Una mujer me ha envenenado el alma,No la tachó por motivos literarios, eso está claro, creo. Es una poesía estupenda, con esa imagen rotunda del mundo que rueda porque es, valga la redundancia, redondo. Tampoco lo hizo por pudor y defensa de su intimidad dolida, estoy seguro: hay otras rimas todavía más confesionales.
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
Mi opinión es que Gustavo Adolfo Bécquer quiso prescindir de esta por un imperativo moral. Se dio cuenta de que justificaba una injusticia. El veneno del mal se transmite a toda velocidad y el hombre, a poco que se deje ir, se comporta como un magnífico conductor de esa electricidad negativa. Según los usos del mundo, el mal está siempre circulando: cogió impulso con el pecado original y hasta hoy. El verso del mundo redondo es, como decía, fantástico porque señala, como quien no quiere la cosa, que ese devolver el mal o, si no se puede, soltárselo al más débil es, prácticamente, una fuerza de gravedad planetaria.
Esta rima gusta especialmente a los adolescentes, y no me extraña. Ellos sufren una barbaridad de mal de amores, y ruedan luego a muchas revoluciones por ahí y, además, les apasiona exculparse, y les atraen siempre mucho unas gotas de fatalismo estoico como la de los versos 3 y 4, y, sobre todo, están integrándose en el mundo y les corre una prisa loca conocer las leyes que lo mueven. Sería bueno, sin embargo, explicarles que Bécquer renunció a ese poema, con lo que le costaría hacerlo a él, tan sensible a la buena poesía y de musa tan escasa. Y explicarles bien por qué. Bécquer no quiso admitir que el hombre no es libre. Podemos dar más de lo que nos dieron. Los versos más sublimes y limpios de la rima LXXIX son las rayas con que el autor la tachó.
Bellísimo comentario. Una clase magistral
ResponderEliminarPues sí. Es un comentario de una precisión clásica. Elegante.
ResponderEliminarY pesimista. Como debe ser en un conservador de verdad.
Con leer esto ya no hace falta más por hoy.
Muy bueno, gracias.
ResponderEliminarEl salmo de hoy, cuando dice “en la culpa me concibió mi madre”, me recordaba mientras lo leía, tu “tachón”. Por contraste, claro: David empieza reconociéndose pecador, ergo libre; y después, muy razonablemente, invoca la atenuante. Becquer empieza con una eximente, que después tacha, porque, sencillamente, no le convence.
ResponderEliminarMi felicitación. Es un artículo de mucha altura.
Jilguero
Montesinos, en su edición de las Rimas, la relega al apartado de rimas "rechazadas" por Bécquer, y la relaciona con la sífilis, que al parecer padecía el poeta. Por cierto, en su edición, el verso cuarto es distinto: yo de ninguna de las dos me acuerdo.
ResponderEliminarSaludos.
Me encanta...
ResponderEliminarPobres adolescentes, cuántas angustias estudiando y viviendo a Bécquer.
Bécquer es definitivo.
Muchísimas gracias a todos, empezando por Baltanás, que disipó mis dudas de amateur.
ResponderEliminarUn comentario al hilo de lo que apunta L. V. No dudo de que la edición de Montesinos tenga sus razones. Que la razón no entiende: es mucho mejor verso "yo de ninguna de las dos me quejo". El propuesto por Montesinos (ya digo, seguro que con buenas razones) cae en una falacia muy de canción ligera: si no se acuerda, ¿cómo es que las nombra y les dedica hasta una rima y justifica su posterior actuación? El no quejarse le da un tono de virilidad herida que es estupendo y que resuena como un eco y una advertencia para la persona que ahora reciba el veneno: aprende de mí y no te quejes, chica.
Vamos, eso es lo que me parece.
Mañana leo este poema con mis alumnos y les doy la lección que nos propones. Gracias. Y gracias por el comentario a mi último post en el que te contesto (no se me ocurrió hacerlo aquí). Un abrazo.
ResponderEliminar"magníficos conductores de electricidad negativa" a poco que nos dejemos ir. Muchas gracias, Enrique.
ResponderEliminarTu comentario me ha recordado unos versos de JMM en El río (Yo meditaba acerca del pecado/y de cómo los hombres alimentan/con su vida el pecado de los otros. Venía a mí la imagen de una leva/permanente...)que me vienen con frecuencia a la cabeza.
Una grandísima lección la de dar más y sobre todo menos. Gracias mil.
Qué ilusión, Artemi. Ya me contarás qué les parece: el poema seguro que bien, digo, la clase.
ResponderEliminarY qué honor, CB, el parentesco que estableces. Mil gracias.
Aunque tarde, pero al hilo de tu apostilla, Enrique... Acabo de consultar en la web del Centro Virtual Cervantes el original del Libro de los gorriones, y allí figura claramente la palabra "quejo". Parece que no puede uno fiarse ni de Montesinos. Queda por aclarar de dónde se sacó lo de "acuerdo".
ResponderEliminarSaludos.
Más lógico era que se equivocase Montesinos que Bécquer. Gracias, Luis, por informarnos de tu consulta.
ResponderEliminar