Ayer Mario Quintana cumplió o cumpliría (según se mire) cien años. Nació, qué casualidad, el mismo día que Leonor, aunque muchísimo-muchísimo antes. Por esas cosas del ordo caritatis y porque el brasileño es un caballero, dediqué la entrada de ayer a mi mujer. Hoy le toca a él. Había pensado escoger alguno de sus poemas, pero me he acordado de esta prosa donde se presenta y, puestos a celebrar su centenario, me parece más apropiado. Para sus poemas tendremos, como él sabía bien, todo el tiempo del mundo:
Nací en Alegrete, el 30 de julio de 1906. Creo que fue lo más importante que me ha pasado. Y ahora me piden que hable de mí mismo. Bien, yo siempre hallé que toda confesión no transfigurada por el arte es indecente. Mi vida está en mis poemas, mis poemas son yo mismo, nunca escribí una coma que no fuese una confesión. Ah, pero lo que quieren son detalles, pesares, anécdotas… Ahí van. Tengo 78 años, pero no edad. Edades sólo hay dos: o se está vivo o se está muerto. En este último caso, la edad está de más, pues nos fue prometida la Eternidad. Nací en el rigor del invierno, temperatura: 1º; y, además, encima, prematuramente, lo que me tenía medio acomplejado, pues pensaba que no estaba entero. Hasta que descubrí que alguien tan completo como Winston Churchill fue prematuro —lo mismo le pasó a Sir Isaac Newton. Excusez du peu… Prefiero citar la opinión de los otros sobre mí. Dicen que soy modesto. Todo lo contrario, soy tan orgulloso que nunca encuentro lo que escribí a mi altura. Porque la poesía es insatisfacción, un ansia de superación. Un poeta satisfecho no satisface. Dicen que soy tímido. Nada de eso, soy callado, introspectivo. No sé porque ponen bajo tratamiento a los instrospectivos. ¿Sólo porque no pueden ser pesados como los otros?
Exactamente por execrar del aburrimiento y de la extensión, adoro la síntesis. Otro elemento de la poesía es la búsqueda de la forma (no de la Oh forma), la dosificación de las palabras.
Me ha gustado eso de "muchísimo-muchísimo"; es como pedir disculpas por adelantado: "Cariño, cariño, en ningún momento quise decir...", "No mi amor, lo que yo pretendía era...", "Palomita mía, ¿cómo puedes pensar que..."
ResponderEliminarEn fin, mujeres, nunca sabe uno cómo acertar.
¿Quién que es no se hace alguna vez las reflexiones de Mario Quintana?
ResponderEliminarVaya, muy bonito el texto de presentación de Quintana; y es una buenísima carta de presentación a su poesía; si es como este texto, tiene que merecer necesariamente la pena.
ResponderEliminarMe ha gustado especialmente el "yo siempre hallé que toda confesión no transfigurada por el arte es indecente". Muy bueno.
ResponderEliminarDespués del poema "Inscripción para el portón de un cementerio" y esta prosa autobiográfica ya no tengo excusas para buscar sobre el autor...
Has conquistado a otro más para futuro lector de ese señor. ¡Qué bueno lo que escribe! Anoto: Mario Quintana.
ResponderEliminarLa verdad es que ha dado en el dardo con eso de la insatisfacción y del afán de superación del poeta, porque el poeta siempre es un alquimista de lo inefable
ResponderEliminarYo he comido ajos, y me pico: soy de los pesados no-introspectivos.
ResponderEliminar"Nací en Alegrete, el 30 de julio de 1906. Creo que fue lo más importante que me ha pasado." Esto podría, fuera de contexto, sonar cínico. Aquí es chestertoniano.
Coincido con Inma, también me ha gustado mucho esta frase. Auqnue sea un poco tarde muchas felicidades a Leonor, que entre las sandalias doradas y el diamante estará que deslumbra... Estaré atenta a tus entregas de Quintana.
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