Me resulta familiar la imagen (en todos los sentidos). Dentro de unos años, el "problema" será que te quitará los libros para leerlos, o comérselos con los ojos en lugar de con la boca. A mí ya me ha ocurrrido precisamente con alguno de los libros que aparecen en la foto (el de Jesús, que resulta ser profe de mi hija mayor, la devoradora de letras). Un abrazo.
Son los dos los que intentan leer, así que el titular está justificado sin presunciones. Además, es sabido que Enrique no cae fácilmente en el narcisismo fotográfico. De todas formas, valdría "intentando comer", también por ambas partes. Porque la niña desde luego está para comérsela. Como el libro.
Te agradezco el entusiasmo, Llir, que es prácticamente amor de tía, pero no creo que yo merezca el honor de tu blogg ni de presidir las hogueras vecinas. Abrazo agradecido, E.
Qué ilusión verles. Ya sé que no soy nada original, pero tenía que escribirlo. Es como si le hiciera a la pequeña Carmen una e-caricia. Y al padre, una palmadita en la espalda.
Me he dado cuenta hoy de por qué esa foto es distinta: Carmen ni mira a la cámara y tu dejas de mirar el libro para mirarla a ella, que es el centro de la foto, como debe ser.
Yo creía que el encanto estaba, sobre todo, en la presencia de la fotógrafa, que vio CRM; pero es verdad, Ángel, que el juego de las miradas también aporta su granito de arena.
Y leí más o menos, CB. El libro de AnaCó me lo acabé y, dadas las circunstancias, cómo lo disfruté.
¡Qué presumido es usted!
ResponderEliminarTambién podía haber titulado esta entrada, "Intentando comer"
Muy guapa la niña.
Un saludo.
¡Qué chulada!
ResponderEliminarAFD
¿Presumido? No, orgulloso. El orgullo es lícito casi siempre, y más en este caso. El problema es que Enrique necesita también un babero. .
ResponderEliminarAcuérdate de que los ingleses a un buen libro lo llaman "Food for thought": nada se pierde.
ResponderEliminar¡Carmencita devorando ya los libros!
ResponderEliminarQué luchada.
! Qué foto más preciosa !Un beso.
ResponderEliminarMe resulta familiar la imagen (en todos los sentidos). Dentro de unos años, el "problema" será que te quitará los libros para leerlos, o comérselos con los ojos en lugar de con la boca. A mí ya me ha ocurrrido precisamente con alguno de los libros que aparecen en la foto (el de Jesús, que resulta ser profe de mi hija mayor, la devoradora de letras).
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Qué preciosa está!!! ¡y qué grande!
ResponderEliminarIntentando leer, aprendiendo a vivir.
ResponderEliminarMgnífica fotografía, muy familiar.
Saludos
¿Cómo que "intentando"? Se aprecia perfectamente que nada te lo impide...
ResponderEliminarEn mi casa esa foto no sería posible... al menos no con todas las hojas debidamente encartadas. :-)
Ahora en serio: Muy bonita foto. Y me quedo con la idea de Kris: "Intentando comer".
No hay nada como un buen y querido libro manoseado de tantas veces que se leyó.
ResponderEliminarY más entrañable aún si tiene dobladas o mordidas las esquinas.
Son los dos los que intentan leer, así que el titular está justificado sin presunciones. Además, es sabido que Enrique no cae fácilmente en el narcisismo fotográfico.
ResponderEliminarDe todas formas, valdría "intentando comer", también por ambas partes. Porque la niña desde luego está para comérsela. Como el libro.
¿El señor de la foto eres tú, Enrique?
ResponderEliminarNo he podido evitarlo, Fernando.
ResponderEliminarGracias a todos por la compañía.
Has adelgazado un montón, entonces. Mejor así, ¿no?
ResponderEliminar¡Qué pedazo de descendencia!
ResponderEliminarUauuuuu... me encanta... ¿Puedo ponerla en mi blog, presidiendo las Hogueras vecinas?
ResponderEliminar¡Venga, tío (o papá), a Bertita sólo le molaban (a sus molares) las primera de Borges!
ResponderEliminarTe agradezco el entusiasmo, Llir, que es prácticamente amor de tía, pero no creo que yo merezca el honor de tu blogg ni de presidir las hogueras vecinas. Abrazo agradecido, E.
ResponderEliminarPreciosa¡¡
ResponderEliminarY los puñitos agarrando con fuerza el libro.
Encantadora
Qué ilusión verles. Ya sé que no soy nada original, pero tenía que escribirlo. Es como si le hiciera a la pequeña Carmen una e-caricia. Y al padre, una palmadita en la espalda.
ResponderEliminarAh, y gracias a la fotógrafa (supongo).
¿Pero quién va a leer con esa ricura en las rodillas?
ResponderEliminarMe he dado cuenta hoy de por qué esa foto es distinta: Carmen ni mira a la cámara y tu dejas de mirar el libro para mirarla a ella, que es el centro de la foto, como debe ser.
ResponderEliminarYo creía que el encanto estaba, sobre todo, en la presencia de la fotógrafa, que vio CRM; pero es verdad, Ángel, que el juego de las miradas también aporta su granito de arena.
ResponderEliminarY leí más o menos, CB. El libro de AnaCó me lo acabé y, dadas las circunstancias, cómo lo disfruté.