Para el aromaLuego, pensé que habida cuenta del tiempo que el haiku lleva entre nosotros (cerca de un siglo) no se le puede considerar ya como una tradición extraña. Y si me permiten un argumento anti-vanguardista o, mejor dicho, retaguardista, tiene más títulos para ser español que el verso libre, aún más nuevo, y que, sin embargo, nadie discute nunca, desgraciadamente.
nocturno del jazmín
no hay alambradas.
Con respecto a la relación de amor-odio entre el haiku y la soleá y a la posibilidad de que la existencia de la segunda haga innecesario al primero en estos lares, la clave está en que cada cual tiene un carácter muy distinto. Lo más prudente, por tanto, es que cada uno siga su camino y se guarden las distancias, para que no salten chispas. La diferencia más evidente es de tono. En líneas generales, mientras la soleá es musical, ingeniosa y desgarrada, para la risa o el llanto; el haiku es visual, ingenuo y delicado, para la sonrisa o la melancolía.
Lo más que se puede hacer, cuando uno es un maestro, es un haiku por soleares, forzando un poco la línea, pero sin rasgarla. Véase éste de Jaime García-Máiquez:
El tiempo es oro.Y viceversa. Se puede cantar una soleá en el tono leve, casi silencioso, del haiku, buscando, más que el pellizco, el temblor. Pongamos un ejemplo inmejorable: esta soleá humanísima de Juan Peña:
¿Qué hace el náufrago ahora
con el tesoro?
Todavía no es tarde.El gran peligro, cuando se bordean las líneas, es el del juego del siete y medio: pasarse, que es peor. En La amistad silenciosa de la luna, imprescindible colección de haikus, José Cereijo fuerza a veces la mano y le sale alguno que parece hecho para cantarse en la fragua:
A la vida le quedan
los niños y los parques.
Dos ojos negros,Y otra vez viceversa. Mi admirado José Luis Tejada tiene una soleá que no es, ni mucho menos, la mejor de las suyas:
intensos, penetrantes,
de calavera.
No es sólo que sea, en el estrecho límite de tres versos, repetitiva y excesivamente floreada, sino que su espíritu es demasiado delicado para el palmeo de tantas manos. Tras podarla un poco, miren qué maravilloso haiku resulta:La primavera en tus manos.
Una ramita de almendro
entre tus dedos de nardo.
La primavera:
una ramita de almendro
entre tus dedos.
Siempre es un placer releer esta entrada, Enrique. Yo introduciría la variante de la seguidilla: los tres versos de la coda final de la seguidilla compuesta coinciden en forma con la métrica del haiku, con la diferencia de que llevan rima. Coincido -cómo no- en que la diferencia entre soleá y haiku es de tono; no insisto en lo que tú has explicado tan bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Haiku inspirado:
ResponderEliminarcomo soleariya
de pie quebrado.