Estoy seguro de que José Antonio Muñoz Rojas no pensaba escribir un haiku en 1952. De hecho, estaba haciendo un poema de versos blancos heptasílabos. Lo publicó en diciembre de 1952, en el nº 2 de la revista
Caracola y lo tituló "Bajaban los almendros". Sin embargo, el poema termina con un auténtico haiku, que se destaca mediante un salto interversal. Es un haiku por su espíritu, por su tema, por su sintaxis y porque tiene ¡exactamente! sus diecisiete sílabas. O sea, un haiku inconsciente, o mejor dicho, espontáneo, o mucho mejor dicho, natural.
............. Posible
como la flor ingrávida
del almendro, la dicha.
Y, además de natural, genial. O tal vez por eso mismo.
ResponderEliminarCoincido con Juan Antonio en la identificación de natural y genial.
ResponderEliminarPor cierto, descubrí hace poco que muy poca gente conoce y/o reconoce la valía de Muñoz Rojas, y eso que sigue vivito y coleando a su avanzadísima edad.
Un abrazo
Enhorabuena por el hallazgo, Enrique. Además de las sílabas justas, el poema tiene también dos elementos del haiku ortodoxo: el kigo o marca estacional, en este caso la flor del almendro que nos remite a una época concreta del año, y el kireji o “corte” entre dos partes del haiku, que bien podría ser esa coma que separa el almendro y la dicha posible.
ResponderEliminarEsto da que pensar: los grandes poetas encuentran el género ideal. NO lo tienen que aprender. El haiku es como una Idea platónica: estaba allí arriba para quien supiera verlo. Un abrazo
ResponderEliminarEstupendo el apunte de Jesús sobre la idea platónica.
ResponderEliminarAbundo en el temaesta vez con la escultura ¿no decía Miguel Angel que la figura perfecta ya estaba en el corazón del mármol, y él lo único que hacía era quitar las capas que la cubría?