viernes, 31 de marzo de 2017

Sé mejor


El niño que se viste más rápido se viene a mis rodillas por la mañana mientras escribo o cuelgo mi artículo en internet. Ayer ganó Quique. Sentado sobre mí, rodeado por mis brazos que iban a dar al teclado, miraba, como sonámbulo, la pantalla. En la página del Diario de Cádiz, vio mi cara. Me dijo, orgulloso: "¡Papá, eres el número uno!"




Le expliqué: "Es el artículo más leído. A veces soy el número uno, pero casi nunca. Otras veces ni salgo en el podio". Calló un momento. Y dijo: "Pues tienes que escribir mejor".

Un gran consejo.


jueves, 30 de marzo de 2017

Tierra y perfume


La viuda mayor, amiga de mi madre y madre de mi amigo, se baja, renqueando y corcovada de su coche. Conduce tan lenta como anda; y tan mal. Vive sola, porque mi amigo vive lejos. Yo la veo desde mi coche. Cuando paso a su altura, está abriendo el maletero. Trae la bandeja de cartón que te dan en los viveros cargadas de flores de vivos colores. Me enternece esa mezcla de esfuerzo y flores, de lozanía y vejez, de tierra y perfume. Tendrá el jardín más bonito, seguro, porque se lo merece.


miércoles, 22 de marzo de 2017

Contra la angustia


La mayor alegría que me dio ayer Alfonso Carreto Pérez-Barbadillo, hijo de mis amigos, no fue que mi viejo poema estuviese pegado a la pared de la biblioteca pública de Sevilla, como fotografió: 




Fue que en Facebook comentase: "Enhorabuena Enrique!! Sirva también de comprobante al hijo de tus amigos para demostrar a sus padres su paso por la biblioteca!!"

Me ha alegrado tanto porque me preocupa mucho que mis hijos pierdan la gracia con el paso de los años, lo que me angustia. Se puede llegar a la universidad con la chispa intacta. 

Carmen, por ahora, va bien. Ha salido girardiana. El otro día les expliqué en la cena los mandamientos, uno por uno. No en plan catequesis continua, sino porque les había repetido que el undécimo mandamiento es no molestar y entonces me dijeron que bien, que eso ya lo sabían, pero que cuáles eran los primeros diez. Tras la catequesis, pregunté qué cuál les parecía más complicado de cumplir. Carmen contestó, sin dudar, que el décimo: qué fácil es envidiar. Se ve que el girardismo corre por la sangre. Se hereda.

A la mañana siguiente, ayer, vino a buscarme al despacho para que desayunara con ellos. Miró por encima del hombro y vio que el documento de Word tenía apenas dos frases. "Te falta mucho para terminar el artículo. No vengas, papá, no te preocupes", y se fue, seria y generosa. No todo va a ser reírse de su padre. Qué estaba escribiendo, con el tiempo en los talones, dos artículos: uno y dos, y tan pillado que la magnanimidad de Carmen le vino caída del Cielo, y no me extraña que tengan ambos ese tono martírico, ay.

Por suerte, lo de Alfonso me dispensa de la angustiosa tarea de recoger todo lo que me cuentan con gracia, como si hubiese una fecha de caducidad.




martes, 21 de marzo de 2017

Don Javier de Mora-Figueroa


Hace poco murió don Javier de Mora-Figueroa. Su artículo ya se lo escribe su primo, y qué bien. No hace demasiado que Leonor y yo pasamos un día inolvidable con él. Era rector de Torreciudad y, desde el campanario, con el pantano a los pies, sí me pareció por un momento un capitán de navío ("capitán de los vientos y de las golondrinas, / fuiste condecorado por un golpe de mar").



Pero el resto del día fue un abad aristocrático de la Edad Media. La foto de Torreciudad no deja lugar a dudas, pero lo era en todo. En el trato con los que nos cruzábamos y en su áspera hospitalidad delicadísima. El almuerzo con él fue un banquete: oh, esos enormes chuletones románicos, que tampoco puedo olvidar, y el vino de somontano. Leonor, que lo acababa de conocer, se hallaba en su elemento, y yo feliz de que alguien a quien mi mujer admiraba y apreciaba más y más por momentos fuese de la Obra y recordase con tanto cariño y tanto de mis padres y citase mi poesía de vez en cuando, además. Conoces a gente que se muere y piensas: "Estará en el Cielo"; con don Javier lo que piensas es "Qué contentos se habrán puesto en el Cielo". 




