Un amigo me reprocha que en mis últimos artículos ande tan negativo. Como él y yo pertenecemos al club de los chestertonianos recalcitrantes, me arrea este argumento de peso: tío Chestnut (así tratamos en familia a Gilbert Keith Chesterton) habría encontrado algo positivo en la que está cayendo. Ah, vale, pero hay veces —me excuso— en que uno está más bien tirando a Belloc.
Hilaire Belloc fue uno de los innumerables íntimos de Chesterton, pero tan socio suyo en diversas aventuras intelectuales, políticas y religiosas que George Bernard Shaw habló del Chesterbelloc, un monstruo de cuatro brazos y cuatro piernas. Belloc era la parte furiosa del bicho y se ganó a base de rugidos el alias de Old Thunder, o sea, Viejo Trueno, que como mote retumba bastante más tormentoso que el de Uncle Chestnut.
Sin embargo, en cuanto me he puesto a recordar al viejo Belloc he caído en la cuenta de que era un cascarrabias muy particular. Hay dos citas suyas en las que nos da su manual de instrucciones para andar por la vida. La primera: “Renqueamos a través de este mundo complicado con la ayuda de dos muletas: la diversión y la belleza”. Si el mundo se me complica, y se me complica, motivo de más para echar mano de esas muletas mágicas, me propongo firmemente. No dejaré de divertirme jamás ni, desde luego, me cegará nadie a la belleza.
La segunda cita tampoco es manca: “La poesía es la única actividad, además de la religión, que siento que tiene auténtica importancia”. Belloc se aplicó el cuento con todas sus ganas. Sus poemas para niños son un jolgorio continuado. En ellos unió poesía y diversión. Y en sus epigramas amorosos aúna poesía y belleza. La religión (católica, apostólica, romana) la llevaba consigo donde iba.
Lo que empezó como una excusa para un amigo acaba como una exigencia para conmigo. Es verdad que Belloc se enfadaba mucho, y nosotros —a la vista de los acontecimientos—, qué remedio. Pero hay que hacerlo del modo que Chesterton le admiraba: sin dejar de reírse por lo bajo ni de encomendarse a lo alto.
Un final encantador en tu texto. Creo que la segunda cita salva a Belloc de no parecer un amigo de Schopenhauer en la primera.
ResponderEliminarOtra entrada antológica. ¡¡Enhorabuena!!
ResponderEliminarY una pregunta con trampa: ¿dónde encuentro editada la poesía de Belloc para niños? Habiendo leído tanto a Chesterton, me siento un poco en deuda con su amigo del alma...
Mis mejores deseos, esta entrada es una joya Enrique.
ResponderEliminarBordado. Un artículo buenísimo y oportunísimo, como para levantar a un muerto.
ResponderEliminarY qué gran final. Me ha hecho pensar en Cervantes, otro ejemplo a seguir.
Muchas gracias, mucha alegría y mucho Mozart, que los bebés lo detectan todo.
¡¡¡BRAVO!!! ¡¡¡BRAVO!!!
ResponderEliminar¡¡¡BRAVO!!!
Siempre he querido leer a Belloc más, pero sólo he encontrado esa maravillosa biografía de Richelieu. ¿Sabes dónde puedo encontrar algo suyo? Por ejemplo, los poemas para niños que citas, ¿dónde están editados?. l artículo es fantástico, enhorabuena. Un saludo y mucha gracias.
ResponderEliminarGracias por esta linda entrada. Lamentablemente fuera de sus escritos polémicos e históricos, creo que no hay nada en castellano de Belloc. Es una pena pues es aquello por lo que más fue apreciado por sus contemporáneos, lo que a él más satisfacciones le daba y lo que más escribió en cantidad. Me refiero a su lindísima poesía, sus cuentos para niños, sus libros de viajes, su correspondencia, sus escritos autobiográficos, etc. Una pena.
ResponderEliminarRespecto a la imagen de bonachón de Chesterton, ésta tiene mucho de mito, San Gilberto del Buen Sentido (como lo llamaba el P. Castellani) estallaba ante las injusticias sociales, especialmente cuando se trataba de niños --recordemos que era profundo admirador de Dickens. Al respecto hay numerosas anécdotas conocidas y algunos textos coléricos suyos que pueden leerse, por ej., en "Lo que está mal en el mundo", "Eugenics and Other Evils", "Herejes", "The Defendant", etc.
No sé si la trampa de Ana va por ahí o no, pero lo cierto es que no hay traducciones, hasta donde sé, de esos poemas para niños malos, y que yo empecé a traducirlos, pero desistí enseguida. ¡Cuánta razón tiene Kurtz en ese santa ira que embargaba a Chesterton y yo a veces me he imaginado cómo se pondría ante el aborto!
ResponderEliminarA Cervantes, CB, he vuelto ¡otra vez! por culpa o gracias a una de tus últimas entradas. Gracias.
Es la primera vez que visito esta página y lo hago a raíz de leer el artículo “¡¿Qué hacemos!?” de la revista Misión que me ha parecido precioso. Llevo tiempo queriendo leer a Chesterton, pero cuando miro entre sus libros veo tantos que no sé cuál elegir. También me han dicho que varios libros suyos no son recomendables para elegirlos como una primera toma de contacto. ¿Me podríais indicar algún libro suyo de fácil lectura donde pueda sacar una idea de quién era Chesterton y su pensamiento?
ResponderEliminarMi primer comentario en esta página y pidiendo, mal empiezo… :)
Muchas gracias en cualquier caso por vuestra ayuda.
Eugenio
Muchísimas gracias, Eugenio. Chesterton tiene mucho donde escoger, dependiendo de los gustos del consumidor. Si lo tuyo es la novela, la mía es Manalive, donde está mucho más el Chesterton maduro que en El hombre que fue Jueves, más aclamada por la crítica. Si prefieres los ensayos, sin duda, Ortodoxia; de los cuentos, el clásico es cualquiera de las series del Padre Brown, excelentes, pero mi favorito es Cuatro granujas sin tacha, quizá por razones autobiográficas. Si lo tuyo es la poesía, Lepanto y otros poemas es una excelente (y la única) opción en español. La información más exhaustiva e informada que conozco aquí.
ResponderEliminarY pide lo que quieras.
Pues mira, hace unos días te escribía un comentario crítico con el jugueteo de palabras que te traías acerca del estrés, y te decía que era un salto atrás en tu estilo (momentáneo, claro). Afortunadamente, el comentario no salió (escribía desde el móvil en medio de mi terrible mudanza, valga la redundancia), afortunadamente, digo, porque hoy, en el juego de palabras, hay todo un lema de vida: reirse por lo bajo, encomendarse a lo alto. Ole.
ResponderEliminarDios te conserve la vista, Beades. No era talmente un paso atrás, sino un salto atrás, porque ese juego de palabras lo hice ya hace años. Simplemente recurrí a él porque me consuela mucho. Siento que se perdiese el comentario, que es algo que, me comentan otros, está pasando últimamente.
ResponderEliminarAbrazo agradecido