En Tudela de Navarra, imponían una Medalla al Mérito individual a un esforzado hijo de aquella ciudad. Presidía el acto el general Millán Astray y, como es natural, allí estaban todas las autoridades, civiles, militares y eclesiásticas, además del padre del voluntario condecorado, que era un tipo famoso por su entereza y vocabulario. Alguien gritó, llevado de su entusiasmo:Ni que decir tiene que "el Pite" nos dio de paso una lección magistral de poética.
—¡Que hable "el Pite"!
"El Pite" era el padre. Millán lo empujó a primer término. "El Pite" estaba lloroso y no podía arrancar. Eso asombró a uno de sus paisanos que, sin contenerse, lo manifestó en voz alta:
—¡Andá, si "el Pite" está llorando...!
A lo cual respondió el viejo con dignidad varonil:
—Llorando, sí, pero con muchos cojones...
jueves, 5 de febrero de 2009
Llorando, sí
Lo cuenta Rafael García Serrano en el vibrante Diccionario para un macuto [Editora Nacional, Madrid, 1964, p. 585]:
Muy buena la anécdota. En esa época había que echarle cojones hasta para llorar. Manda...
ResponderEliminarSolo hay una cosa que me impresione más que un hombre llorando: un hombre llorando con dignidad.
ResponderEliminarMe tomo tu comentario final a ese llanto como una declaración verdadera de poética. Eso es auténtica poesía.
ResponderEliminarQué bien, JCL. que estemos de acuerdo. Yo lo veo una poética como la copa de un pino.
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