errante:



Y casi remató con: "... y ahora en lo que has quedado" o lo hizo. Eso me sorprendió muchísimo, porque representar a España en las Olimpiadas me parece un sueño mucho menos ambicioso que ser poeta español, la verdad. El monte Olimpo, con lo que es, que no lo niego, no es tan alto como el Parnaso, ni tan inaccesible. 

Soy ambicioso, desde luego, y más con el tiempo y con tantos sueños ya cumpliéndose. Alguna vez he dicho que el título que más cuadraría que me otorgasen es Barón de Deseos. Aunque antes que el título de marras ("No se ganan, se heredan, elegancia y blasón... / Pero el lema de casa, el mote del escudo,  / es una nube vaga que eclipsa un vano sol, /" etc.), vienen otros deseos, que es donde yo quería llegar en esta entrada confesional que se va a alargando demasiado... 

Mejor que cualquier premio literario o nada, yo me sentiría muy honrado con tener una triple nacionalidad. La española que no me la toquen, por supuesto; pero cuánto me gustaría tener el pasaporte de algún país de Hispanoamérica, de cualquiera de ellos, desde Estados Unidos a Argentina, pasando por los demás. Con el primero que me lo ofrezca, me quedo. Se trata de tener un pie en aquella otra orilla. Y, puestos a pedir, también me gustaría obtener la nacionalidad israelí, en aplicación del principio de reciprocidad. Y por la fuerza de la sangre. Sería tener un pie,  de nuevo, en cada orilla, esta vez del Mediterráneo. 

Cuando dentro de veinte o treinta años me recordéis esta entrada a todo trapo, estoy seguro de que de estas aspiraciones no me habré olvidado. 

martes, 18 de febrero de 2014

Otro prisma


Esta tarde Leonor y yo damos una sesión del curso pre-matrimonial de nuestra parroquia. Ella, abrumada por la responsabilidad catequista, el trabajo (fuera, de ejecutiva, y dentro, de directora general) y su deliciosa timidez janeausteneana, que no pierde, me ha dulcemente ordenado: "Bueno, trabajo en equipo: tú hablas y yo, en segunda línea, voy asintiendo". 

Dócilmente he dicho que sí. Aunque me he permitido evocar nuestro propio cursillo pre-matrimonial, hace tres lustros casi. Vino un maduro matrimonio a ilustrarnos sobre lo mismo que nosotros vamos a hablar (intimidad, hijos y vida familiar) y sólo lo hizo él, mientras la mujer cabeceaba a las afirmaciones del marido. Aquello, a Leonor, le causó una mala impresión, casi machista por momentos y, en todo caso, argumentaba, de torpe descuido por la imagen paritaria. "¿Lo recuerdas?", remato. 

"Sí, pero entonces lo veía desde otro prisma". 


lunes, 17 de febrero de 2014

If we die, we die with honour

Vimos Mulan ayer por la tarde. 







Muy pedagógica, sin duda. Luego, por la noche, hicimos nuestras actividades de refuerzo y salió esto:




Y esto: 






domingo, 16 de febrero de 2014

Una hermosa lección


Este es mi artículo de hoy. Ni que decir tiene que la lección ni mucho menos la hermosa sea la que yo doy, sino la que yo me he dado. 

Ayer no más (literalmente), dejaba en Twitter una nueva foto de la flor de la retama y me dolía de una vieja idea: los pintores sí que pueden repetirse, qué fortuna la suya, mientras que los escritores no. Yo escribiría mi artículo a la retama cada vez que paso al lado de una nueva. La de ayer, con la lluvia y frente al viento, olía intensamente: 


Sin embargo, un comentario rezagado a un artículo antiguo mío me hizo releerme y, qué sorpresa, decía prácticamente lo mismo que en el de hoy, vaya. Viví unos minutos de estupor y bochorno que para mí se quedan. Luego, me rehice;y me consolé con esos pintores que dan vueltas a unos pocos temas suyos y contra los que me dejaba caer unas dos horas antes. Son las pequeñas variaciones las que dan la clave: en mi artículo, el cartel de Tarragona o la tremenda cita de Vicente Núñez, por ejemplo. 

Y más que el consuelo particular, la ganancia universal. A partir de ahora veré esos cuadros, además de agradecido, con el ojo avizor para aquellas pequeñas divergencias que hirieron, de nuevo, la sensibilidad del pintor. Eso que me quedo. 




sábado, 15 de febrero de 2014

Cruz


Como estamos con el cara y cruz, al verso de amor de ayer, sumamos éstos tres de hoy, cruz, pero también de amor. 

