viernes, 23 de noviembre de 2007

El dolor del antólogo

Voy ultimando mi antología de Pedro Sevilla para la colección de rayas de Renacimiento. Es un oficio duro éste de antólogo. Qué tristeza dejar atrás algunos pocos poemas, que tal vez piense uno, sin demasiada seguridad, que no funcionan del todo, pero que tienen momentos extraordinarios sin duda. Para intentar calmar los remordimientos, traigo aquí —a medias con el Barbero, aprovechando su método— lo que más duele que se me escape entre los dedos:

Del poema “Gloria marchita”:
No hemos hecho el amor, pero te debo un libro.
Es decir que te debo
unos días de otoño,
cierta felicidad y unos veinte poemas
dictados por la lluvia cuando más me dolías.
De “Maniquí”
En los supermercados —debe ser la opulencia—
me crece la ironía.
De “No era la lluvia, amor”
y lanzar improperios contra los jovencitos
que aguardan en la calle
—como tú en otros días, los zapatos
mojados de ternura— a una chica que llegue
con el pelo vertido como un jarrón de miel
sobre la espalda.

De “Naturaleza”
Les conté, en confianza, que me asusta la Luna
De “Consejos inútiles”
Tanta tarde gloriosa dilapidada en versos
Éstos de su primer libro, Septiembre negro (Renacimiento, Sevilla, 1992). Continuará.

13 comentarios:

  1. Anónimo8:31 a. m.

    Tengo una debilidad invencible por los versos perfectos (y simétricamente un odio feroz y desproporcionado por los cojos o mal medidos, que me arruinan la lectura sin remedio). Esos dos últimos alejandrinos seleccionados me revelan un oído gemelo.

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  2. A ver si me metes el amor por Sevilla en la cabeza, que aún no le he cogido el tino. Sí me gustan los títulos de sus libros, eso tan difícil...

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  3. ¡La imagen del jarrón de miel es buenísima! Casi no he leído a P. Sevilla, pero ya con ese apellido a mí me atrae una barbaridad. ¡No se puede ser tan sevillófila!

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  4. Lo de la miel es un acierto, sí, dificilísimo, porque hay que ser muy valiente para ser tan dulce. Pero ahí queda eso.

    Ignacio, veo que tenemos los dos oídos gemelos, uno para lo bueno y otro oído para el odio feroz y la ruina irremediable...

    Rocío, me animas con lo de la antología, que ya verás que poetazo.

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  5. Anónimo11:41 a. m.

    Ya somos más violentos, menos tristes.
    ¿Creo que sospechas algo?

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  6. ¿Eh?

    No sospecho nada, me temo.

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  7. Anónimo12:57 p. m.

    Espero esa antología con gran interés, sí. Vaya hoy la espineleta en homenaje al antologado:

    En el Sur de su apellido
    lleva un requiebro andaluz
    y la sombra hecha de luz
    de la tierra en que ha nacido.
    Su verso es como un latido
    desnudo que nada espera
    y repite a su manera
    en cada cielo que sueña
    el eco, de peña en peña,
    en su Arcos de la Frontera.

    ESPINELETE

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  8. Anónimo1:22 p. m.

    Suponiendo que la ternura mojase ¿usted elegiría un zapato?

    Un zapato tierno me llena la cabeza de imagenes olorosas...

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  9. Me interesa la de supermercado.

    El supermercado es uno de los lugares en que no puedo dejar de preguntarme, cada una de las veces que voy: ¿Qué hago aquí? ¿Qué es esto?

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  10. Anónimo6:08 p. m.

    La miel sí, pero los zapatos mojados de ternura son imposibles, dignso de un Pedro Guerra. Bien cortado eso.

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  11. Espero con ansia esta antología de mi amigo Pedro. Sé que te ha de doler mucho.

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  12. Una vida entera de tardes, los letraheridos.
    Qué bonito suena, jolín.
    Tanta tarde gloriosa dilapidada en versos

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  13. Tanta tarde gloriosa dilapidada en versos

    En verdad de antología. Y si hasta el poeta lo dice, que dirán (en fuerte o en silencio) esposos, esposas, novias y novios de los poetas...

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