lunes, 27 de julio de 2009
Compenetración
Aunque humana, Leonor es ideal. Esta mañana, en el desayuno, le veo unos pantalones medio de chándal, medio de tela, muy holgados, pero ajustados al tobillo con unas cintas, estilo —digo yo— ibicenco. No se los conocía y me gustan mucho. Exclamo: “Jo, qué moderna”. Ella responde: “¿Sí?”, y se pone a hablar de otras cosas. Pero al rato aparece por mi despacho completamente cambiada y me pregunta: “¿Te gusta más ahora?” “Me gusta ahora, claro, pero no más, antes también me gustaba…” Pone cara de sorpresa y protesta: “¿Pero no dijiste ‘qué moderna’?” A mí, cuando caigo, me da un ataque de ternura, de compenetración conyugal y de arrepentimiento, todo mezclado: “Huy, Leonor, perdona, a esas horas de la mañana uno no sabe lo que dice, estaba medio sonámbulo: era un piropo”. “Ah, vaya, qué piropo tan raro…” comenta, mientras sube corriendo, muy contenta, a ponerse de nuevo los pantalones ibicencos.
Si opinamos, puede ser mal entendido.
ResponderEliminarDomingo,Catedral de Mombassa-Kenia, misa de 11.
ResponderEliminarMás de mil personas abarrotan una catedral donde no es posible ni tan siquiera entrar. Cada asiento, esquina, pasillo e incluso los tres escalones de subida al púlpito, absolutamente llenos. No se oye una mosca. El arzobispo de la diócesis habla en Suajili con un agradable acento italiano y levanta las manos a la vez que sonrie. No hay subidas de tono, no hay voces, con la cadencia justa.
Pregunto en la misma puerta si casualmente es una festividad local o algo especial. No,no, es igual en las DOS MISAS cada domingo.
Me siento en el jardín a oir el coro de niños que ensaya en la guardería mientras miro a un lateral donde hay una pequeña capilla con un San Antonio bonito y negro,ocupada por varias familias que hablan mientras como todos, sonrien a más no poder. Me saludan, Jambo,Jambo ( Hola, Hola), welcome.
Madre mía, que nudo en la garganta.
Y aquí estoy yo, mirándome el ombligo desde Europa, queriendo imponer mi propia miseria moral. Que injusto es todo y que falta le haría a mis hijos ver como viven aquí y que felices son.
Saludos.
Manupé.
Los pantalones de la discordia, efectivamente gustaron, y ella lo sabía.
ResponderEliminarGracias Manupe por tu comentario.
ResponderEliminarMuy tierna anécdota, en efecto. Enhorabuena, por todo lo que supone.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Como si le hubieras dicho que te "espantaban" sus pantalones.
ResponderEliminarlo mismo del anerior comment: eres muy genial.
ResponderEliminarY, cuando mi madre me dice qué graciosa o qué moderna, tiemblo...