{…} 
La triste libertad 
que me concedes 
cuando faltas. 

Son de Carlos Iglesias Díez, en el libro El niño de arena (Deva, Gijón, 2013) que, a pesar de sus referentes literarios, con la excepción de Cohen, me ha gustado tanto como para leerme el epílogo de Olay, que también es estupendo. 

Seguiremos citándolo...


viernes, 14 de febrero de 2014

Vale, venga, va


Celebramos muy poco San Valentín en casa. He desayunado esta mañana con Leonor y hemos charlado de todo lo divino y lo humano, pero ni una mención a la cosa. Es una tradición. Sin embargo, un verso precioso de José Luis Martínez me lo ha puesto fácil: 
Por ti todo es serio y no paro de sonreír. 
Es un verso, además, que puede, perfectamente, volverse a lo divino, como hacían nuestros clásicos con los poemas y las canciones de su tiempo. Es otra tradición, a la que me apunto más. 

Versos de amor que se vuelven a lo divino, que vienen y vuelven, sin parar. Eso sí. 


jueves, 13 de febrero de 2014

El canto de un duro

 Me entusiasman los poemas escritos con la técnica de anverso y reverso, diciendo una cosa y defendiendo luego también la otra. Cuando se utiliza bien la técnica, ambas versiones no se anulan, sino que abren un espacio mayor, esforzadamente ganado, de libertad del poeta y, por tanto, del lector. Estaría muy bien ser capaz de escribir una serie de caras y cruces así, y titular el libro El canto de un duro.

José Luis Martínez, en Camino de ningún final nos deja una muestra extraordinaria, que además gira sobre el canto como una peonza festiva y, en el libro, cae de cruz:

A FAVOR DEL POEMA DÉBIL 

A favor del poema débil 
como canal que no puede con la góndola, 
del poema desventado, 
sin chispa ni gas, 
nada atlético, 
carente de fuerza como los tiempos que corren.

DESDECIRSE 

A favor del poema 
fuerte como pedazo de hierro, 
con garra, rebosante de vigor. 
Del poema que avanza con paso decidido, 
gimnástico; 
.......................de los versos 
sometidos a largos entrenamientos, 
musculosos, viriles. 
Y a favor de las comas, 
los paréntesis y los puntos 
enérgicamente puestos. 
De los libros de anchísimas espaldas 
capaces de llevarnos lejos. 
A favor, en fin, 
del nervio en lírica. 
De las estrofas como halteras; 
De la página 
en absoluto lívida, pálida: 
indescriptiblemente congestionada, 
roja, 
toda contracción.

Matiz


Siempre nos resulta más altruista el que se preocupa por nuestra fiebre que el que lo hace por nuestra tos. 


miércoles, 12 de febrero de 2014

El quid


Creía haber dado en el artículo con la clave del asunto, hasta que recordé que hacía tiempo que la había vislumbrado y que está clara en el contraste entre Antonio Machado:

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. 
                                                [“Retrato”] 
y a Rafael Alberti: 
Aquella tierra con nosotros
no fue lo buena que quisimos.
Cuántas cosas en ella dejamos.
Cuánto le dimos, amigo. 
                      [“A Pedro Salinas”] 
Entonces me extrañó que, a pesar del paisanaje y la admiración, lo de Alberti me sonase tan antipatiquísimo, mientras que lo de Machado desprendía una dignidad indiscutible. De pronto, caí en la diferencia. Alberti exige y exagera: quiere que España ("aquella tierra", señala desde el Paraná) hubiese sido más buena con Pedro Salinas y con él, ea, y presume de que le dieron “cuántas cosas”, cuántas, uf, pero que la muy ingrata... Don Antonio Machado no pide nada, nada, y sólo dice que ha dado y le debemos lo que ha dado y le debemos: lo que ha escrito. Lo demás, corre de su cuenta. Es la diferencia que va entre un señor y un señorito.


martes, 11 de febrero de 2014

Puse un caleidoscopio a las estrellas



El verso que titula esta entrada es uno más de los excelentes del poema "Confesión", de Vaga música, de Cecilia Meireles. Sólo he traducido, por libre, una estrofa: 


En la culminación de mi miseria 
fui haciendo todo lo que no debía: 
cuando reían, me ponía seria, 
si se ponían serios, me reía.

