Escribe Jünger: “Si uno se consiente una vez un retruécano, una observación insulsa, habrá con seguridad alguien al que precisamente sea eso lo que le gusta”. No podría estar uno más de acuerdo, por amplia experiencia propia. Pero Ernst sigue: “Asimismo se encontrará también quien se burle de los pasajes realmente hermosos”. Asimismo de acuerdo, si me perdonáis ahora la vanidad. Lo malo viene cuando Ernst Jünger se empeña en añadir: “Lo más desagradable es el primer caso”. Vaya, ante esto no me queda más remedio que agachar la cabeza y confesar: —Pues será lo más desagradable para ti, Jünger, macho.
Si ya lo decía yo que ese Jünger no era trigo limpio: ¡mira que afirmar lo segundo y quedarse tan ancho!
ResponderEliminarTrigo limpio o regular, sí que es un trigo con una autoestima considerable y una seguridad en su propio juicio pasmosa. Para mí que lo segundo no es lo peor, sólo un poco de la vanidad irremediable de escritor. Lo tremendo, ¿no te parece?, es lo tercero: decir que a él, ea, lo que le molesta y aburre es el aplauso no merecido del todo, mucho más que las burlas injustas. Y uno en teoría lo entiende, claro, pero en la vida misma, no sé, cuesta mucho creérselo. Practicarlo ya ni te cuento. Qué humano resulta Cervantes, por contraste, con su humilde y misericordiosa ambigüedad.
ResponderEliminarJünger nos avisa de los peligros de la adulación: si caemos en lo fácil y alguien lo aplaude, corremos el riesgo de continuar por esa senda, hasta perdernos del todo. Nada agradezco más que alguien que me alerte, ante las alabanzas vacías, de que tenga cuidado, que por ahí no es. Dicho lo cual, a mí me desorienta mucho más una burla ante un pasaje que entiendo muy logrado (si procede de quien tiene criterio, claro), porque es entonces cuando te asaltan las mayores dudas acerca de tu propia capacidad.
ResponderEliminarPues no, no estoy de acuerdo tampoco con Junger. ¿Cómo tragar medianamente el que alguien saque defecto a lo realmente hermoso?
ResponderEliminarEs un caso de necedad mayor que el primer caso. Opino yo.
Pues yo estoy de acuerdo, totalmente, con él. Cosas de la perspectiva.
ResponderEliminarLa actitud de Jünger sería (no lo conozco) propia de un tipo poco humilde en el sentido de que no reconoce que sus "ordinarieces" le pertenecen, que si escribió algo de baja calidad fue él quien lo consintió, como dice, y precisamente al consentirlo debe tener la cuota de humildad suficiente para que se congracien con él otras personas que pueden no tener su supuesta "extraordinareidad".
ResponderEliminar¡Jo, troll, qué tío tú también!
ResponderEliminarSeamos positivos. Igual lo que le molesta es que lo primero quede más camuflado y lo segundo sea muy evidente. Es decir si algo es hermoso y uno rebuzna al hablar de ello, pues se le ve qué herradura calza. Y lo bello seguriá siéndolo. Si un memo le regala a uno la oreja, igual la inflamación de la vanidad te hace tomarte en serio la tontada. Aunque como "desagradable", pues si, es un castañon lo segundo, Jünger, tronco, EGMáiquez, colega.
ResponderEliminarSí, cuando uno ve algo como verdaderamente hermoso, de inmediato nos sobreviene esa pregunta de: "¿Cómo diablos el otro no lo ve?". Seguramente es que es un imbécil -pensamos-. ¿Cómo no apreciar semejante belleza inmarcesible?. Enrique, gracias a su entrada, me ha hecho usted reflexionar acerca de si hay belleza que es objetivamente objetiva. No sé si me explico, pero me gustaría pensar que hay cosas que son bellas más allá de la subjetividad de cada uno, cosas inmutables, cosas como... como... ¿Acaso Bach o Mozart no son bellos más allá de gustos? -por poner tan sólo un ejemplo.
ResponderEliminarbueno, es que tampoco es fácil saber cuando los halagos son sinceros. No es que la gente vaya por ahí diciendo:
ResponderEliminar¡Bravo! ¡plas, plas, plas! ¡qué malo éres! ¡plas, plas, plas! ¡que comentario más ridículo! ¡plas, plas, plas! ¡te aplaudo porque los demás lo hacen y me dá corte!
Claro, que si lo hiciéramos así...supongo que si que nos ofendererían los falsos piropos.¿no?
La actitud del que se burla es negativa, la actitud positiva del que afirma positivamente lo inferior resulta incomparablemente más peligrosa, justamente por su índole positiva. No hay que temer lo que no-es. Acaso por esto el ángel caído, negativo, no puede vencer pero una de sus más características estrategias consiste en investirse de positividad. En esta ocasión, estimado García-Maiquez, creo qeu E. Jünger vuelve a acertar.
ResponderEliminarPor partes: desde el punto de vista humano, y en lo poco que como juntaletras puedo compartir, toda la razón a Enrique. O sea, no te jode el superhombre. Él no tiene vanidad, él es un creador puro, un servidor de la musa. Dan ganas de tirarle un cubo de agua en lo alto o algo.
ResponderEliminarAhora bien, pongámonos teóricos. Lo primero es más dañino. Si te alaban lo peor de ti empezarás a darles más de eso, y a creerte que en realidad no es tan malo. El desprecio de lo bueno no es tan peligroso, puede desanimar pero eso se pasa.
(Pero si nos fijamos bien no dice peligroso ni dañino, dice desagradable, el presuntuoso teutón)
Ahora que me doy cuenta, eso lo han dicho ya tres o cuatro comentaristas...
ResponderEliminarJünger forever, pero forever, forever vamos.
ResponderEliminarSiempre he pensado, del amigo Jünger, que se las daba de vivir un piso por encima del resto. De todas formas, no le quito la razón en el comentario que has traído a tu página.
ResponderEliminarUn saludo, Enrique. Meses sin "verte"!