Hay que tener cuidadito porque nunca es lo mismo lo mismo: una variación, un matiz, una morcillita, y el ¡oh! queda desacompasado. Los que repiten -repetimos-, salvo casos más tristes y degenerativos (más todavía), normalmente tienen -tenemos- un problema con la famosa función fática -la de "hay contacto, transmisión OK"-, y es que tendemos a interpretar mal el silencio del interlocutor, nos parece que si no dice ni mu es porque anda en Babia y no ha escuchado. Es posible, lo confieso, que sea por aquello del ladrón que cree que todos son de su condición, de su condición aficionada a Babia, pero qué os cuesta un simple "ajá", un claro claro, incluso un "no creas". ¿A que no exclamaste esos precisos "¡Oh!" a la primera?
Me cuentan otra vez lo mismo, pero curiosamente cada vez más despacio, o por lo menos a mí cada vez se me hace más lento y de repente ¡oh! ya se ha terminado.
Disculpa el comentario, Enrique, me salió la madre (de casualidad te libraste del capón). Forma parte del síndrome de madre el no sentirse escuchada y repetir las cosas. Esta misma mañana, en la panadería, la señora que iba delante pide una baguette doradita y, según se vuelve la chica hacia los cestos, repite: "doradita, cariño, ¿me has oído?" Otra, me he dicho. Lo siento.
Nada que disculpar, C. Justo lo contrario: no escribía yo la cosa para las repeticiones domésticas (Dios me libre, con lo que me gustan) sino para las ídem académicas o culturalistas. Que son las que exigen más "Ohs".
¡Ohle!
ResponderEliminarMe contó la misma historia;
ResponderEliminarcomo yo ya era distinto
me pareció que era otra.
¡Qué bien mirado y con qué arte! Así no cabe la rutina ni la impaciencia. Gracias por el enfoque.
ResponderEliminarYo gasto cierta ironía...
ResponderEliminarLa de González Romano
es más buena que la mía.
Pare el carro, señor Máiquez,
ResponderEliminarque la suya es la primera
y va cargada de arte...
Siempre me cuenta lo mismo
ResponderEliminarpero yo la quiero tanto
que me parece distinto
Hay que tener cuidadito porque nunca es lo mismo lo mismo: una variación, un matiz, una morcillita, y el ¡oh! queda desacompasado.
ResponderEliminarLos que repiten -repetimos-, salvo casos más tristes y degenerativos (más todavía), normalmente tienen -tenemos- un problema con la famosa función fática -la de "hay contacto, transmisión OK"-, y es que tendemos a interpretar mal el silencio del interlocutor, nos parece que si no dice ni mu es porque anda en Babia y no ha escuchado.
Es posible, lo confieso, que sea por aquello del ladrón que cree que todos son de su condición, de su condición aficionada a Babia, pero qué os cuesta un simple "ajá", un claro claro, incluso un "no creas". ¿A que no exclamaste esos precisos "¡Oh!" a la primera?
"¡Glup!", eso es justo lo que digo,
ResponderEliminarque yo lo escribí con guasa
y usted con gracia lo ha escrito.
Me repetía su historia,
ResponderEliminary yo "sí, oh, ah, bien, uf..."
y parecía otra cosa...
Un gentleman.
ResponderEliminarMe uno a CRM con ese "¡ohle!"
ResponderEliminarCB, no interpretes mal mi silencio, eh. Que yo siempre te escucho atenta, provechosamente.
ResponderEliminarMe cuentan otra vez lo mismo, pero curiosamente cada vez más despacio, o por lo menos a mí cada vez se me hace más lento y de repente ¡oh! ya se ha terminado.
ResponderEliminarDisculpa el comentario, Enrique, me salió la madre (de casualidad te libraste del capón).
ResponderEliminarForma parte del síndrome de madre el no sentirse escuchada y repetir las cosas.
Esta misma mañana, en la panadería,
la señora que iba delante pide una baguette doradita y, según se vuelve la chica hacia los cestos, repite: "doradita, cariño, ¿me has oído?" Otra, me he dicho.
Lo siento.
Nada que disculpar, C. Justo lo contrario: no escribía yo la cosa para las repeticiones domésticas (Dios me libre, con lo que me gustan) sino para las ídem académicas o culturalistas. Que son las que exigen más "Ohs".
ResponderEliminarCon esa última aclaración me gusta mucho más la bulería. ¡Qué razón lleva!
ResponderEliminar¡Qué buen momento de rutina (de rutina de la buena) cuentas!
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