—Me parece que estoy anoréxico, porque me veo gordito…
Pero a Leonor no le ha hecho la broma ni pizca de gracia. Es más, me ha mirado con ganas de mandarme inmediatamente al endocrino. Viendo lo que se avecina, he sentado de nuevo mis principios:
—Vale, estoy dispuesto a cualquier régimen, pero el pan y el vino son sagrados.
Y más si cabe desde que el otro día, en moto, mientras hacía slalom entre los coches del atasco con Aquilino Duque (nada menos) de paquete, dejé atrás la furgoneta de una panadería con este logotipo:
El nombre comercial me tiene encantado. No sólo por sus resonancias dantescas ni porque el edén de mi infancia sean recuerdos de un patio de panadería, sino también porque ha empezado a servirme como jaculatoria eucarística, como trampolín de la alta fantasía.
¡Esta entrada tiene más miga de lo que parece!
ResponderEliminar¡Es buenísima!!!!
ResponderEliminarVaya, cuanta levadura llevan esos bollitos. ¡Han subido una barbaridad!
ResponderEliminarMuy bueno. (Incluso deberías cobrar por la publicidad).
ResponderEliminarAunque debo decir que para mí la revelación fue otra, la de la moto (y con el sr. Aquilino Duque atrás).
¿Anoréxico? Tú lo que tienes es mucho morro; y mucha gracia también. Pobre Leonor (por el morro). A mí hace un par de días el hijo de una compañera (diez años) me dijo muy educadamente: "Me parece que te noto un poco más de barriga". La infancia sí que es un panaíso perdido...
ResponderEliminarEres un pedazo de pan.
ResponderEliminarHablando de jaculatorias ecuarísticas (tiene razón Arp, ¡qué miga tiene!), me encantó la idea de Bloy de que la misa diaria es un imperativo que deriva directamente del "panem nostrum cotidianum" del Padrenuestro.
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