(Aún de madrugada, he tomado un café en la barra de un bar, oyendo las conversaciones de la parroquia —por decir algo—, que han oscilado de la glosa minuciosa a la sección "Contactos" del periódico a los comentarios indignados sobre la falta de ética en el ramo comercial. Entonces he recordado y padecido esos versos de Cecília.  Para subrayar los contrastes, el libro que leía yo ¡y subrayaba! era ¿Cómo hablar de Dios hoy? de Fabrice Hadjadj, última joya de Nuevo Inicio.)


lunes, 10 de febrero de 2014

Variación


Cada vez que considero 
que me tengo que morir 
hago lo mismo que siempre 
mas como un juego infantil.  

domingo, 9 de febrero de 2014

Lenguaje no verbal y sexo


Recién acabado el artículo, llevamos a los niños a la Carpita, que es el parque de nuestro club. Hasta ahí todo normal. En la valla, mi mujer enseña su carnet y el de los niños. El mío se ha perdido. La vigilante, que es guapa en serio, cuenta tres carnets y ve a cuatro personas en el coche. Yo la miro, y hago un gesto que quiere decir: "Soy un desastre y he perdido el mío, pero siendo socios mi mujer y mis hijos, es lógico que lo sea yo también, como usted que es a la par inteligente y comprensiva (dejando fuera lo de guapa, que también), entenderá a la perfección". Eso decía mi gesto y eso entendió ella a la primera con una sonrisa que me decía: "Ya, ya, pasa, desastrillo". Sentirme tan no verbalmente acogido me dio un pequeño calambrazo de, digamos, satisfacción. Y entonces vi por qué el lenguaje procaz es tan repulsivo. No se trata sólo de mi ñoñería sino de su absoluta impropiedad. En el sexo entramos en el reino de lo implícito y, sobre todo, del lenguaje no verbal. La pobreza que demuestra lo otro es pasmosa y desnaturalizadora. 


sábado, 8 de febrero de 2014

Dos funerales


Iba en coche a Sevilla con el ánimo doblemente ceniciento. Sin embargo, un recuerdo me arrancó una sonrisa. Una vez me molesté con mi amigo David Puente porque, sabiendo de mi tendencia a llegar tarde, me dijo que una conferencia empezaba media hora antes. Ayer  me salté la entrada de la autopista y tuve que ir por la carretera, entre camiones, y llegaba un poco tarde y luego cogí todos los semáforos en rojo y después no encontraba aparcamiento. "Ay, David", pensé, "me tenían que haber vuelto a engañar con la hora de tu funeral". ¿Oí una imperceptible risa?

Al de Fernando Ortiz, ya fui andando, con tiempo, recordándole con Abel Feu. Dio la misa un sacerdote italiano, así que se oía como un eco evocador de aquella conversación de Navagero con Boscán y Garcilaso. A la salida, su hija Regla, que participó en la traducción de Lepanto y otros poemas, me decía, conteniendo alguna lágrima, que al fin, ayer, después de la misa, estaba muy consolada. Y decía: "Es que esto" y señalaba, haciendo un círculo o, mejor dicho, una cúpula, toda la iglesia de la Caridad. Y añadía: "Perdona, Enrique, no te lo puedo explicar". Pero podía: la entendimos. 


jueves, 6 de febrero de 2014

Hasta después


Me apasiona el lenguaje y su agilidad. Como hemos dejado de decir "adiós" y lo hemos sustituido por el "hasta luego", éste ya significa "adiós" y no tanto "hasta luego". El único alumno menor de edad que tengo este año, Alfonso Moreno, haciendo gala de un magnífico instinto lingüístico, me lo ha mostrado claro. Después de la clase de primera hora, les he dicho a los alumnos, con los que tengo clase a última hora: "Hasta luego", y él me ha contestado: "Hasta después". Ahí está el sustituto, muy sutilmente traído. 

Lo que me ha hecho recordar que hoy sale en Suma Cultural mi adiós a Fernando Ortiz, que es un hasta luego con todas sus letras, por supuesto. 


miércoles, 5 de febrero de 2014

Tos de dos


El amor conyugal es un mundo. Lo integra, el mundo (citas, trabajos, nóminas, proyectos, colegios...), mientras que el noviazgo lo deja fuera de su rueda de fuego. El amor conyugal es una línea sobre la que hay que hacer equilibrios porque hay que decir que no, que sí, que después, que ahora, según las circunstancias. 

