martes, 26 de diciembre de 2006

El tipógrafo virtuoso

En la primera página de A decir verdad, José Luis García Martín se pone byronic. Pero en el primer párrafo le salta esta errata: "Ningún pescado me sería ajeno, ni tampoco ninguna virtud". Trato de ser (por la cuenta que me trae) muy indulgente con las erratas en los libros de otros, y ésta no me parece mal, sino todo lo contrario. Imagino que mientras picaban (je, je, picaban) el texto, el subconsciente de alguien rechazó la parte licenciosa de la frase. O puede que todos los pecados que le hubiese gustado saborear a García Martín en su ensoñada vida de Lord inglés fuesen los de la gula en su versión piscívora. O puede que maquetaran la página un viernes de Cuaresma.

7 comentarios:

  1. Anónimo10:38 a. m.

    qué bueno, enrique. Yo querría pertener a esa clase de hombres elegantes y "erráticos" (según el libro) que conocen todas las clases de pescados -de la mar- y virtudes -de la tierra-: ¿se podría ser más snob?

    En fin, las erratas no siempre la carga el diablo.

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  2. Anónimo10:55 a. m.

    A mí las erratas me hacen mucha gracia, especialmente algunas que como la que nos cuentas tienen chispa. Como la de una conocida mía que leyó en una revista cristiana Fe de etarras, en lugar de Fe de erratas ,y ella -muy misericordiosa- pensó, "no, si seguro que a estos también les llega la conversión".

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  3. Esto es muy gracioso.

    Para librarnos de nuestros "pescados" habría que rezar al llamado San Ictícola de los Peces.

    Era un santo de ficción inventado por Les Luthiers. Ellos contaban que era invocado día y noche por los pescadores para obtener abundante pesca. Pero el santo nunca los favorecía... ¡porque era el patrono de los peces!

    Saludos.

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  4. Quién sabe, a lo mejor ha hecho suyo el autor el título de otra novela de Alvaro de Laiglesia: "Mundo, demonio y pescado" ;)

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