jueves, 11 de diciembre de 2008

Otro jueves

Salgo con tiempo de sobra, pero el tráfico se espesa inesperadamente, como siempre. Ya estoy mirando al reloj como si fuese un cronómetro. Según el color de los semáforos pienso “No llego” o “Sí llego”, deshojando la margarita a ritmo de embrague. Y lo peor me espera allí: el aparcamiento impracticable.

Llego al sitio y empiezo a dar vueltas. Muy cerca, pero en dirección prohibida, descubro un sitio tan amplio que incluso yo podría meterlo a la primera. Pero para llegar aquí tendré que dar toda la vuelta a la manzana. ¿Me lo quitarán? Desde Adán y Eva, las manzanas son peligrosísimas. Acelero un poco, lo que puedo: delante tengo un coche verde y lento y, más allá, otro blanco. El blanco no puso el intermitente: uno menos. El verde, sí. ¿Lo habrá visto él también? Le piso los talones.

En el paso de cebra se nos interpone una familia numerosa. Mientras empujan el dificultoso carrito, he de hacer un esfuerzo por mantenerme fiel a mis principios profundamente natalistas. Me mantengo. Cuando vuelven a cruzar para recoger al abuelo, que espera al borde de la acera, ponen a prueba mi frontal rechazo a la eutanasia. La rechazo. Ya han cruzado todos, por fin, y acelero. Doy una curva cerrada y allí está esperándome mi sitio, el mío, todavía. Aparco a la segunda. Miro el reloj. Seis minutos tarde. Casi puntual. Uf, respiro. ¿Quién dijo que los jueves son rutina?

5 comentarios:

  1. Son rutina, pero la conviertes en "prosa heroica" (guiño, guiño).

    ResponderEliminar
  2. Voy a guardar las sonrisas-risas-carcajadas enriquegarcíamaizqueñas en una cajita especial, para los días sombríos.

    ResponderEliminar
  3. Anónimo6:31 p. m.

    Conviertes los jueves en lo que son etimológicamente: joviales

    ResponderEliminar
  4. Eso te pasa por leer a Chesterton: "El hombre que fue Jueves".

    ResponderEliminar
  5. Anónimo11:12 p. m.

    Lo de la familia al completo cruzando el paso de cebra me ha parecido un gag felliniano. Genial.

    ResponderEliminar