Con independencia de esa temprana e hipotética entrada en la literatura, ella fue labrándose una leyenda por méritos propios. De jovencita, a la vez que acababa su carrera de piano, Meme Máiquez se atrevía a practicar el piragüismo por el río Guadalete. También el ciclismo, a pesar de los perros y la chiquillería, que celosos guardianes de un machismo cerril, salían a ladrarle “¡Machota, machota!” y a tirarle piedras. Sus indignados nietos le preguntábamos qué hacía ella entonces. Contestaba sonriendo: “Soltar patadas desde la bicicleta…”
La vida no le permitió acomodarse a lo establecido. Cuando señora felizmente casada y madre de tres hijos, enviudó pronto y tuvo que ponerse al frente de la panadería. A principios de los sesenta, una empresaria era una rareza. Si después le venían con la modernidad y la liberación de la mujer, no hacía más que un guiño suyo de ojos muy particular, que a mí me gustaría haber heredado.
De la brega, junto al ejemplo que nos dejó, le quedó la costumbre profesional de llamar al pan, pan. Y otra, muy extraña en una abuela, de alabarnos el trabajo constante en lugar de insistir en efusiones sentimentales. Ella, lúcida y aficionada a la lectura, alguna vez me confesó que, si escribiésemos entre los dos sus recuerdos, habría que titularlos: Memorias de una abuela insólita. Tan insólita que celebró el nacimiento de su primer nieto sacándose el carné de conducir para visitarlo a menudo. Teniendo en cuenta que aquel nieto era yo y que no se ha cansado de verme, el paciente lector puede hacerse cargo de lo insólita que es; aunque tal vez no tanto como presume, y en secreto sea una abuela tan sentimental como la que más.
Ahora, muy mayor y enferma, desde la fe que enseñó a sus hijos, se va acercando a la plenitud descrita por el poeta Ángel Martínez Baigorri en similares circunstancias: “Voy llegando a la edad perfecta: eterno”. Pero no va a llegar, fiel a sí misma, sin dejarnos antes otro ejemplo: el de cómo se realiza bien el trabajo último. Y mientras, como si fuese en una bicicleta, le irá soltando alguna que otra patada a la enfermedad, sin perder casi nunca la sonrisa.
[En el Grupo Joly, hoy]
Encántador y cálido y con un conmovedor final el artículo de hoy, Enrique. Un rompimiento de gloria en toda regla.
ResponderEliminarCompro todos los dias el "Malaga Hoy", y siempre leo tu columna.
ResponderEliminarAyer ya pensaba que eras un gran tipo, pero hoy lo sé.
Sigue trabajando asi, un saludo.
Artículo para guardar: muy bueno, muy bonito, emocionante.
ResponderEliminar¡Bravo por tí, y por tu abuela! La mía murió el 13 de enero de 2005, y con ella se me fue media vida. También mi abuela rompió moldes para su época, y me enseñó con qué señorío se puede llevar el envejecer. Ella siempre me decía: "estaremos unidas por un hilo invisible". No sabes cómo lo noto. ¡Un beso muy fuerte a tu abuela! (Aprovecha que todavía puedes). Gracias por tu emocionado homenaje.
ResponderEliminarEl mérito es de la insólita abuela.
ResponderEliminarPrecioso ar´ticulo Me ha emocionado. Curioso: yo también tuve una abuela panadera.
ResponderEliminarSiento no poder estar en la presentación. Te deseo lo que tendrás: éxito seguro.
Conmovedor artículo, sí señor.
ResponderEliminarFenomenal el artículo. Gracias.
ResponderEliminarMis respetos a la abuela y aplausos para el nieto. Que vaya muy bien la presentación del libro.
ResponderEliminarPrecioso artículo-homenaje a tu abuela insólita y admirable. Ya me gustaría escribirle uno la mitad de bueno a la mía.
ResponderEliminarY estupendas imágenes, sobre todo la de ella dando patadas desde la bicicleta (a los muchachos malos y a la enfermedad)...
¡Gracias!
Por perlas como la de hoy, es por lo que te leo a diario.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Eres una mina proporcionando ejercicios para clase. (En Castilla y León también proponen en PAU una columna periodística)
ResponderEliminarMis abuelos maternos eran panaderos también, enriques.
ResponderEliminar¿Qué está pasando aquí?
Me ha conmovido esta entrada. De las mejores, y lo bueno -que no se puede saber habitualmente- es que aquí coinciden sinceridad vital y buena literatura. Está muy bien esbozada la figura de tu abuela, con lo del carnet y con la sonrisa acerca de la liberación de la mujer.
ResponderEliminarGenial lo de ayer de Langlois.
Increíble! Dale un beso de mi parte, sincero y de todo corazón. Un verdadero ejemplo!
ResponderEliminarHe guardado tu artículo. Enhorabuena, ojalá yo fuese una abuela así para mi nieto, si algún día lo tuviese, of course.
ResponderEliminarUn abrazo
Conoci a tu abuela y ...si que era insóita. Siento mucho su perdida.un abrazo.
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