lunes, 14 de diciembre de 2009
Gloria en Re Mayor
Concierto del Coro y Orquesta de la Ciudad de Cádiz en la iglesia de San Francisco. Y allí estábamos nosotros, con muchos compañeros del IES, para oír a nuestro secretario Wigberto Morales, que canta en el coro. Le oímos a él y mucho más. A pesar de que me cuesta arrancar y de lo que cuesta aparcar en Cádiz, mereció la pena y más y más y más, hasta el borde máximo de la alegría, sobre todo, por la sinestesia. Hubo un momento, cuando el coro atacó el Propter Magnam Gloriam del Gloria en Re Mayor Rv 589 de Vivaldi, que vi cómo el retablo barroco del altar mayor de la iglesia se disolvía en música. No en la música de Vivaldi, sino en la música que el retablo era. Sus volutas subían como sostenidos, sus dorados sonaban agudos, sus hornacinas, sus santos y sus ángeles, todo era una música sacra. Cuando terminó el concierto miré al altar con cierta aprensión. ¿Se habría volatizado? Pero no, allí seguía, sólido, pero sonando, sonando ya para mí para siempre.
¿Damos gracias a Dios por la música? La hace el hombre; pero la posibilidad de que la haya y la inspiración del compositor vienen de Él.
ResponderEliminarTe sonaba el altar como a Fray Luis la música de su amigo Salinas: "¡Oh! suene de contino,/Salinas, vuestro son en mis oídos,/por quien al bien divino/despiertan los sentidos,/quedando a lo demás amortecidos". La buena música ha inspirado grandes páginas de la literatura. Ahí queda también la leyenda "Maese Pérez el organista"
ResponderEliminarHola, soy un compañero de Wigberto en la orquesta y coro Ciudad de Cádiz. Quiero darte las gracias en nombre de mis compañeros por el comentario que has escrito sobre nuestro concierto. Wigberto nos lo leyó el otro día en el ensayo y a todos nos ha gustado mucho e incluso emocionado. Poca gente nos agradece nuestro esfuerzo de una forma tan hermosa. Muchas gracias.
ResponderEliminarEl placer (en el sentido más literal de la palabra) fue mío. Es un privilegio de escritor poder haberos daros las gracias de forma personal, pero los aplausos atronadores del público numerosísimo no decían otra cosa. Y eran justos del todo. Abrazo y enhorabuena.
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