Si Escudero volviera...



yo, que tanto la he leído, querría ser su escudero.


lunes, 20 de marzo de 2017

Felicidades


Con gran tensión y angustia, pasé el día de ayer conteniendo mis imperiosos deseos de felicitaros, queridos Josés y Pepes. Pero uno es fiel hijo de la Iglesia, aunque le cueste, y es lógico que la liturgia mande sobre el calendario, al menos en cuestiones que afectan al santoral. Como ayer era domingo de Cuaresma, la fiesta de vuestro (nuestro) santo patrón, se traslada a hoy. Así que ¡muchísimas felicidades! Me queda el consuelo de que, si no habíais caído, os regalo un día más de fiesta grande. Celebrarlo por todo lo alto. Y yo con vosotros.


jueves, 16 de marzo de 2017

Gordiano de madrugada


Un subcapítulo de este blogg, podría ser mi madrugón. El madrugón, que me ha dado tanto. Y tanto. Y lo que no me ha dado ha sido porque yo no he sabido tomarlo.

Un clásico, dentro del madrugón nuestro de cada día, es el pan. No que haya que salir a buscarlo, también en invierno. Lo malo es el nudo. Viene en una bolsa de plástico con un nudo tan apretado como si el panadero soñase con envasarlo al vacío. Yo, tan de Alejandro Magno, soy partidario de aplicarle al nudo el expediente de los gordianos y rasgar el plástico, pero mi mujer me chista: "Noooo". Entonces, según los días, o lo intento desatar o le paso la bolsa. 

Pienso, entonces, melancólicamente, en que para ser un Alejandro Magno el matrimonio no ayuda tanto. Hoy, sin embargo, he tenido, a las 6:30, una iluminación: ahí estriba, precisamente, una desgracia de mi vida que trasciende de los madrugones y los desayunos: mi afición a desatar nudos gordianos por alejandrinos, cuando la gente prefiere que uno se deje los dedos y los nervios en la minucia de desanudar las naderías. Mi mujer, tan buena, está entrenándome para el día que me espera, cada día.


martes, 14 de marzo de 2017

Escribir es cribar


Para no mezclar churras con merinas, dejé este comentario incidental a Vilanos en el aire (Isla de Siltolá, 2017) de Antonio Rivero Taravillo fuera de mi nota de (admirada) lectura y agradecido ramoneo. Un aforismo me llamó la atención poderosamente: "Escribir es cribar" (pág. 33). Fui corriendo a mis Palomas y serpientes (La Veleta, 2015) temiéndome que allí estaría. Uf, menos mal, no. Sé que sopesé si meterlo o no, y que entró y salió de diversas versiones. Mi prurito me salvó. Porque sí fue o es un verso de Casa propia (Renacimiento, 2004), que estuve, como digo, tentado a reciclar como aforismo. Aquí tienen mi poema:







Ya tenía pensado mi discurso de no importa y lo probable es que Antonio Rivero Taravillo no me hubiese leído lo mío, sino que hubiera descubierto el aforismo, y que yo tampoco puedo tirar la primera piedra, porque en Palomas y serpientes se me coló un aforismo (¡espléndido!) de otro al que tengo muy leído como explicaré en cuanto aumente mis reservas de autoestima como para afrontar reconocer un lapsus que nadie me ha descubierto aún. Todo eso iba a decir, pero mi pereza, que no para, me incitó a buscar mi poema en la Red en vez de fotografiarlo o picarlo, que es un rollo. Puse entre comillas "escribir es cribar" y empezaron a salir citas y más citas:





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El chasco fue mío, que venía de condescendiente y me caí con todo el equipo y me he pasado un decenio creyéndome la mar de ingenioso y original. Podría comentar las citas una a una, pues hay de todos los gustos y de todas las fechas, pero no tiene mucho interés saber quién escribió (escribó) primero, porque fue la aliteración, por un lado, y por otro, el sentido común, porque escribir es cribar, en efecto, como el cielo es azul y el agua del mar, salada. Que Antonio Rivero Taravillo lo haya incluido en su libro sólo nos habla de su oído, de su inteligencia y de su propósito por cribar lo que escribe. Si no repasó que nadie lo hubiese hecho antes, no hizo lo mismo que yo --hipócrita lector, su hermano, su semejante-- tampoco hice. Y de lo que ahora me alegro: porque queda muy bien en el poema y queda estupendamente en Vilanos en el aire. 

