Ufff, ayer metí un poco la pata con mi lectura apresurada del texto. No alcancé en una primera lectura su sentido último. Vaya esta en desagravio:
Es grave contradicción que inequívoca se nota que gustando la compota no se haga degustación. Yo miro con aversión la compota de ciruela. A ver si aunque el hecho duela y en cierto modo disgusta lo que pasa es que no gusta la compota de la abuela.
Mis amigos se vuelven locos con la serie 'Friends, dicen que tiene diálogos divertidísimos. Yo les digo que se escuchen a veces a si mismos, nada más surrealista y divertido que las conversaciones del día a día. Deberían grabarte una serie Enrique.
Mis amigos se vuelven locos con la serie 'Friends, dicen que tiene diálogos divertidísimos. Yo les digo que se escuchen a veces a si mismos, nada más surrealista y divertido que las conversaciones del día a día. Deberían grabarte una serie Enrique.
Yo creo que el problema de la compota está en su nombre. ¿A quien le puede gustar una cosa que se llama "compota"? Y en tomarla fría, que empalaga. Lo digo porque mi madre me daba tarros de compota de manzana que se acababan muriendo de asco, hasta que, harta de tirarlos, se me ocurrió cambiarle el nombre y servirla caliente y con la carne: Carne asada con puré de patata y Apfelmousse, o Pflaumenmousse, o loqueseterciemousse... y preguntaron si no quedaba más. Si además le añades un chorrito del coñac o el brandy de Macías, ése que se echa en la leche, verás como preguntas si hay más.
Es bueno, me acaba de venir a la mente gracias a ti, el caso que menciona Paul Watzlawick en "El arte de amargarse la vida":
Una mujer regala dos camisas a su marido. Éste, un día se pone una de ellas y su mujer, con una lógica aplastante, le dice: "¿Qué pasa, es que no te gusta la otra?"
Me apunto Paul Watzlawick y su "El arte de amargarse la vida". Espero que la recomendación no sea un angelical crimen perfecto, una sutil manera de arrastrarme al suicidio sin dejar huella alguna.
Aunque para contrarrestar el amargamiento siempre tendré la compota de la abuela de Leonor.
Es una recomendación angelicalmente perversa. Si es usted sensato, mide más de 1,68 y le gusta el pepinillo en vinagre disfrutará mucho con él (y también creo que lo hará por lo que creo que sé de usted, esto es, que es profesor y que está casado con la hija mayor de los príncipes -por cierto, hoy he visto en persona a sus suegros, han venido a mi lugar de trabajo, son muy simpáticos, deles recuerdos de mi parte). Puede disponer del libro en esta web con dirección tan jeroglífica (o también puede comprárselo, ¡qué demonios!, ¿quién soy yo para impedirselo?):
Ufff, ayer metí un poco la pata con mi lectura apresurada del texto. No alcancé en una primera lectura su sentido último. Vaya esta en desagravio:
ResponderEliminarEs grave contradicción
que inequívoca se nota
que gustando la compota
no se haga degustación.
Yo miro con aversión
la compota de ciruela.
A ver si aunque el hecho duela
y en cierto modo disgusta
lo que pasa es que no gusta
la compota de la abuela.
ESPINELETE
La lectura de ayer estuvo muy bien, y su décima. La de hoy también, aunque me deje (todavía más) en evidencia.
ResponderEliminarMis amigos se vuelven locos con la serie 'Friends, dicen que tiene diálogos divertidísimos. Yo les digo que se escuchen a veces a si mismos, nada más surrealista y divertido que las conversaciones del día a día. Deberían grabarte una serie Enrique.
ResponderEliminarMis amigos se vuelven locos con la serie 'Friends, dicen que tiene diálogos divertidísimos. Yo les digo que se escuchen a veces a si mismos, nada más surrealista y divertido que las conversaciones del día a día. Deberían grabarte una serie Enrique.
ResponderEliminarYo creo que el problema de la compota está en su nombre. ¿A quien le puede gustar una cosa que se llama "compota"? Y en tomarla fría, que empalaga.
ResponderEliminarLo digo porque mi madre me daba tarros de compota de manzana que se acababan muriendo de asco, hasta que, harta de tirarlos, se me ocurrió cambiarle el nombre y servirla caliente y con la carne: Carne asada con puré de patata y Apfelmousse, o Pflaumenmousse, o loqueseterciemousse... y preguntaron si no quedaba más.
Si además le añades un chorrito del coñac o el brandy de Macías,
ése que se echa en la leche, verás como preguntas si hay más.
Ahora que me fijo, qué tonta, lo que hay que hacer no es dar recetas, sino ponerle palmas ¿no?
ResponderEliminarUmm, CB, suena a deliciosa solución.
ResponderEliminarA mí sí me gusta la compotaaaa! Y sobre todo la de navidad con pasas, orejones, limón y canela. Tela.
ResponderEliminarEs bueno, me acaba de venir a la mente gracias a ti, el caso que menciona Paul Watzlawick en "El arte de amargarse la vida":
ResponderEliminarUna mujer regala dos camisas a su marido. Éste, un día se pone una de ellas y su mujer, con una lógica aplastante, le dice: "¿Qué pasa, es que no te gusta la otra?"
Me apunto Paul Watzlawick y su "El arte de amargarse la vida". Espero que la recomendación no sea un angelical crimen perfecto, una sutil manera de arrastrarme al suicidio sin dejar huella alguna.
ResponderEliminarAunque para contrarrestar el amargamiento siempre tendré la compota de la abuela de Leonor.
Es una recomendación angelicalmente perversa. Si es usted sensato, mide más de 1,68 y le gusta el pepinillo en vinagre disfrutará mucho con él (y también creo que lo hará por lo que creo que sé de usted, esto es, que es profesor y que está casado con la hija mayor de los príncipes -por cierto, hoy he visto en persona a sus suegros, han venido a mi lugar de trabajo, son muy simpáticos, deles recuerdos de mi parte).
ResponderEliminarPuede disponer del libro en esta web con dirección tan jeroglífica (o también puede comprárselo, ¡qué demonios!, ¿quién soy yo para impedirselo?):
http://216.239.59.104/search?q=cache:OeR-fuzGy8AJ:www.opuslibros.org/PDF/Paul%2520Watzlawick%2520-%2520El%2520Arte%2520de%2520Amargarse%2520la%2520Vida.pdf+el+arte+de+amargarse+la+vida&hl=es&ct=clnk&cd=1&gl=es
Como un guión de cine, sólo que sin indicaciones sobre el comportamiento de los actores. Es muy interesante...
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