jueves, 20 de septiembre de 2007
Misterio
En el paso de cebra del cementerio, cebro el paso a una señora que salía con un precioso ramo de flores blancas. Un momento —pienso— que sale del cementerio con un ramo de flores... ¿No debería estar entrando, o saliendo, sí, pero sin las flores? Y se sonreía. Y yo me preguntaba si las habría birlado, quizá para una cita, aunque era mayor, o para el hospital, para una hermana. O tal vez las llevó a su difunto marido, y una vez allí, delante de la lápida, pensó que no las merecía de ninguna manera y se las traía, traviesa, al jarrón del saloncito. O quizá sintió que mejor que entre cipreses las dejaba a la Virgen de los Milagros, que así le aprovecharían más a su esposo, que le fue muy devoto... Ya había pasado ella con mucho el paso de cebra y seguía calle abajo con su ramo de flores blancas, tan contenta. El de atrás me pitó un poco y tuve que marcharme acelerando carretera adelante, con mi ramillete de dudas, intrigado.
Gran entrada. Da para un ramillete de cuentos. Yo voto porque el difunto no las merecía. Es la más literaria.
ResponderEliminarEstoy con Batiscafo, ¡para un cuento!
ResponderEliminarRizando el rizo, podría ser la antigua amante del difunto que se encontró a la esposa allí rezando (o viceversa) y tuvo que salir sin dejar su ramillete.
(Pero entonces no cuadra que se fuera "tan contenta"...)
Pues yo creo que fue su difunto marido quien le dejó las flores... Todos los miércoles, que fue el día de la semana en que se conocieron, él le baja desde el cielo un precioso ramo de flores. Y ella sonreía, porque cada miércoles son más bonitas que el anterior.
ResponderEliminar¿Y como podría no estar contenta? Las traía del futuro.
ResponderEliminarT. Carlyle
Puede que en la puerta del cementerio haya un vendedor de flores, y la hora en la que viste a la mujer, era la única floristería abierta o la que se encontraba más a mano. Sonreía viendo lo bonito que era el ramillete. Se alegraba de que las flores fueran baratas.
ResponderEliminarEstoy con batiscafo e Inma... Para un cuento, o una décima...
ResponderEliminarCruzó la acera sin prisa
-en la mano un blanco ramo-
dejando al aire el reclamo
de una tímida sonrisa.
Cada mañana va a misa
y luego, del camposanto,
saca un ramo, sin quebranto.
Son las flores que a su suerte
roba la vida a la muerte,
hurta la esperanza al llanto.
ESPINELETE
Maravillosa entrada, abierta a un montón de posibilidades intrigantes. La más prosaica y menos literaria, que tras haber comprado flores para el marido o pariente, se hubiera quedado con unas pocas más para darles un destino en el mundo de los vivos: llámese saloncito, Virgen de los Milagros, o lo que sea.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que la opción que más posibilidades ofrece es la de que el marido no las merecía, y por eso ella se marchó más contenta que unas pascuas.
Aunque otro personaje que me parece sumamente interesante, es el del conductor errático, que se detiene en el paso de cebra y le da por pensar en todas esas cosas... El magnífico narrador, que con su mirada nos lanza el foco sobre aquéllo que a él le interesa y le llama la atención de la realidad, para otros plana e insulsa, pero para él llena de misterios. Ese es el verdadero personaje de esta historia, que son cien historias.
Por favor, y que Espinelete diga de una vez por todas quién es. Eso sí que me tiene intrigada. (¿No será tu hermano Jaime?).
Yo me abstengo de proponer alternativas y me quedo con la intriga, pues desvelada pierde su gracia literaria. ¡Qué gran misterio!
ResponderEliminar¿No sería la muerta?
ResponderEliminar¿No le traería el precioso ramo sobre la tumba recuerdos tan intensos, que decidió volver a darse una vueltecita? ¿Quizá lo cogió, como una novia, para ir en busca de su desconsolado esposo y llevárselo con ella?
Y una pequeña observación al margen: "cementario". Observo que tiendes a atrancarte con "el ahora de muestra nuerte". Me parece, mira a ver.
