Ahórrense ustedes el esfuerzo de tratar de resolver el misterio de qué pasa por la mente del que no saluda. Nada: no pasa más que esa línea recta que los médicos identifican con el encefalograma plano. Porque, a ver, ¿cuesta dinero saludar? Parecería que sí, teniendo en cuenta que los muy hoscos son los más tiesos (en todos los sentidos). Pero no: saludar es gratis, de verdad. También es posible que se intenten prevenir —sobre todo a partir de cierta edad— las arrugas gestuales. Que se remedian con sencillez sustituyendo la sonrisa por una noble inclinación de cabeza o un levantar leve la mano. Habrá quien piense, me temo, que lo elegante es no saludar; pero que se fije en su Majestad el Rey, lo bien que lo hace. O quizá es que no quieran dar pie a una amistad íntima con el vecino. Se conoce que no han leído tampoco al indispensable Pla, que dejó sentado que hay amigos, conocidos y saludados: uno puede cumplir perfectamente con la tercera categoría sin tener por ello que pasar a mayores.
Quienes no saludan tienen una confianza ciega en su memoria. Justo la misma que los tontos en su inteligencia: oigo “Yo no soy tonto” y me echo a temblar. “No recuerdo que nos hayan presentado”, zanjan estos selectos memoriosos. ¿No? ¿Seguro, seguro? Además, ¿dónde está escrito que para saludar a alguien tengamos que haber sido presentados? Basta llevar cruzándonos por el barrio veinte años sin solución de continuidad, digo yo.
Dejemos aparte, pues, los motivos: todos acaban dando de plano en el encefalograma. Y es que, antes o después, ellos acabarán coincidiendo con el no saludado en una cola de la compra y les faltarán cincuenta céntimos o se les pinchará el coche o simplemente los sentarán juntos en la cena de una boda, y qué bochorno innecesario.
Siendo posible que quien se cruce con nosotros sea vergonzoso, o miope, o padezca astigmatismo snobicus, o al revés y tenga la vista cansada de tantas veces como le dejaron colgado un buenas, lo mejor es saludar sin dudar, enseguida, el primero. Nuestra solícita amabilidad será muy bienvenida (o dejará en evidencia al vaina, que también tiene su gracia). Seguir mi consejo implica el riesgo de saludar con entusiasmo a un total desconocido. No importa. Puede ser el comienzo —lo digo por experiencia— de una hermosa amistad.
[Joly]
Lo leo en el Málaga Hoy. Un saludo afectuoso.
ResponderEliminarP.R.
Efusivamente saludo este saludable elogio del saludo.
ResponderEliminarMi duda es: ¿a cuánta gente tenemos que saludar? ¿a todo el que pasa por la calle? ¿a todo aquel con quién nos crucemos?
En mi pueblo, en mi temprana (y ay, lejana) juventud la gente que se encontraba por la mañana temprano se daba los buenos días, ya fueran conocidos o no. Luego, ya mediada la mañana, con más gente en las calles, ya sólo se saludaban los coneguts y saludats. También había un (buen) párroco que iba por la calle saludando a todo el mundo. A los de la otra acera los saludaba con la mano. Pero supongo que el suyo era un saludo, digamos, apologético o apostólico.
Así que vuelvo a mi duda: los paisanos, los seglares, y los particulares que no somos políticos en campaña electoral, ¿cuánto debemos saludar?
Yo es que vivo en una calle muy transitada y, claro, me lo planteo. ¿Debo saludar también a los turistas?
Denme consejo.
Qué bueno. Yo me incluyo en el grupo de los miopes irredentos.
ResponderEliminarLa coquetería no me permite llevar las gafas puestas habitualmente (las dejo sólo para ver la tele, los números de los autobuses y los letreros de las calles y, la verdad, veo poca tele, apenas cojo autobuses y me sé las calles de mi ciudad al dedillo) así que siempre corro el riesgo de saludar a los desconocidos y de no saludar a los conocidos.
Yo también he optado por asumir el riesgo siempre que dudo. El problema viene cuando ni se me plantea la duda. Pido perdones públicos en ese caso.
En las ciudades pequeñas nos conocemos prácticamente todos y lo más cómodo y natural es saludar, aunque a menudo hay mucho despistadillo, víctimas del síndrome snobicus y memoriosos de esos que citas; y al final uno no sabe qué hacer. Yo pensaba que era cosa de los catalanes, que somos más fríos y sosos...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo. A todos nos va bien que nos recuerden que no es tan grave quedarse "plantado" con la mano en alto y la sonrisa.
¿Qué decir de ese viaje en el autobús, en el que te enredas en un pensamiento o aprovechas para seguir leyendo ese libro que tanto te ha enganchado, y de repente aparece Fulanito o Menganita y te jode el invento? Porque sí, pero no; hay trato, pero no el suficiente; se puede hablar de algo, pero no más allá de la típica conversación (¿?) de ascensor. Y así, ambos tirando de sonrisa de plástico, de miradas esquivas y de suspiros y mascullidos tipo “pues sí, pues sí”. Y qué decir de los que tienen un tono de voz alto y consiguen que a tu alrededor todos se enteren de que tienes tal problema de salud, estás estudiando no sé qué, trabajando en no sé dónde o tienes tantos hermanos. ¿Qué hay de la privacy?