No cribar (en la red) nos vino de maravilla.





lunes, 13 de marzo de 2017

Cetrería


Como se dice de la novela, lo bueno del género de aforismos es que en él cabe de todo (lo que tiene un indudable sabor paradójico). Impresiones personales, consolaciones, notas diarísticas, bromas, bocetos pictóricos, opiniones discutibles, indiscutibles chispazos poéticos... De todo hay en Vilanos en el aire (Isla de Siltolá, Sevilla, 2017), de Antonio Rivero Taravillo. Entre las opiniones discutibles, ésta: "Escribir aforismos es una descortesía: priva al lector del placer de subrayar, en un texto mayor, las oraciones brillantes". Primero, porque elegir algunos aforismos, que resulta inevitable, ya es subrayar placenteramente y, después, porque cortésmente Rivero Taravillo escribe aforismos que el subrayante todavía puede afinar más. Entre estos que he subrayado, hay de los dos tipos. Le doy las gracias a su autor, que no me ha ahorrada ni un solo placer con su libro. 


Las palabras se las lleva el miento. 
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Habrá un día en que el único lector que quede estará firmando libros a sus autores, puestos en larguísima cola. 
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Lo malo, si pretencioso, pésimo. 
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Qué cerca están el embeleso y el embeleco. 
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Esa onomatopeya: cataclismo. 
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Hay libros que nos llevan tan, tan lejos, que son más que volúmenes velámenes. 
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Cuando alguien está muy pagado de sí mismo, suele ser con un cheque sin fondos. 
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Quien no se ríe de sí mismo con razón acabará riéndose sin motivo de los demás. 
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Quien es incapaz de autocrítica hace la peor crítica de sí mismo por otros medios. 
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¡Qué pobres, los pagados de sí mismos! 
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Cuando alguien te hace la pelota, una vez satisfecho, te dará la patada.

viernes, 10 de marzo de 2017

Derechos de autor


Discutimos en casa quién es el más discreto para guardar una confidencia. Carmen zanja: "La mejor guardando secretos soy yo porque se me olvidan". Les digo muy nervioso que me tengo que levantar para apuntarlo en mi libreta de aforismos de inmediato.

Carmen entonces me dice: "Cada vez que uses una cosa mía en el blog o en tus artículos, me vas a tener que pagar, papá". Y tanto interés por los derechos de autor en una niña de seis años podría inquietar a un padre más idealista. Pero yo soy un acérrimo defensor de que el obrero merece su salario . Así que no me levanto y me pongo a discutir con ella su caché. No resulta sencillo. Por los cuentos, quiere más que por las anécdotas y por éstas más que por los aforismos. Cuando cerramos el acuerdo, se levanta y se va a escribir un cuento.

-- Papá, ¿valiente es con b o con v?






jueves, 9 de marzo de 2017

Primeras golondrinas


Una alada tradición de este blogg es anotar cuándo lo cruza la primera golondrina. Este año ha sido en mi día menos propicio para el lirismo: hoy. La he visto y he dicho: "Ah". Ni un "oh" que llevarme a la boca. Luego, resultó que no era una, sino tres, cinco, siete, nueve, quince... Volaban como si se hubiesen dado cuenta de mi indiferencia y quisieran disolverla en el aire. Pero nada, y eso que había cogido por el camino solitario por el que me meto las mañanas que necesito tomar una ración supletoria de campo.



Me mostraban el obispillo blanco, inmaculado, como recién lavado, y volaban a ras del suelo, a la altura de los faros del coche. Pero no cambiaron mi actitud. Fue algo mejor. De pronto, percibí que toda esa belleza y esa emoción no eran para mí, en efecto. Yo no hacía falta y hubiese dado lo mismo que hubiera seguido por la autovía oyendo las noticias políticas por la radio. Mi subjetividad estaba de más. La hermosura no necesita que uno la aprecie. Otro la mira. Existe.




miércoles, 8 de marzo de 2017

Carmen se apunta a los finales infelices


Además, la niña tiene el don de la aliteración: la gota glotona. 

