lunes, 29 de enero de 2007

Breve ensayo dantesco

Una de las críticas más constantes que se han hecho a la Divina Commedia es la presunta crueldad con que se describe el Inferno. ¿Fue Carlyle quien habló de Dante como una hiena que se ríe entre las tumbas? Aunque la inquietud de más de uno se entiende, ya en la inscripción de la puerta se nos avisa que aquel lugar lo hizo la justicia, la suma sabiduría (¿lo de "suma" sería un guiño a Tomás de Aquino?) y el amor primero, nada menos:
Giustizia mosse il mio alto fattore;
feceme la divina podestate,
la somma sapïenza e 'l primo amore.
Ese aspecto misericordioso, que Dante desarrolla en sus tercetos, lo explicó bien Kant en un libro de hermoso título: La religión en los límites de la razón pura. Allí alaba la existencia del infierno, porque en él se radica el mal, y se libera por tanto a la tierra, que es donde lo ponen maniqueos y gnósticos. Desde la literatura comparada, nada mejor para comprender la delicadeza dantesca que distraerse releyendo el Sueño del Infierno de nuestro don Francisco de Quevedo, tan hilarante, tan hiena.

2 comentarios:

  1. Buenísimo lo de Kant y el infierno

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  2. Es una de mis asignaturas pendientes, los Sueños de Quevedo. Es que, con el conceptismo cerrado de este hombre, hay que solicitar también coraje y alegría para abordarlo.

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