Últimamente, en cambio, todo me reafirma en aquella herejía mía. En La elegancia del erizo de Muriel Barbery, novela que, a pesar de su multitudinario éxito, es muy interesante, los gatos de Kakuro Ozu, personaje que encarna la esperanza y la felicidad, se llaman precisamente Kitty y Levin. Y más definitivo aún: en Troppo vero, Andrés Trapiello nos cuenta que comienza a leer la novela de Tolstoi y cómo se va convirtiendo en un firme partidario de la pareja dichosa.
Respaldado por el argumento de autoridad, yo iré más lejos. El adulterio me interesa poco en la práctica y todavía menos, si cabe, en la teoría. La gracia a los engaños no se la veo, ni la emoción específica, todo lo cual me dificulta el acceso a muchas de las grandes novelas decimonónicas, como Madame Bovary, La Regenta, Effi Briest o El primo Basilio, pero ¿qué le voy a hacer?
En las mismas estoy ante el reciente ensayo Ulises y las Sirenas. El Dilema de la Infidelidad (Ed. Paréntesis) de Jesús Cotta (Cártama, 1967, Málaga). Será muy ilustrativo, sin duda, y, con esas dosis abundantísimas de sal y, sobre todo, de pimienta que son la marca de la casa. El libro, al que esté al borde del adulterio, le vendrá de miedo, supongo. Pero yo no lo leeré. Sería como un alérgico al pulpo estudiándose el monográfico Las mil y ocho recetas de cefalópodos. Hay otros libros.
Sin ir más lejos, el filósofo Cotta es también poeta, y en su poemario A merced de los pájaros (Ed. Ecoem), aletea la felicidad por todas partes, con versos conseguidísimos de amor pleno, de amor paterno y de amistad de la buena. Lo he releído ocho veces. Y lo recomiendo vivamente; incluso a los adúlteros, que también tienen derecho a disfrutar de lo bueno, los pobres.
***
En el artículo del Semanario Alba no me cupo, pero aquí, además de que se pueden hacer enlaces y enlaces, os copio un Cotta:
...........SI AÚN TIENES UN AMIGO
...................................A José Julio Cabanillas
Si aún tienes un amigo, te aconsejo
que subáis a los montes un buen día.
No olvides llevar agua, un catalejo
y alguna confidencia. Al mediodía
descansaréis bajo los pinos viejos
y subiréis en buena compañía
a aquella cumbre que, antes, a lo lejos,
era irreal y azul. Y todavía
os quedará una tarde luminosa
para charlar un poco hasta que alumbre
Venus la noche. Y cuando esplendorosa
la luna inicie con el mar su idilio
descenderéis cantando de la cumbre
como hacen los pastores de Virgilio.
Espléndido soneto.
ResponderEliminarMmmm... pues a mí no me convenció tanto La elegancia del erizo. No es mala, por supuesto: tiene capítulos estupendos, algunos francamente divertidos, pero a la larga me resultó artificial, la relación de la portera con el japonés muy de comedieta burguesa y el final, innecesariamente melodramático. Aparte de que la adolescente superdotada me resultase antipática y su anuncio de que se va a suicidar, inverosímil desde el comienzo. Lo siento, Enrique: por una vez disiento contigo. Y me encantan El primo Basilio y Anna Karenina.
ResponderEliminarFormidable, Enrique. Te debo otro descubrimiento. Un abrazo.
ResponderEliminarNo lo sientas, Javier, que tienes razones de sobra. Se te olvidó entre los peros esos otros capítulos de aburridísima filosofía orientalizante, pero, a pesar de todo, el libro funciona. Me parece particularmente interesante el estudio que se hace, como quien no quiere la cosa, del resentimiento social, del que está libre el feliz mendigo y que atenaza a la portera... hasta que comprendemos sus motivos. Luego está la crítica acerba a la progresía y al pijerío y a su mezcla explosiva (y explotadora). Luego, el amor por el Japón, que me pierde. Esta corriente, llamada, creo, ingenuismo, a la manera de Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, ¿no es muy perspicaz? Al menos, al detectar la falta que nos hace.
ResponderEliminarMe parece que he sido un poco erizo, y además poco elegante. Tienes razón, además, en todo: tanto en los rollos orientalizantes que se me pasaron, como los otros puntos positivos, desde lo del resentimiento social hasta la fascinación por el Japón. La elegancia del erizo, para ser un best seller, supera con claridad a todos los otros engendros que lee tanta gente. Además, a Marina le encantó y hoy o mañana vamos a ver (ejem) la versión cinematográfica que acaban de estrenar.