Lo de que la gota sea perfecta me ha recordado a su madre, a la de Carmen, no a la de la gota. Ayer iba a la adoración perpetua al Santísimo a la que se ha apuntado por su cuenta y riesgo. Me pidió un libro para rezar y a mí, con la felicidad y la guasa, no se me ocurrió más que darle éste:



A Leonor no le hizo tanta gracia. Lo traigo aquí por si a vosotros sí y me consuelo.

Si no, ya me consuelo recordando esto que nos acaba de pasar. Abro un coco para la merienda, en plan exótico, porque alguien nos lo ha regalado. Y los niños lo prueban. Quique, que me está ayudando con el martillo, dice: "¡Está buenísimo! ¡No sabe a nada!" Demuestra o bien mucho optimismo o bien unas expectativas terribles o ambas cosas a la vez, como su padre. Carmen, que llega más tarde a la cocina y no ha oído a su hermano, dice: "¡No sabe a nada! ¡Está malísimo!" Demuestra un alto nivel de exigencia, como su madre.

Aunque hoy soy inmune al desconsuelo: han hecho esta lectura hondísima de Un largo etcétera y un autor no puede pedir más. En lo que respecta a este libro, ya puedo morirme en paz.



martes, 7 de marzo de 2017

Las pipas


Las pipas son el tic tac del reloj del aburrido.
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Escribir poesía sin métrica es como comer pipas sin cáscara.
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Tomar pipas en un banco al sol de la tarde es una delicia originaria, un homenaje subconsciente al girasol con el que empezó todo.
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Pero no todo es lírico: comer pipas es una onicofagia vergonzante.
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Como en la literatura, las pipas de las pipas nos las tragamos por la sal de las cáscaras.
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Lo mejor que tienen las pipas es que mientras las tomas no puedes estar haciendo otra cosa. Son un fruto seco zen.
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Qué buena está el agua después de las pipas. Felix culpa.



lunes, 6 de marzo de 2017

Primeras impresiones



Tenía puestas grandes esperanzas en aprovechar la mañana de cuaresma que el carnaval de Puerto Real me regala, pero pierdo el tiempo.

Por suerte, leo un escolio de Gómez Dávila que me consuela lo indecible en lo profesional, en lo literario, en personal: "La resignación al error es el principio de la sabiduría". Entre eso y que Almuzara avisa que "todo lo que no sea ganar la eternidad es perder el tiempo", decido irme a misa al Puerto.

En la calle, el coche de enfrente viene por mi carril, tan campante. Me echo a la acera y le hago luces. En el penúltimo momento, se da cuenta y se va a su lado. Nada de eso me irrita, pero sí que el conductor pase sin levantar la mano en un gesto leve de disculpa. Gasto más tolerancia a las infracciones del código de circulación que a las del código de civilización.

Como cuando estaba grave de la garganta y era feliz, voy al bar a leer mientras espero que suene la campana de las Concepcionistas. Para no interferir con el ayuno eucarístico, pido una botellita de agua mineral. Justo mientras me la estoy sirviendo en mi vasito, llega un paisano y pide una copa de fino. Me echa una mirada de reojo, a mí y a mi vasito de agua, que es un taladro. El capitán Haddock no hubiese gastado más desdén. Y yo, como un niño mimado, corro a acogerme a sagrado. Ojalá me diesen la Comunión en las dos especies. Iba a enterarse éste de lo que me gusta el Vino.

Tengo que serenarme, me digo. Y lo hago con una carcajada. Jane Austen se empeñó en firmar sus libros con "By a Lady", que es una firma más que interesante, por cierto. Obsesivamente, guardaba el secreto de su autoría. Tanto que yendo de librerías con la más  letraherida de sus sobrinas, Anne, vieron un flamante Orgullo y prejuicio en el estante de novedades. Anne lo cogió y dijo: "Debe de ser una tontería, ¡con un título como éste!", y lo soltó en su sitio. La tía miró con un brillo en los ojos, divertida, y no dijo nada. Qué lección, aunque si hubiese sido andaluza podría haberle dicho: "No te fíes de las primeras impresiones".

