lunes, 28 de abril de 2008
No me cuentes penas
Ayer, mientras picaba la antigua reseña pictórica que tenía a mi abuela como protagonista involuntaria [y, por lo visto setenta y tres años después, secretamente halagada], mientras la picaba, digo, me picaba la envidia. O tempora, o mores, cuando se podían escribir críticas mordaces con toda naturalidad en la primera página de un periódico, y no estos tiempos rosáceos, en que un reparo de más, tralará, te cuesta el puesto de crítico, o eso parece. Leyendo Vista cansada, que tiene una buena, mala, quiero decir, reseña, lloraban mis ojos cansados. Y entonces se me apareció mi conciencia en forma virtual —y virtuosa siempre— a cantarme, ahora que hay feria en El Puerto, esta severa sevillana: "No me cuentes penas, / cuéntame alegrías, / que yo a nadie le cuento / las penitas mías". Porque, a qué viene quejarme, me amonestaba, si las reseñas que quiera las puedo publicar en esta tormentosa bitácora, sin más dibujos. “Claro que pierdo los 50 € que ganaba y los libros que me enviaban las editoriales”, apostillé yo a la cantarina conciencia. Y ella, dándome media verónica, embestía: “Esos 50 €, ¿no te los gastabas tú en una cena? Pues recuerda que estás a régimen, muchacho, y agradece su pérdida, que buena falta te hace”.
Ah, qué sabia esa conciencia. Llévatela a la Feria, seguro que cambia de idea.
ResponderEliminarSaludos.
La conciencia, esa cantarina -a veces tortuosa- voz que nos recuerda que siempre hay dos entes dentro de nosotros mismos. Y uno de ellos lleva la razón.
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