ResponderEliminarA mí también me interesó más la relación de Kitty y Levin. Es más, cuando leí Ana Karenina me pareció que el verdadero protagonista es Levin (la conversión de Levin a través de su relación con Kitty). Quizá ese es precisamente el propósito de Tolstoi, aunque lo que no comprendo es por qué tituló a su obra Ana Karenina. A lo mejor con el propósito de criticar a la sociedad rusa del momento.
ResponderEliminarDe Ana Karerina me acuerdo poco, pero sí que leí hace menos tiempo La Novela del matrimonio, del mismo Tolstoi y de la que tampoco sabría decir nada concreto ahora, sólo que me gustó mucho.
ResponderEliminarHay una tercera pareja, en Ana Karenina, que a mí me cae muy bien y quizá se merece alguna atención. No recuerdo sus nombres: ella es amiga de Ana, y aprueba con admiración rendida su adulterio, hasta que un día va a verla y se da cuenta de que está, voluntariamente, en un callejón sin salida: no quiere tener hijos, sólo piensa en ella misma... Al término de la visita vuela corriendo a su casa, con el mariposón de su marido y con sus cuatro latosos hijos. La pequeña felicidad posible es siempre mejor que la imposible, el engaño es siempre también un autoengaño: a veces pienso que esto debería tenerse más en cuenta, a la hora de tomar ciertas decisiones.
ResponderEliminarNo soporto las historias de adulterios ni de sinvergonzonerías del estilo. Me aburren sus zozobras y sus tentaciones.
ResponderEliminarPero, puestos a entender las cosas,
comprendo más a Ginebra que a Madame Bovary.
que, al fin y al cabo
Lanzarote del Lago (Dios lo haya perdonado) no era ni un crápula ni un pícaro. Ni un señorito calavera.
Ni los bosques de Bretaña el piso puesto a una querida.
Saludos.
PS: el poema de ese señor es superior. De verdad.
Hermosísimo soneto. Y qué bien vista, como idilio, la relación entre el mar y la luna, que se mantiene en fidelidad, como en los buenos matrimonios, a pesar de los cambios de carácter del astro (lo que Góngora llamaba “las inciertas formas de la luna”).
ResponderEliminarJilguero
El libro de Cotta es buenísimo, sal aparte. Tú te lo pierdes.
ResponderEliminarCreo que el éxito de los capítulos centrados en Kitty y Levin se apoya en su contraste con el marasmo al que desembocan Anna y Wronsky. Tolstoy, que se retrata en Levin, tuvo también en su vida mucho de Wronsky, que no está del todo exento del cierto idealismo y sentido del honor entonces al alcance de su clase. Por cierto, dentro de pocas semanas se estrenará una película británica titulada ‘The Last Station’ en torno a las últimas semanas de la vida de Tolstoy y el conflicto vivido con su mujer Sofía. La protagonizan los actores Christopher Plummer y Helen Mirren.
ResponderEliminarLos fallos que comenta J. de Navascués son los que tb tiene la película, que por otra parte es más menos deliciosa. Yo, que no he leido la novela ni a Girard, ni... nada, me atrevo a preguntar a mi hermano: ¿tiene algo que ver "el sacrificio" de la protagonista con la exaltanción del héroe, el chivo expiatorio o algo así? No sé. El soneto es estupendo!
ResponderEliminarA Mi me encanta Ana Karenina y todo Tolstoi y no me convenció "La elegancia del erizo", la encontré snob.
ResponderEliminarEs snob.
ResponderEliminarOtro defecto más que sumarle a la lista. Pero el peor es la muerte melodramática de la señora, que no tiene nada de girardiana, sino todo lo contrario. En el mejor supuesto, la explicación sería que a la novelista le tembló el pulso ante el happy end, y cortó por lo sano. En el peor, que esos prejuicios sociales tan patentes se imponen, por la fuerza del sino, en el último momento y de forma tajante. La barrera social y la barrera de la felicidad caen como una guillotina. En Amélie no se temía a la felicidad y eso es lo mínimo que se le puede exigir a un ingenuista; no que encima quiera pasarse de listo.
