“Fabrice Hadjadj nació en Nanterre en 1971 de padres de ascendencia judía e ideología maoísta. Vivió entre Túnez y Francia. Ahora reside en la Provenza francesa, donde ejerce como profesor de Filosofía y Literatura. Convertido al catolicismo en 1998, a veces se presenta a sí mismo como ‘un judío de nombre árabe y de confesión católica’”. Así nos describe al autor la solapa del libro La fe de los demonios. Con estos antecedentes (ascendencia judía, demonios, maoísmo, Túnez), no sorprende que el libro se haya convertido en un best-seller: tres ediciones en España. Sin embargo, el subtítulo ya es más raro para un éxito de ventas: O el ateísmo superado; y aún más insólita la editorial: la pequeña “Nuevo Inicio”, iniciativa del Arzobispado de Granada.
Para no terminar con las sorpresas, este best-seller está bien escrito. A veces, demasiado, pues algo abusa de los juegos de palabras. Por ejemplo, cuando define su obra como una lección de Ka(ra)tecismo, técnica de lucha doctrinal. La mayoría de las veces, sin embargo, sus incesantes juegos de ingenio son brillantes, iluminan al lector y contribuyen a hacer de la teología una disciplina chispeante.
Porque es auténtica teología lo que hace Hadjadj. Asombra la cantidad de lecturas que sostienen este ensayo de apariencia tan ligera. Ha leído a fondo a santo Tomás de Aquino, a Bernanos, a Pascal, a Girard; ha dialogado con Baudelaire, con Houellebecq, con Finkielkraut; ha venerado a santa Teresa de Jesús, a santa Teresita de Lisieux, a sangaTeresa Benedicta de la Cruz y a Madre Teresa de Calcuta, y no por fijación con un nombre, sino por el interés en una línea continuada de pensamiento que ese nombre resalta. Pero lo que más y mejor ha leído Fabrice Hadjadj es la Biblia. Deslumbran sus análisis textuales, ante los que se siente la gravitación de la raza, la sabia herencia de los cabalistas.
Compensa destacarlo, porque por fuera La fe de los demonios recuerda, más que nada, a Las cartas del diablo a su sobrino de C. S. Lewis, lo que no es un desmérito tampoco. En ambas obras se utiliza al demonio como guía moral (contrario sensu, por supuesto) y al humor como herramienta de divulgación teológica. Ambos combaten “el máximo error moderno”, en palabras de Gómez Dávila, que “no es anunciar que Dios murió, sino creer que el diablo ha muerto”.
Más al fondo, la obra es un canto a la Encarnación. Contra el espiritualismo de la fe sola, Hadjadj hace un contundente alegato a favor de las buenas obras, contantes y sonantes.
Qué bien suena todo, habrá que leerlo. Sólo una cosa, que tangencialmente dices, pero que no es correcta: Edith Stein/Teresa Benedicta de la Cruz es santa, su santo se celebra en agosto (no recuerdo el día), y Juan Pablo II la proclamó Patrona de Europa. La que de momento "sólo" es beata, es Madre Teresa. Un abrazo.
ResponderEliminarA mí también me abrumó. Gente como esta te confirma en la fe. Sabía que te gustaría el conceptismo que se gasta, aunque a veces retarda la lectura, supongo que también por la dificultad de la traducción.
ResponderEliminarDeseando leerlo.
ResponderEliminarSanta Teresa Benedicta de la Cruz, patrona de Europa (Edith Stein)se celebra el día 9 de agosto.
Gracias por el aviso.
ResponderEliminarContantes y sonantes, así son. Lo leí y me gustó mucho.
ResponderEliminarEstimado Enrique, acabo de terminar de leer "El azul sobrante" que también me ha parecido una delicia de libro. Sin duda, ninguno de sus cuentos te deja indiferente.
ResponderEliminarMuy buena su reseña, en breve me acercaré a mi librería a por la nueva entrega de los diarios de D. José, una de las mentes más lúcidas en la España de hoy.
Un cordial saludo,
JPLT