Mis tíos José María (que además era mi padrino) y Beatriz me traían siempre unos cuentos extraños, sin ilustraciones o con pocas y en blanco y negro, y encima, por lo general, bastante gordos. Por suerte, en medio de la fiesta, no podía mostrarme desilusionado más de una décima de segundo: tenía amiguitos que atender y muchísimos más paquetes que abrir. Mis tíos nunca me lo notaron.
O no les importó. Me regalaban, además de los cimientos de mi biblioteca, una futura nostalgia por mi infancia y hasta por todos aquellos otros regalos brillantes, enseguida arrumbados, pronto perdidos. Mucho después yo abriría la Segunda Antología de Juan Ramón Jiménez, El principito, desde luego, Obras escogidas de Rabindranath Tagore o Romances de Góngora con una emoción muy honda, recuperando con una sonrisa aquel instante mío tonto de decepción y extrañeza.
Mañana hace la Primera Comunión el primer hijo de un amigo. Le regalaré la Divina Comedia, nada menos. Con esta dedicatoria: “Este libro, Rafa, sólo lo leerás dentro de muchos años. Cuando lo abras, ese día, recuerda que para alcanzar el Paraíso —hoy estuviste en él— no hace falta atravesar el Infierno ni el Purgatorio”.
Confieso que estoy encantado con la idea de imitar a mis tíos. Pero no llego a su heroísmo, y sumaré a mi regalo bibliófilo una cometa acrobática muy chula. Que, al fin y al cabo, también es un regalo de muchos vuelos.
Qué barbaridad, qué regalo más osado para un niño, cómo se te ocurre regalarle... ¡una cometa acrobática!
ResponderEliminar¡¡¡Vaya con la dedicatoria!!!... ese niño cuando sea mayor se acordará de ti... ¡¡¡fijo!!!
ResponderEliminarY yo, ¡que ya soy mayor! te felicito por la genial entrada .
¡Y la Play Station! ¡Y la Nintendo DS! (espero que estás dos exclamaciones interrrogativas no le salten a los ojos, al ver tus regalos)
ResponderEliminar¡Me encanta la dedicatoria!
ResponderEliminar¡Madre mía!, si algún familiar mío me hubiera regalado la Divina Comedia con ocho años, ¡y con semejante dedicatoria!, el universo habría quedado unos segundos en suspenso y ya no sé si se hubiera restablecido para mí. Qué regalo tan maravilloso y que pena que este año no tenga ninguna comunión a la vista para copiarle descaradamente (con su permiso, siempre con su permiso).
ResponderEliminar(A ver si ahora blogger me deja)
ResponderEliminarQue genial solución. El dilema lo tengo yo también con los reglos para una ahijada. Las últimas veces opté por unos buenos libros que estuvieron en sus manos sólo unos segundos (frente a algunas fugaces ropas de moda que podrían haberle generado una alegría mayor en el momento). Espero que algún día le sirvan, mientras tanto ya pienso en hacer lo que tu, doble regalo.
El año pasado le regalé a mi sobrino una edición antigua, preciosa, de "La Pagoda de Cristal" del Capitán Gilson.
ResponderEliminarEn la dedicatoria le escribí algo así como que algún dia descubriría la joya que tenía entre sus manos.
Veo que tuviste una infancia de regalos fructíferos. Y qué ciego está uno a esos años.
en la comunión hay que hacer ese tipo de regalos, hombre. ya habrá tiempo para nintendos.
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