Estoy con Mr. Quaker en que el encanto de Levin hunde sus raíces en el autorretrato de Tolstoi, lo cual nos lleva a la interesante cuestión de si el yo es odioso o al revés o qué, entre otras.
Leí tan saltarín la novela que ahora no recuerdo esa otra figura que dices, LFU. Y tampoco he leído La novela del matrimonio. Uf, entre repasos y tarea nueva, cuánta tarea.
Ah, y de acuerdo con Gómez de Lesaca: incluso entre los adulterios hay clases.
Ah, Beades, por supuesto que sé lo que me pierdo. Conociendo a Cotta, un libro excelente, pero, ay, qué remedio, me interesa poco la tipología de los adúlteros y eso. Me quedo con los pájaros, a su merced.
ResponderEliminarAlf, claro que el engaño tiene mucho que ver con el autoengaño. Pero, ¿Son culpas o son simplemente faltas?
ResponderEliminarLas faltas son facilmente perdonables, las culpas duran siempre y hacen daño al espíritu pero sobre todo al cuerpo, te llevan al hospital y al tanatorio.
Liberemosno de las culpas, aceptemos las faltas, como algo que no tiene remedio.
Un saludo
Hola, creo que se copió mal mi comentario:
ResponderEliminar"me interesa poco la tipología de los adúlteros y eso",
hemos de suponer la gloriosa excepción del canto V del Inferno ¿no crees? Claro que a Paolo y Francesca les pasó lo que les pasó por leer novelitas de amor:
Quando leggemmo il disïato riso
esser basciato da cotanto amante,
questi, che mai da me non fia viso,
la bocca mi basciò tutto tremante.
Galeotto fu 'l libro e chi lo scrisse:
quel giorno più non vi leggemmo avante".
Mentre che l'uno spirto questo disse,
l'altro piangëa; sì che di pietade
io venni men così com'io morisse.
E caddi come corpo morto cade
Pero es que sin esto nos quedamos sin Bécquer, etc.
Touché, José María, y te agradezco el toque (de atención). El canto V del Inferno es maravilloso, y ese desvanecimiento medio admirativo medio envidioso de Dante, ah... En la lectura como "galeoto", ¿habrá o no habrá un precedente del Quijote?
ResponderEliminarY requetetouché: en poesía los amores imposibles o tortuosos han dado siempre mucho juego. Y el sentimiento de culpa, Ulla... como el que ahora me embarga por haberme pasado dos pueblos con mis declaraciones tajantes.
Ah, hay otra más: también me interesan las zozobras matrimoniales y extra-m. de amigos, aunque no por información, sino por si puedo ser de alguna ayuda (generalmente, no puedo).
Hay otros libros, por ejemplo ese al que llevas unos veinte años retornando.
ResponderEliminarAl pulpo a la Brideshead, al menos, no pareces demasiado alérgico (sí, ya sé que te lo pongo en bandeja).
Estoy un poco extrañada oyéndoos comentar que La elegancia del erizo funciona a pesar de...Yo no la he leído, pero con vuestros comentarios sobre esta novela, de los que me fío, tengo claro que no puede ser un buen libro. Si hay tantas cosas inverosímiles, artificiales, etc, no,según mi punto de vista sobre lo que debe ser la buena literatura.
ResponderEliminarEn cuanto a las novelas de las que hablas y que desarrollan el tema del adulterio, he de decirte que disiento contigo. En mi caso no me incomoda tal o cual tema, sino la forma cómo se trate, la delicadeza del estilo, el ritmo, la verosimilitud de los personajes.
Por ello leí encantada La Regenta y unas cuantas novelas mas, francesas y rusas, que relatan amores adúlteros.
Para finalizar, mi aplauso al poema de Jesús Cotta. Es un poeta como la copa de un pino.
Un abrazo
Mery, los libros imperfectos pueden ser interesantísimos, y eso sin contar con que hay defectos deliciosos.
ResponderEliminarY voy viendo que hasta yo mismo disiento de mi postura general: hay adulterios que se salvan, como acabo de explicar en la nueva entrada.
El pulpo a la culpa, que sirven en Brideshead, es magnífico. Las especias le dan muchísimo encanto y, ah, su simbología, esa me atañe como el que más. Muchas gracias por ayudarme a ver mis propias incoherencias.
