martes, 21 de agosto de 2007
Solidaridad
Si paseas a los perros a eso de las once de la noche, andas entre las pandillitas de preadolescentes que todavía no van de bares y se quedan de charleta y flirteo por los bancos de la urbanización. Como eres tan carroza, pasas entre ellos como el tiempo, al que no echan la más mínima cuenta. Y escuchas. Ayer con una lengua prácticamente bífida unas le estaban informando a uno que otros seguían metiéndose con él y llamándole "gordo". El muchacho era un encajador, y aguantó con dignidad. También es cierto que con aquella envergadura suya iba a ser difícil que lo tambalearan. Mis perros y yo seguimos de paseo, aunque pensando en Hobbes. Y esta mañana, por solidaridad con el chaval, empiezo un régimen.
¡Madre mía, he metido la pata! Soy yo otra vez. No había caido en que tu entrada de hoy lucía en su título tan bella palabra. Me explicaré: creía que la solidaridad era progre, de izquierdas, como los langostinos en bandejones (se comen en solidaridad con las abnegadas gentes del mar) y que la caridad había quedado para las derechas.
ResponderEliminarYo encuentro más cómoda la solidaridad porque en realidad no hay que hacer nada, sólo solidarizarse. La caridad exige actuar, porque manifestarse "en caridad con los compañeros de... (aquí incluir cualquier colectivo desfavorecido, o no, que esté de moda en este momento)" no tiene sentido y, además no está bien visto.
En fin, divago, pero es un tema que me apasiona, así que me callaré ya. Y me identificaré del todo, querido tocayo. Abrazos.
Enrique F. Bobadilla
Ninguna pata, Enrique. ¡Es que yo uso la palabra 'solidaridad' cum grano salis, exactamente igual que como me gustan los langostinos!
ResponderEliminarNo se está "gordo", se está "confortable" (como Horacio, Machado y Chesterton). A fuerza de repetirme esto, casi me tengo convencido. En todo caso, suerte con la dieta.
ResponderEliminarPor cierto, grandiosa entrada anterior. Pido las dos orejas y el rabo (lo que me recuerda el estofado de rabo de toro...)
Acogedor, la palabra es acogedor. Ay, yo támbién necesito bajar unos kilitos...
ResponderEliminarYa, igual por solidaridad el prefiere que le des lo que no te vas a comer tú...jeje
ResponderEliminarUn saludo
Qué malas son las murmuraciones: todos pierden.
ResponderEliminarPensando en Hobbes (y en tus perros), la clave debe estar en la ge que distingue al ladrido del aullido.