1) No hacer régimen. Las dietas engordan por el conocido efecto rebote. Se pilla uno un rebote, y acaba en una pastelería, vengándose de la verdurita.
2) Comer cuando se tenga hambre. La vida social sucede en banquetes sucesivos y nos pasamos la vida engullendo tontamente porque sí. Otras veces comemos porque es la hora, como si fuésemos un tren de cercanías.
3) Digan lo que digan los dietistas, el pan y el vino son sagrados.
4) Renunciar, en cambio, a la comida basura, que en verdad no nos gusta.
5) Practicar las buenas maneras. No abalanzarse sobre los canapés, dar conversación a todos y no hablar con la boca llena. Comeremos menos, pero nos querrán más.
6) En los restaurantes, que pidan ellas: o no tienen hambre o la disimulan; el caso es que lo hacen con una extremada prudencia.
7) Convencer a los amigos de que se puede arreglar el mundo sin necesidad de arrasar con las cervezas y las raciones de menudo. (Se corre el riesgo de que pierdan todo interés por arreglar nada.)
8) No aburrirse. Las formas del aburrimiento son innumerables, pero acaban siempre en la despensa.
9) No hacer jamás la compra. O si es inevitable —que lo es—, no hacerla antes de almorzar.
10) Ahorrarse el chocolate del loro. Se lo termina uno quitando al loro.
Una advertencia: no se pesen, acuérdense de aquella niña que conoció Soler y Pérez, que se ponía cada vez más gorda de la satisfacción que le causaba ir adelgazando. Ni se den, luego, importancia: también están las que o los que estando muy delgados, caen gordos, que ya es triste.
[Publicado hoy en las páginas (aún) veraniegas del "Diario de Jerez"]
Se nota la ascendencia médica de Enrique: Su bisabuelo paterno era Don Enrique Máiquez Adán, gran médico y amigo del Dr. Don Ramón Bentín tan famoso en toda la provincia.
ResponderEliminarComo es natural, conocía a mi bisabuelo, pero ni idea de su ilustre amigo. Sic transit gloria mundi. Gracias por el dato.
ResponderEliminarMe encantó esta dieta. Y si encima se le puede poner certificado médico, es fantastica.
ResponderEliminarAtención que no todo es tan fácil como parece.
Especialmente duro es el punto 5. Tener la boca llena en una recepción, fiesta o reunión, nos permite evitar ciertos encuentros y seguir paso hacia otros, con el agregado de la divertidísima variedad de gestos que uno ensaya para reemplazar a las palabras: "otra vez Ud. aquí, qué bien, qué ricos canapés, ¿no?, me agarró justo con la boca llena, ja, ja, perdón, en otro momento nos volveremos a cruzar"... todo hecho con sonrisas, arqueamiento de cejas y cosas por el estilo.
Me gusta el decálogo, y lo dice una sufridora
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