Perdón, estoy muy teórico. Pasemos a lo serio: a la anécdota. Ayer, iba a tomar café a primera hora de la tarde con el obispo de Cádiz*, don Rafael Zornoza, de modo que me venía mucho mejor comer en Puerto Real, que no volver al Puerto con la flecha del minutero en el talón, para volver a salir disparado hacia Cádiz capital. Se lo expliqué a Leonor, y lo entendió enseguida. Demasiado enseguida para mi sensibilidad. Hubiese preferido una protesta sentimental. Aunque si hubiese protestado, habría preferido entonces --me conozco-- una muestra contundente de sentido común y ahorro de gasoil y tiempo. Como uno se descuide, se pasa el matrimonio escamándose por una cosa y su contraria, alternativamente, cuando en realidad son equilibrios prodigiosos, que tendrían que alegrarnos. 

Después de todo el día separados, cuando anoche coincidimos por fin a las 10, me dijo Leonor que estaba muy cansada, que además del día de locos, había dormido muy mal la noche anterior por la tos. "¿La tuya o la mía?", pregunté de inmediato, con sentimiento de culpa. "La tos de los dos", replicó. Y a esas horas vi (oí) un símbolo de la unión matrimonial, un tanto afónico, pero claro y carnal. 

* Ni que decir tiene que estoy presumiendo. Recuerdo que una vez encontré a Francisco Bejarano paseando por Jerez con el Obispo don Juan del Río. Nos saludamos. En un aparte, me dijo Paco al oído: "Aquí estoy, Enrique, como a mí me gusta: ¡con la jerarquía!". Me hizo gracia, naturalmente, y ahora me acojo al sagrado de la tradición poética, y fardo un poco lo mío también. 

martes, 4 de febrero de 2014

Bestiario, de Carlos Pujol



Al reseñar Magnificat, me di cuenta de que con los vértigos y desconciertos de entonces, acostumbrado a que él me mandase sus libros, se me pasó Bestiario, el penúltimo libro de Carlos Pujol, publicado también en Cálamo, en el 2012. Lo he conseguido enseguida, para completar mi colección de su obra y por puro gusto. 

Al libro se le podría hacer una reseña muy bien, que lo incluyese en el modus operandi de Carlos Pujol. Su sobriedad de rigor --poemas sin título y versos blancos--, su técnica distanciadora, aquí con textos dedicados a animales, donde vuelve a abundar el monólogo dramático, un poema que es un autorretrato con personaje interpuesto (pág. 14), varias punzadas de ironía contra la vanidad del hombre (pág. 23, entre otras) y el orgullo de sus próceres (pág. 16, entre otras), para acabar con un giro a lo trascendente en el poema final, dedicado chestertónicamente, al burro. 

Pero como esta vez no escribo una reseña me limitaré a resaltar y, sobre todo, a agradecer los golpes de emoción intensa que este poemario Bestiario me ha deparado.  

[Dice el pavo real:]
... basta con mi presencia 
para que el mundo se haga alarde y pompa, 
y a mi paso triunfal, irresistible, 
se desvanezcan jaulas y corrales, 
ese prado anodino: 
donde yo abro mi rueda es un jardín. 

[Dice el tiburón disecado, correlato objetivo:]
Puedo perderlo todo, 
pero el desdén jamás,

[Dice el ruiseñor:]
Mi vocación ha sido ser John Keats

[Dice el poeta:]
La salamandra añora aquellos tiempos 
en los que se tenía por seguro 
que habitaba en el fuego sin quemarse. 
Hoy en día la ciencia nos prohíbe 
creer cosas así, 
imposibles  y bellas, 
[…]

[Dice una rana de goma, que se estira, con ojos como pelotas:]
Si no os reís conmigo, 
¿de qué os vais a reír? 
No será de vosotros, ¡eso nunca!

domingo, 2 de febrero de 2014

Ambulancia y k.o.


La noqueante sensación de encajar como un guante en una parábola. 

***

Cuánto más lo pienso más claro lo agradezco. El buen samaritano socorrió generosamente al herido, pero sobre todo salvó al levita y al sacerdote porque, gracias a él, la indiferencia de ellos no pasó de ser una falta moral y no se convirtió en denegación del deber de auxilio o, incluso, en complicidad culposa con un homicidio. Cuánto debemos al buen samaritano y cuántos, incontables.