Momentáneamente, la Divina Commedia no me consuela de la actualidad. Se ha convertido, ay, en actualidad. Así que no me ha quedado más que el último recurso: mirar por la ventana.
Y éste es infalible. He estado viendo a unos gorriones, que es un pájaro muy mío [el pájaro y el poema, sí; el diseño de la página, no]. Eran dos, una pareja que con la primavera estaba en pleno cortejo. Ha sido estupendo contemplar los pavoneos del macho, tan concentrado en su conquista, danto saltitos como de dibujos animados o cine mudo alrededor de la gorriona, paseándole la calle. Ahuecaba las alas, más chulo que un sheriff, y el resultado es que su figura era aún más rechoncha y divertida, aunque él estaba perfectamente serio, por supuesto. Estéticamente, la beneficiada era la pájara, que en contraste con tanto alarde, posaba muy fina y delicada, digna, dejándose --poco a poco-- querer... Los cantos del macho no eran, desde luego, gran cosa, un intento de canto más bien. Pero a la gorriona y a mí nos han gustado mucho.
Se ve que eres poeta, compañero... Me ha emocionado tu descripción del amor "a pájaros". Sólo me queda desear una cosa: qu tengas siempre la cabeza a pájaros, y que el encabronamiento general no turbe tu lírica lira.
ResponderEliminarCompañera, los ojos con que tú me miras, que mejoran bastante...
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