Con mis clases en el instituto, pretendo, además de sobrevivir (en todos los sentidos), insuflar algo de lirismo en las almas de mis alumnos de FP. El empeño a veces se despeña. Otras no. Pero ayer sí. Mientras dirigía fugazmente la atención de mis alumnos de Soldadura hacia el arpa del salón en un ángulo oscuro, silenciosa y cubierta de polvo, observé como uno, con peinado de cresta de indio hurón y completo surtido de piercings, le hacía a otro, más autóctono, con melenita flamenca y tatuaje de Camarón en el antebrazo, el signo de que me faltaba un tornillo.
Supongo que estas cosas van minando la salud y la moral de los profesores. Por ahora, no la mía. Contra que me llamen loco estoy bien vacunado gracias a don Miguel de Cervantes. Don Quijote es inagotable porque nunca terminaremos de resolver el conflicto entre heroísmo y majadería o caridad y sinrazón que su figura nos plantea. En lo que sí estoy con él sin ninguna sombra de duda es en el esfuerzo y el ánimo. Cuando uno ve claro su ideal, no está bien que ande titubeando porque algún cabrero (o soldador) no le entienda a la primera de cambio. Es más, la incomprensión de muchos suele ser un indicador particular de acierto. Mejor sería, claro está, que todos se entusiasmasen y que aplaudiesen a rabiar a quien les señala lo bueno y lo hermoso; pero no suele ser.
Y todavía más. Aquel gesto de aquel alumno fue casi una caricia, si me permiten el exceso de optimismo. Precisamente entraba en clase pensando en la escasez que tenemos hoy en España de quijotes. Me habían contado las bromas (por llamarlas de algún modo) que soportan unas monjitas cuyo convento ha quedado en medio de una zona de movida nocturna. Luego estuve leyendo sobre el creciente problema del abuso escolar. Que pululen bestias pardas no me entristece tanto como caer en la cuenta de que no sale nunca nadie a pararles los pies, aún a riesgo de llevarse algunos coscorrones.
El coscorrón es la condecoración de don Quijote, y que le tomen por loco lo más natural. Qué honor, no me digan, que me asimilen de algún modo al ingenioso hidalgo. Y más y mejores caballeros necesitamos. Personas normales y valientes que afronten los riesgos que sean menester por defender a los desvalidos. Pongamos anuncios: “Se buscan Quijotes”.
Gente descomunal y soberbia esa con la que trata, amigo Máiquez.
ResponderEliminarUn gran artículo, de los mejores que has escrito, y mira que es difícil elegir.
ResponderEliminarEstoy con usted. Yo no soy profesora, pero, en mi eterno afán de intentar demostrar a quienes me rodean la inmarcesible belleza de muchas cosas que a mi me apasionan, me encuentro habitualmente con rostros marmóreos e indiferentes. No gestos burlescos, en este caso (o eso creo) pero sí una demoledora indiferencia e incompresión. ¿cómo es posible?. ¿Cómo explicarle a un burrro que en el prado, además de pasto, hay un paisaje?
ResponderEliminarDemos una clase tal que las que la escucharen nos tomen por locos. La razón de la sinrazón no podrá nunca con nosotros. Non fuyamos de la tarea, que -a pesar de las leyes- es muchas veces gratificante. Mejor un gesto de locura que otro de indeferencia:
ResponderEliminarNo te apures si un chaval
te mira y te llama loco:
al menos te está escuchando:
como está el patio, no es poco
Y todavía lo del paisaje, que ahí está a la vista, puede tener un pasar; pero ¿cómo decirle al burrro que ese pasto es verde, de cor de limâo, assim sâo os olhos do meu coraçâo?
ResponderEliminarY es que ya lo decía Camôes:
Gados, que pasceis
com contentamiento,
vosso mantimento
nâo no entendeis:
isso que comeis
nâo sâo ervas, nâo:
sâo graças dos olhos
do meu coraçâo.
Sí que duele sí, y desmoraliza un poco, porque el que comparte algo así no está ofreciendo una cita ni una pedantería muerta, sino una emoción. El que habla de arpas y flores y pájaros, y no lo hace desde la musicología ni la botánica o la zoología, se pone en una situación especialmente vulnerable, la burla duele más.
Pero desde luego peor es lo de las monjas en medio del botellón. Y allí siguen, adorando y rezando por que los chavales no se echen a perder del todo. Yo las he visto en Salamanca, adorando al Santísimo toda la noche por turno, siempre una figurita blanca arrodillada tras la reja de la clausura, con el vocerío y todo lo demás de fondo. Y no se van porque dicen que ése es su sitio.
Cosas veredes...
ResponderEliminarA lo mejor es que tus alumnos son más de "Fito y los fitipaldis" cuando dicen aquello de:
ResponderEliminar"¿Qué te metes Don Quijote
pa flipar con los molinos?
Los ojos como el Coyote
cuando ve al correcaminos"
Saludos
Uno de los más generosos comentarios que han escrito, Arp, y mira que es difícil elegir. Nunca fue caballero de damas tan bien servido: qué hermosos comentarios de CB y de donna Angelicata. Gracias a los tres.
ResponderEliminarMe he reído (por no llorar) con la copla de mi colega. Como está el patio, no es poco.
Y sí, Tato, me temo que son más de Fito y fitipaldos... Aunque hay de todo, todo hay que decirlo.
Al menos tee scuchó y se formó su opinión. Eso, con los tiempos que corren hace de tu soldador un pequeño Séneca, por lo menos. Que tiemble Pepiño Blaco, que le mueven la silla.
ResponderEliminarFito y fitipaldis está tela de chulo (por usar el léxico ambiente). Y el artículo, de exposición.
ResponderEliminarPuestos a elegir, mejor que lo tomen a uno por loco y lo comparen con Don Quijote, para mí sería un piropo casi. Habría que estudiar, al final de la novela, quién se ha reído de quién...
ResponderEliminarSancho acabó convencido de las sinrazones de su amo:
"No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía".
Aún mantengo la ingenua esperanza de que no todo sea clamar en el desierto.
Lo mejor, siempre, tu optimismo "impenitente".
ResponderEliminarCreo que fue Montesquieu quien dijo que para triunfar en esta vida hay que parecer loco y ser sabio. Enhorabuena, no vas por mal camino.
ResponderEliminarYo no sé si es muy gallito o muy cristiano, pero, si en una de mis noches óyese o viese a alguien una de esas "bromas" a una monja, el bofetón que la arrearía a tal individuo con el vigor de mis 26 años no sería poco. Luego, como no soy de gimnasio sino de biblioteca, igual me daban una tunda. Pero no iba a dejar yo al villano sin pagar su entuerto, ahora que hablamos del Quijote.
ResponderEliminarEn cuanto a ti, Máiquez, tienes mucha razón pero, como sé que en ese momento igual te sentirías dañado, te envío mi más amistosa solidaridad, de corazón. Un abrazo.
Genial. No sé si lo luego lo reprendiste, pero hubiera sido desconcertante para él que le digas un "gracias" (claro, cómo le explicabas después).
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