ResponderEliminarEsta mañana, en el metro, línea 6 atestada y estropeada, va un señor mayor y me pregunta que cuánto mido. “1’95”. Yo tengo dos de 2’10 -me dice, orgulloso. Pues muy bien, no le he dicho. Las apreturas y las corrientes humanas que entraban y salían del metro me han permitido escabullirme.
Yo -seguramente a mi pesar- soy de los hoscos individualistas.
Firmado: Dr. House, M.D.
Buenas. Recuerdo haber escuchado de pequeño, a hurtadillas, escuchaba en las conversaciones de los muy mayores: "A fulano de tal le tengo retirado el saludo." Y desde mi inocencia percibía que algo grave les había conducido a esa situación, el saludo no se negaba sin motivos importantes.
ResponderEliminarEn ocasiones me saludan desde una moto con el casco puesto, siempre respondo, y algunas veces pasado el tiempo consigo descubrir la identidad del amable enmascarado.
Llevo toda la mañana saludando gente; un poco cansado al principio pero ya me he llevado de premio unas cuantas sonrisas extra.
ResponderEliminarY si además conoces el nombre del saludado, diciéndolo quedas como un rey.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho y ha sido super entretenido, me he reído un montón. Creo que esto nos ha pasado a todos que vas a saludar a alguien y hace como si no te conoce.
ResponderEliminarPor cierto quién no le saludó por la calle para que se inspirase tanto,je,je,je...
Mi experiencia es un poco similar a la de agus y a la de batiscafo. A mí también me pasa que soy muy despistado, confundo caras, y a veces no saludo a alguien con quien incluso en alguna ocasión he compartido mesa y mantel. Otras, saludo a personas que no conozco de nada. Se pensarán que estoy un poco majara, porque en ese caso no me limito a tomar el riesgo, sino que levanto la mano varias veces. Luego están los saludados intermitentemente, que me temo que se pensarán que soy un falso. Excepto con gente más conocida o amigos me sucede todo eso. Incluso con gente muy conocida, si estoy pensando en mis cosas, me doy cuenta sensorialmente de que están ahí, pero no reacciono, no por mala voluntad, sino por abstracción. No puedo, parezco un inútil.
ResponderEliminarDespués, claro, está la experiencia que cuenta agus. Vas en el metro tan tranquilo con tu libro. Eso, las veces que no está con un número de personas tres veces superior al máximo teórico, o no hay dos marujas gritando a dos metros. Y de repente, alguien que es la hija pecosa y con cara de pez del cuñado de tu vecino (no es el caso, por poner) se sienta a tu lado, y comienza a darte conversación. Y lo peor es que si intentas leer el libro, si después de la cortesía lo levantas tapándote ligeramente, como dándole a entender algo, le da todavía más rabia, y lo que en principio hacía por cretinismo lo hace ahora por malicia.
Por último, una categoría aún no incluida. Los "holaaa", los hola arrastrados como si pasasen de largo. Uno saluda con toda la ilusión del mundo, con el corazón abierto, y la otra persona dice "holaaa", y en ocasiones, después de pensárselo un poco, dice tu nombre. Casi mejor que no lo diga, en vez de demostrarte que necesita pensárselo. Eso pasa incluso con conocidos medios-medios y medios-altos. Desde luego, no con amigos, ni con amigos de hermana, ni amigos ni padres, ni familiares...pero ese es el último círculo, comprendido entre los conocidos medios-altos y los amigos.
1. En Sevilla sigo la norma de no saludar, sino de corresponder a los saludos que me dirigen; eso sí, correspondo muy efusivamente.
ResponderEliminar2. Cuando entro en cualquier sitio, siempre doy los buenos días, o las buenas tardes. Me tomo muy a mal que no me responda nadie.
3. Cuando voy por los pueblos chicos, me encanta cruzar saludos con los paisanos, aunque no los conozca de nada...
Salgo poco de casa. Cuando salgo/descorro, precavido, la cortina./Si encuentro en el rellano a una vecina/desciendo la escalera como un galgo./Intento mejorar, pero no valgo/para charla trivial y matutina/. Un rictus de sonrisa algo mohina/es todo cuanto logro. Y algo es algo./Si subo al ascensor y hay alguien dentro/vuelvo sobre mis pasos con un guiño:/He olvidado comprar una compresa.../Evito, por sistema, todo encuentro./Y tiemblo muy nervioso, como un niño, cuando existen problemas con Endesa.
ResponderEliminarSe llama timidez y para algunos es un problema, aunque se pueda ironizar sobre él. Hay quien no saluda por vacilación o vértigo, quien intenta saludar y no alcanza más que una sonrisa. Tiene bastante razón Baltanás. ¿A quién debemos saludar? ¿Saludamos urbi et orbe?. Es mi opinión que expreso, Enrique, con todo respeto, por aportar algo a esta interesante cuestión.
Saludos a todos, y para que no se diga, corresponderé uno por uno.
