lunes, 1 de marzo de 2010

Capítulo 8

Pocas lecturas con más gracia —en todos los sentidos— que los Evangelios. Hay quien no la ve porque no la escucha, y es lógico: lo evangélico no son las estentóreas carcajadas, sino la sonrisa, que es silenciosa y transversal. Pero ahí está la gracia. Por ejemplo, en el capítulo 8 de san Mateo, titulado “Los milagros del Mesías”. La curación de la suegra de Pedro, sobre todo si uno se fija bien en cómo está enmarcada, es muy divertida. El primer milagro de la serie se lo ruega un leproso, que se postra ante Jesús; el segundo, un centurión romano, nada menos, que después de suplicarle que sane a su criado, da una lección de humildad y de fe al decirle que no hace falta que entre en su casa. Y entonces llega el golpe de la suegra. “Al llegar Jesús a casa de Pedro vio a la suegra de éste en la cama con fiebre. La tomó de la mano y le desapareció la fiebre”. Ea. Pero, ¿se han fijado ustedes en el silencio de Pedro, que no pide ni mu? Hasta los demonios gadarenos (Mt 8, 11) le rogaban... “Menos mal —comentaría después la suegra— que me vio Jesús, porque si llega a ser por éste". Y luego, cuando lo de la tormenta, despiertan enseguida al Maestro, y eso que acaba de decir (en el párrafo anterior) que no tiene donde reposar la cabeza. Y a grito limpio le despiertan los tíos, histéricos: “¡Sálvanos, sálvanos, que perecemos!”, y se supone que Pedro el primero. Normal que les riñera un poco Jesús y con la mirada le diría a Pedro: “Y con tu suegra, qué calladito estabas, eh, pillín”.

3 comentarios:

  1. No lo había notado, qué bueno.

    Una buena entrada para mantener las promesas de no hablar de la familia política, pero hacer algo de catarsis.

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  2. ¡Buenísimo! Yo también me esfuerzo en encontrar la Escritura un cúmulo de risas, y no tengo que hacerlo demasiado (demasiado esfuerzo, me refiero). Escribí en mi blog eso hace tiempo, y prometí una segunda y una tercera partes, pero se me borraron mis borradores :-/

    Salud.

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