Acabado hoy Quatre ans de captivité à Cochons-sur-Marne, que contiene sus diarios de 1900 a 1904. Esta vez me ha llamado especialmente la atención el hecho de que las ilusiones de la técnica no afecten lo más mínimo al autor. En medio de los enjambres humanos excitados por la atmósfera de la gran Exposición Universal de 1900, Bloy vive como un eremita antimoderno. Ve en los automóviles la aparición de unos instrumentos de aniquilación de primer rango. Establece una relación general entre la técnica y la próxima llegada de catástrofes —así, considera que los medios para desplazarse con rapidez, como los motores y las locomotoras, son inventos de un espíritu enderezado a la fuga. Dentro de poco, dice, podría ser importante llegar a toda prisa a otro continente. El 15 de marzo de 1904 utiliza por primera vez el metro; admite que sus catacumbas poseen cierta belleza, pero añade que esa belleza es también demoníaca. Esa obra despierta en Bloy la impresión de que ha llegado el final de los manantiales y los bosques, de los amaneceres y atardeceres del Paraíso, la impresión del alma humana en general.
Significativa de este alma que aguarda el Juicio, esta inscripción de un reloj de sol: "Es más tarde de lo que crees".
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He pensado en el bello dicho de Léon Bloy; según él la muerte significa mucho menos de lo que suponemos —tal vez no más que algo parecido a quitar el polvo de un mueble valioso.
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Hablado también sobre Léon Bloy, al que Bonnard recriminó el que hubiese creído en milagros obrados propiamente para él —un rasgo que a mí más bien me complace.
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[Su catolicismo deja de ser cristiano con tanta frecuencia] Es cierto; como a otros muchos latinos, también a Bloy podría reprochársele la desviación "española", ese endurecimiento peculiar que acaba convirtiéndose en falta de misericordia. En el otro extremo está la desviación germánica, que tiende a disolverse en lo elemental. El gran Inquisidor y Angelus Silesius.
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Tal vez incluya a Bloy en la lista de autores a los que, como acto de agradecimiento, pienso dedicar un estudio.
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La curiosidad por la muerte es siempre un signo de rango superior, como la inmense curiosité de que habla Léon Bloy.
Magnífica selección. Lo del reloj de sol me deja tocado.
ResponderEliminarA mí en cambio no me convence, sobre todo con eso de que 'tal vez incluya' a Bloy en un libro, como si fuera Jünger el que tuviera que darle el pase a Bloy. Luego, lo de calificar el catolicismo de Bloy de 'español' no deja de ser otra forma de rebajarle: lo mejor del catolicismo de Bloy es su capacidad de indignarse, siendo a la vez tan humilde. Poner eso en un extremo es no haber entendido nada, sobre todo poniendo en el otro extremo ese angelismo germánico tan nocivo.
ResponderEliminar...tal vez no más que algo parecido a quitar el polvo de un mueble valioso...
ResponderEliminar...
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Junger es un bluff.
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