Quizás sea un alma perdida, no malvada en absoluto, pero sí lo suficientemente traviesa para causar simpáticas confusiones a conductores poetas.
ResponderEliminarUps. Ahora mismo lo corrijo, CB. Muchas gracias.
ResponderEliminarTambién a Verónica y a CRM, que intentan, viejos amigos, salvarme el tipo. Pero lo cierto es que el mérito grande está en los comentarios: grandes microcuentos. Enhorabuena y gracias.
La décimanónima, estupenda; pero no creo que sea Jaime porque el muy vanidoso la firmaría como Fernando López de Artieta.
El enredo que propone Inma lo estropea, afortunadamente, la sonrisa, y menos mal porque eso nos llevaría a una novela del XIX.
El anónimo 10:38 lo borda, ¿no? Para José Mateos (léase Canciones) los poemas son las flores que nos dejan los muertos.
Anónimo/Carlyle pega un fogonazo estremecedor, ¿no?
El microcuento de Manupé es más realista, pero muy bonito también, con una emoción en minúscula que me gusta mucho.
Y CB se lanza al realismo mágico, que quién sabe si no será...
¡Qué misterio! Le deberías inventar un final a lo Padre Brown resolviendo el misterio...
ResponderEliminarMás ordinario: el cementerío estaba cerrado temporariamente por algún trabajo de mantenimiento. El encargado de avisar a los visitantes que vuelvan en 10 minutos es un tipo de gran tacto, que deja a los frustrados visitantes con una sonrisa en la boca...
Muy bien, J.I. Podemos imaginar que el encargado le dijo: "No se preocupe, señora, que su marido la espera dentro". Y que ella se hizo, desde luego, la circunspecta, pero que más tarde, cuando nadie --o eso creía-- la miraba, se le escapó esa sonrisa traviesa.
ResponderEliminarSería bonito, además, que día tras día, viese al encargado --las obras por aquí, y hablo con conocimiento de causa, se eternizan-- y él hablara cada vez más con ella, hasta que se enamorasen. Pensaría que el difunto lo había arreglado todo para que ella, a la que mimó siempre tanto, no se encontrara tan sola.
Me intriga mas la sonrisa que las flores...
ResponderEliminarHay que ser fimres convencidos de la vida eterna para salir del cementerio sonriendo
Esta mañana pensé: "las entradas de este E. son insuperables". Ahora, por la tarde, leídos los comentarios, diría que son extensibles, como ciertas mesas. Y no diré, para no ser hombre à la page, que son provocadoras, excitantes o incitadoras. Nada de eso, son "reaccionarias".
ResponderEliminarY enhorabuena, imaginativos "reaccionarios".
El cuento es la entrada con los comentarios. Como pa publicarlo todo al principio de un poemario, en plan cita rara...
ResponderEliminarDefinitivamente romántico, Enrique.
ResponderEliminar(Por cierto, si las obras fueran aquí en Argentina, la señora y el encargado tendrían nietos antes de que se terminen).
Podría ser la esposa de Iván Ilich...
ResponderEliminarAyer asistí a una Misa de Difuntos y el oficiante dijo que S. Agustín había dicho (no he ido a comprobarlo, claro): "Cuando visitéis una tumba, no llevéis flores, que se marchitan; no lloréis, que las lágrimas se secan. Orad..."
ResponderEliminarY me acordé de la señora que salió del cementerio con flores.
Ese es el final de un microcuento culturalista, querido tocayo. Ella recuerda a la frase, en latín por supuesto. Pero duda del autor, y vuelve corriendo a casa a comprobar si es de Agustín o de Tertuliano.
ResponderEliminarJaja. Espléndido.
ResponderEliminarQuizá es una viuda de esas de amor eterno y al comprobar que su amor sigue vivo -no así el marido- vuelve con las flores como recordatorio de su fidelidad más allá de la muerte.
ResponderEliminar¡Qué gozada de entrada y qué gozada de comentarios! Pena llegar un poco tarde.