ResponderEliminarYo soy uno de los que allá por 1980 ó 1981 se hicieron anglófilos al ver la serie de Retorno a Brisdeshead en TVE. Pasamos las de Caín durante años. Buscábamos una edición en español de la obra de Waugh. Removíamos Roma con Santiago y nada. Que no había manera. Hasta 1987 creo que no se publicó en Tusquets. Había, eso sí, alguna obra publicada en Alianza, pero no era lo mismo. También me regalaron, naturalmente en vinilo, de la banda sonora. Después llegaron Conrad, Chesterton, Newman y (lo confieso) Kipling.
ResponderEliminarQuizás a alguno de los lectores le ocurrió lo mismo,
POr supuesto tengo por Lord Marchmain el mayor de los respetos por su muerte como caballero y como cristiano. Sus reflexiones finales en las que habla del origen del señorío, de la tumba de un cruzado, etc. no las he olvidado.
Saludos.
Gracias, Enrique, por tu glosa, no pretendía ir de mosquetero, en cuialquier caso armas blancas no ofenden.
ResponderEliminarUn abrazo.
Otra vez llego tarde. Estoy encantado con que te guste mi poesía y, en fin, estoy que no quepo de contento con el soneto que has puesto y que le haya gustado a la gente. Por cierto, eres un caballero llamando sal a lo que a veces no son más que salidas de tono que hago esfuerzos por evitar. Recibe un fuerte abrazo de tu colega Cotta (por cierto, el miércoles presenta Cabanillas mis pájaros en la Casa del Libro). Ex corde, Cotta
ResponderEliminarUmmm, ¿Cual era la frase? Ah, sí, nunca digas de este agua no beberé... y como ejemplo de máxima actualidad pongamos el caso de Iris Robinson. Que la carne es débil y el adulterio apetitoso...
ResponderEliminarY por cierto, Enrique este poema invitándonos a ir al monte con un amigo tras la putadiña de Brokenback Mountain - Que a mí por cierto, casi me arruina el disfrutar del género de pelis de vaqueros- parece un alegato homosexual... Otro efecto de la peliculilla de marras es la sonrisilla que me ahora me aparece cuando oigo a Arzallus y compañía comentar lo que les gusta subir al monte... o lo ridícula que ahora suena la amenaza del PNV de echarse al monte...
Acabo de terminar "A merced de los pájaros" y es realmente extraordinario.
ResponderEliminarNo hay ninguna incoherencia, tú sólo te referías a la novela decimonónica. No quería ser impertinente, siento si lo fui, hasta supuse que te quedabas en el XIX para dejar Retorno fuera, porque, verdaderamente, no es lo mismo.
ResponderEliminarNo es un mero asunto de cuernos ni de engaños, que claro que no tienen ninguna gracia. Es que hay adulterios en los que nadie engaña a nadie, adulterios institucionalizados, civilmente matrimoniados, fidelísimos y con familia numerosa. Hay que hilar fino, o ser un artista como Waugh y haberse visto en su tesitura, para mostrar lo que arrastra y lo que pone en juego el término, algo así como dos o tres, incluso cuatro, mundos que chocan entre sí.
Sólo por poner un ejemplo: ahora parece que se va a admitir el regreso a la comunión plena con la Iglesia católica del ala más ortodoxa del anglicanismo. Entre ellos hay sacerdotes casados, pero también hay casados en segundas nupcias, numerosísimos y con todas las de la ley. ¿Y qué va a pasar: se reconocerán sus matrimonios o se verán de repente tratados de adulteros? ¿Se les permitirá a ellos el acceso a los sacramentos? ¿Qué significa comunión plena? ...
Dejando el "pulpo", que desde luego lo es, el poema de Cotta, que me olvidé decirlo, me gusta muchísimo (y el de Rosales de la entrada anterior también). Tiene un aire de epístola clásica, como la de Aldana a Arias Montano, que es una hermosura.
Muchas gracias.
Nada impertinente, CB. Lo fui yo con unas declaraciones a la tremenda, de tono decimonónico, precisamente. No había pensado en los anglicanos divorciodos con todas las de la ley que vuelvan a la Iglesia católica. Lo veo un caso mucho más complejo (e interesante) que el de los sacerdotes casados. A ver.
ResponderEliminarQué alegría, Artemi.
Desde la distancia, apoyaré en esa presentación.
Y las espadas de los buenos mosqueteros, JMM, no ofenden. Se agradecen.