En el bar entran y salen disminuidos psíquicos de una casa o residencia que hay cerca. Éste, viejo y encorvado, trata de hacerle una gracia a la perrita del dueño del bar, que no está muy convencida. "No me quiere", se queja el visitante. Y el dueño del bar le propone: "Dale un bocadillo de jamón, ya verás cómo te quiere". Se ríe, desdentado, pero deja para otra ocasión lo de ganarse el cariño de la perrita.

A otro, que entra para preguntar, le dice el dueño: "Por ser tú, te voy a regalar la hora", y se la dice. Y yo me quedo con eso: la hora que se me regala a cada instante.

Estoy apoyándome en Jane Austen para encontrar mi equilibrio con el mundo. Su sobrina Anna iba mucho a charlar con sus tías ("Ser tía es una de las cosas más serias que puede serse en el mundo", había escrito Jane). Ambas se ponían a caricaturizar las novelas del momento. Empezaba Anna, y Jane le seguía el humor, mientras cosía para los pobres. Es una estampa maravillosa: el perfecto equilibrio entre lo cáustico y la caridad. Cassandra, la hermana mayor de Jane, les decía que eran unas tontas y que parasen ya, que iba a morirse de risa.

Sigo leyendo de Jane Austen, aunque la charla que me estoy preparando la di hace un mes. Me pasa siempre: me queda casi todo el trabajo para después de que termino un trabajo. Y el retraso se va sumando a los nuevos trabajos. De pronto caigo en que la vida no es tanto el tiempo de ganarse la eternidad, sino el de hacerla necesaria. Debo de llevar ya unos ciento cincuenta años a cuenta, si no más.

Justo entonces me interrumpen, qué casualidad, las reflexiones de un parroquiano. Pensando que ya iba siendo mayor para subir la bombona de butano, aunque todavía puede, instaló en su casa gas ciudad y le han engañado y le cobran una barbaridad. "Y todavía puedo", recalca, "subir la bombona. ¡Qué tonto he sido! ¡Qué coño sé yo lo que me va a pasar mañana...!" Me falta valor para ofrecerle la cita de Gómez Dávila, pero la bombona de butano se ha convertido en un recordatorio de que no me tengo que agobiar tanto con el futuro ni asfixiar haciendo planes. Un carpe diem butanero.

Una expresión bonita: comentan ahora en el bar que los pinos no quieren tierra buena, sino arena de playa. La llaman "arena volaera" para distinguirla de las otras tierras, y en el nombre soplan a rabiar los vientos de levante que despeinan, y cómo, nuestras playas.

En misa, me fijo en que soy el más joven de la iglesia. Pero en la cola de comulgar la anciana que va delante de mí ve una moneda de cinco céntimos y se agacha a recogerla con una agilidad pasmosa, alada. Es como si los ángeles de la guarda se estuviesen riendo de mi presunción juvenil.

Volviendo a casa, veo una veleta que tiene un velero en la parte de la banderola y, en vez, de flecha, una ballena, eternamente perseguida. ¡No sabe nada la ballena! Como siempre se dirige, apuntando, barlovento, el bergantín nunca podrá alcanzarla. La eternidad de la pesca de la ballena está asegurada, porque ni contra el viento ni en los días de calma chicha podrá el velero acercarse a la ballena. El capitán del buque de la veleta también tendrá puestas todas sus esperanzas en la eternidad.




sábado, 4 de marzo de 2017

Mario Míguez


Hace diez años ya destacaba el poema que más me ha impresionado de esta antología. Pero la paradójica misión secreta de una antología es ofrecernos a un poeta nuevo y eso he experimentado con Ya nada más de Mario Míguez, con poemas escogidos por José Mateos. Es un libro con el que volver a ser el lector admirado de poesía de la juventud, puro, sin la comezón del qué diré de este libro. No diré nada. Lo releeré, lo recordaré sin más. Ni menos. Tiene versos interminables: "y eterno será en mí cuanto yo amaba".


viernes, 3 de marzo de 2017

De los dos


Leonor y yo comentamos que mi familia es muy de "comida hecha, reunión deshecha", mientras que la suya es de largas sobremesas, agrandadas, recalca ella, por el contraste. Enrique, que estaba oyéndonos, por lo visto, interviene en la conversación: "Por eso yo soy de los dos: de reunión deshecha y de sobremesa". Su madre y yo nos fundimos de ternura ante nuestro pequeño oxímoron.