lunes, 6 de octubre de 2008

Aldabonazo Newman

El mismo día en que decido no transplantar al blogg mi artículo en Alba sobre Newman por pereza de las polémicas y por miedo a molestar, el mismo John Henry, por la tarde, me pega desde 1834 y su sermón en la fiesta de san Bartolomé, apóstol, un aldabonazo en la conciencia de no te menees:
Me temo que hemos de admitir que nuestra amabilidad, en vez de ser directamente regida y sostenida por los principios, con demasiada frecuencia se convierte en algo lánguido y vacío de significado, que se ejerce sobre aspectos que no son pretinentes u oportunos y que, por tanto, nos hace incurrir en una falta de caridad por dos razones: primero, porque nos lleva a ser indulgentes con los que deberían ser amonestados y, segundo, porque nos lleva a preferir consolarles a ellos en vez de a los que lo merecen realmente.
En comentarios reproduzco inmediatamente mi artículo.

7 comentarios:

  1. SALIR DEL ARMARIO

    Contra los homosexuales no tengo nada, he afirmado siempre. De hecho entre los artistas y escritores que admiro con fervor hay un buen puñado de ellos. Otra cosa es que moralmente desapruebe la práctica de la homosexualidad, pero eso no tendría que ofenderles. Primero porque son muchas las cosas que desapruebo, y a nadie parece importarle un pimiento. No sé por qué tendrían que ser diferentes los homosexuales. Y en segundo lugar, porque muchos homosexuales no aprueban bastantes de mis prácticas y creencias. Váyase lo uno por lo otro, y todos tan contentos.
    Además, lo discreto ha sido siempre no estar tan pendiente de la vida privada del prójimo. Yo no comento con mis amigos ni con mis conocidos ni de mis saludados sus costumbres sexuales. Quizá por eso, a pesar de tener trato con gentes muy diversas y de poseer unas firmes convicciones ortodoxas, nunca he tenido problemas.
    Bien. Pero ha llegado el momento de salir del armario. Quiero confesar aquí el único prejuicio que sí tengo contra los gays y las lesbianas y etc. Me cuesta perdonarles el velo de sospecha que han cernido sobre cualquier amistad íntima. Voy por la calle y veo a dos chicas que andan abrazadas o a dos muchachos que entran en el cine, y pienso: son homosexuales. Y me da mucha rabia pensarlo.
    Si no lo confesé antes, fue porque me sentía culpable de mis precipitadas suposiciones. Si lo confieso ahora es porque voy viendo claro que son algunos activistas gays —no todos los homosexuales, por fortuna— los que practican este expansionismo de la sospecha de la homosexualidad a costa de la amistad íntima en el que caemos nosotros. Meten corriendo en el armario a cualquier pareja de buenos amigos, sobre todo si ya están muertos, para sacarlos del armario después a bombo y platillo.
    Cuando leí a uno que se le había ocurrido que don Quijote y Sancho eran gays porque andaban siempre juntos por La Mancha, pensé: qué chorrada. Pero ahora que, aprovechando la amistad del Cardenal Newman con su secretario, quieren boicotear su proceso de canonización, me rebelo.
    Urge que defendamos a capa y espada la existencia de una amistad sin recovecos y que nos dejemos de sospechitas y presunciones. Por respeto a la memoria de los muertos y por nosotros mismos, para que disfrutemos sin superposiciones de uno de los dones más grandes de la vida.

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  2. Sobre la cuestión, además del espléndido artículo de EGM, recomiendo este otro:
    http://www.elsemanaldigital.com/articulos.asp?idarticulo=87789

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  3. Un gran artículo necesario. Y que pronto veamos al gran Newman en los altares.

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  4. No puedo aplaudir más tu artículo porque no tengo más manos. Llevaba tiempo con la misma rebelión y siento el mismo rechazo que tú a lo que sucede hoy con Newman y su secretario. El velo de la sospecha, en tu caso, se queda en una rectificación que te honra, pero en muchos otros lugares, da pie a una vigilancia artificial que siembra escrúpulos y vilezas donde no hay sino manifestaciones normales y estupendas que ha habido siempre entre amigos. Escribe Jutta Burgraff en La libretad vivida, que muchos tendrán responder más del bien que impidieron que del mal que cometieron. Por ahí van muchos tiros. Es mucho mayor el daño que se hace tiñéndo las cosas buenas del color de la sospecha. Menudo 2x1. Me uno a lo que dices en tu artículo y te agradezco que te hayas decidido a ponerlo aquí.

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  5. Qué razón tienes. Y cómo me gusta compartir con Arp y contigo, dos bloggeros que admiro tanto, mi gran admiración por Newman. El gran Newman.

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  6. Enrique,

    me uno a tu prejuicio. Es muy molesto que ahora todo cariño esté bajo sospecha. ¡Al rato hasta mi perro y yo vamos a tener que andar escondiéndonos de las miradas ajenas! Porque te aseguro que él está en verdad enamorado de mí, y cuando se porta bien, yo de él.

    Alfredo

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  7. Anónimo9:24 p. m.

    Sí que tenemos algo en contra Enrique. Desde el mismo momento en que defines por sus preferencias sexuales a un determinado grupo ya estás apartando, señalando, estableciendo una diferencia.
    Eso de que entre los artistas y escritores que admiras con fervor hay un buen puñado de ellos..... y si no fueran homosexuales que,¿dejarían de ser artistas, escritores o dejariás de admirarlos con fervor? No veo la diferencia y no encuentro la justificación para la etiqueta.

    Que conste, yo hago lo mismo, pero tal vez pensándolo.....a lo mejor no soy tan igualitario como pensaba.
    A más ver.

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