ResponderEliminarAfectuoso saludo a Málaga hoy, de vuelta.
Baltanás plantea el arduo problema de los límites. Mi clave está en la primera parte del refrán: en la duda. Si uno no duda, puede seguir resuelta y seriamente su camino. En todos los demás casos, ¡alehop! y hola.
Batiscafo va sin gafos y ahí va saludando a diestro y siniestro. Un ejemplo a seguir. Si un conocido se le desenfoca, esperemos que sea lector mío y sepa que también él tiene que saludar el primero de vez en cuando. Eso de esperar que sea el otro el que desenfunde antes es de peli del Oeste.
Sí, Inma, cuando nos dejen con la sonrisa colgada hay que saber reírse de uno... y del otro.
Yo también odio esas conversaciones forzadas por las circunstancias, Agus. Lo mejor contra ellas, es cogerle la práctica a ese holaaaaadiós que describe magistralmente nuestro contrarrevolucionario.
Perico Oteo me ha cogido en un renuncio del artículo, porque eso de "retirar el saludo" es algo estupendo que tendría que haber tratado. Ah, los límites de espacio de la prensa, con lo bien que uno se enrolla en el blogg... Yo sólo lo he retirado una vez en mi vida, y me arrepiento (aunque tenía razones), pero ahora ¿cómo se devuelve? Haces bien en saludar a los que llevan casco. Yo ya no puedo permitir ni una multa más y tengo que ir por ahí encasquetado... y saludando, por supuesto.
Hay una entrada fantástica sobre el tema en el blog de ARP. Como él es modesto no se autocita.
Je, je, Jesús, "como un rey": claro que sí.
Al anónimo podría contestarle que "el columnista es un fingidor" y quedar como una pessoa culta e intertextual, pero no: me dejó colgado el saludo el mismo tío de siempre, y yo dale que dale, hola que hola, a ver quién puede más. Ya se ríe hasta su novia o mujer, que no sé, pues sólo es un digamos saludado unilateral.
C-R, muy graciosa esa subdivisión entre los conocidos, que recuerda a las de las clases medias.
Joaquín, aunque no nos conocemos personalmente, cuando venga por mi pueblo, en vista de sus costumbres y las mías, nos saludaremos mucho, eh.
Al último anónimo le perdonamos que no nos salude jamás si su timidez le inspira sonetos como ése.
Con frecuencia saludo y me saludan perfectos desconocidos, al menos por un instante.
ResponderEliminarNo saber a quien saludo me produce cierta desazón en el momento. Sé que lo conozco pero...¿de que?.Después reconozco en mí una mezcla entre curiosidad por la identidad del saludando y verguenza al pensar en si al interfecto le da por pararse, hablarme y notar inmediatamente mi cara de jota.
Magnífico artículo. En Cercedilla nos saludamos todos. Yo saludo hasta al alcalde. No decir un "buenos días/tardes/noches" es un acto reprobable de pesimismo. Y decir "hasta luego" a un desconocido supone una agradable confianza en que, alguna vez, nos volveremos a encontrar.
ResponderEliminarPues muchas gracias por los saludos y respuestas individualizadas, que tiene mérito... y trabajillo.
ResponderEliminar¡Gracias por el nombre! No conocía tu blog, es magnífico. No coincidimos en Pamplonam, a ver si en alguna ocasión nos conocemos. Saludos desde la barra.
ResponderEliminar¡Pues muy bien!
ResponderEliminarY esperamos que alguna vez cuentes esa historia de cómo nació una amistad saludando...
"[...] un día que habíamos comido razonablemente y estaba
ResponderEliminaralgo contento, contóme su hacienda y díjome ser de Castilla la Vieja y
que había dejado su tierra no más de por no quitar el bonete a un
caballero su vecino.
-Señor -dije yo-, si él era lo que decís y tenía más que vos, no
errábades en quitárselo primero, pues decís que él también os lo
quitaba.
-Sí es y sí tiene, y también me lo quitaba él a mí, mas, de cuantas
veces yo se le quitaba primero, no fuera malo comedirse él alguna y
ganarme por la mano.
Parésceme, señor -le dije yo-, que en eso no mirara, mayormente
con mis mayores que yo y que tienen más.
-Eres mochacho -me respondió- y no sientes las cosas de honra,
en que el día de hoy está todo el caudal de los hombres de bien...."
Oportunísima cita, Dekarde, gracias.
ResponderEliminarYo, que cuando me esmero soy más razonable de lo debido (si no me equivoco habláis del lazarillo) siempre pienso que el escudero debía de haber vuelto a su pueblo, con su molino y su palomar (¿su hacienda era esa, no?) para por lo menos poder comer, y no andar pidiendo limosna por Toledo, que eso tampoco tenía que ser muy bueno para la honra.
ResponderEliminarlo de saludar, ¿se aplica en los blogs?
ResponderEliminar¿no responder mas que a provocaciones, mal o bien intencionadas, es saludar?
¿no es similar a ignorar al cruzarse por la calle el no abrir la boca en los blogs?
es solo una pregunta genérica, en absoluto referida al anfitrión, que sí que responde, casi siempre.