1) Las clases del taller literario son ligeramente ridículas y, en última instancia, no sirven para nada. La única alumna que escribe un poema es la peor alumna del curso, nuestra protagonista. La poesía, nos dice tácitamente Poetry, no se aprende en un taller, como si fuera una mecánica, sino en la vida, porque es la vida. Necesita maestros, no profesores.
2) A quien quiere escribir poesía, en un momento dado se le dice que querer no basta, que hay que mendigarla. (Naturalmente, recordé a Gaya, emocionado.)
3) Y hay que tenerla en el corazón, se insiste. Se hace una defensa acérrima de la emoción y de cierta cursilería, incluso, y de la limpieza y la elegancia, y de las flores y de las canciones tradicionales. (Recuérdese esto cuando lleguemos al punto 6.)
4) Se nos muestra cómo la poesía verdadera no nace del dominio de las palabras, sino de la dificultad de su trato, de una enorme dificultad vencida aunque sea a medias. La protagonista empieza a padecer los primeros síntomas del Alzheimer. (Recordé, vanidoso, mi leve dislexia.)
5) La poesía será moral o no será. Cae por su propio peso del lado del inocente y de la víctima, y ese es su punto de contacto, de fricción, con la actualidad. Escribirla es un acto de justicia. Las palabras justas, pues, en los dos sentidos.
6) Desternillante retrato del poeta joven, premiado y genialoide (el único verso suyo que se cita ¡entre signos de admiración! es uno que habla del cielo color de gato que lleva muerto una semana). Sale muy poco, intencionadamente, a pesar de sus premios. Atención al lenguaje corporal del actor, que lo borda.
7) “La poesía ha muerto”, sentencia el profesor, cuando está con el joven genio, causalmente. Pero se confunde. La poesía se pone del lado de los muertos, que es bien distinto. De los muertos o, como mínimo, de la infancia.
8) Al final de la película, son inolvidables los breves fotogramas de la señora mayor sentada bajo un árbol, oyendo el viento entre las hojas, feliz. Es el mismo árbol bajo el que la protagonista se había sentado a oír el viento y cuya actitud tanto había chocado a esa misma señora mayor. La poesía ha de tener un valor último de ejemplo vital, que va más allá (o viene más acá) de la literatura.
9) Me he comprometido a no revelar el argumento, pero mantener la cabeza fría en medio del torbellino sentimental es clave para el poeta: su sitio es la extraña calma en el ojo del huracán. La mayor delicadeza conlleva a menudo una dureza extrema. La película lo ejemplifica magistralmente.
10) Por último, esta contestación extraordinaria de la protagonista cuando le preguntan si quiere ser poeta. “De momento, quiero escribir un poema”.
Gran merced te concedieron los cielos al hacerte García-Máiquez, y no de Prada.
ResponderEliminarOjalá la pusieran, Enrique, aunque lo veo difícil. Fue muy bien acogida en el pasado Festival de San Sebastián, después pasó fugazmente por algunos cines, pero de momento sólo han sacado el DVD en Corea.
ResponderEliminarMe ha convencido tu decálogo, ahí está toda la peli, y sin spoilers, aunque como todo buen cine tiene algo que se escapa al resumen. A mí me dejó sin habla el contraste entre lo brutal de algunas situaciones y el lirismo que, pese a todo, está por todas partes.
Escolio al punto 3: lo de la limpieza es literal; la cocina recogida, la tele apagada y las deudas en vías de reparación.
Escolio a 1: énfasis en "ligeramente"; en ningún momento se ridiculiza el empeño de escribir un poema.
Y voto a Beades, no le falta razón.
No pillo la alusión a Juan Manuel de Prada.
ResponderEliminarMagnífico decálogo.
Para Oti (Rodríguez Marchante) es una de las diez mejores películas del año.
Tenía muchísimas ganas de verla, pero después de esta disertación mucho más.
ResponderEliminar¿Dónde podría conseguirla?
¡Feliz Navidad!
Muchas gracias por la pista.
ResponderEliminarMuchas gracias por la pista.
ResponderEliminarPor mi parte, lo de de Prada no iba con segundas: me hizo gracia el comentario de Jesús, eso es todo.
ResponderEliminarApostilla al escolio: no es tanto que el taller de poesía sea ligeramente ridículo, que lo es, como que la película sugiere, como en el poema de Pessoa, que las personas verdaderamente ridículas son aquellas que nunca hacen cosas ridículas.
Apostilla final: el comienzo de la película es como de Edgar Allan Poe (joven muerta en escenario insoportablemente hermoso), pero afortunadamente la cosa queda ahí: no hay estetización de la muerte (véase el punto 6).
Aquí os dejo uno de los poemas que se leen en la película:
To write poetry is
To remember mother’s hands.
Joint swollen,
Washing the white rice
At cold dawn during winter solstice
To write poetry is
To wake alone
Deep in the night weeping
It is to build a solid cornerstone
To raise a pillar
In your broken heart
It is to calm the bare corner of the window,
Shaking all night,
With all your might
It is to empty without hesitation
The rancid water that keeps rising
It is to create a forest of empty void
-- "Writing Poetry", de Cho Yonghye
Magníficos y poéticas enseñanzas de una película que después de lo leído no me pienso perder.
ResponderEliminarAprovecho para desearos a todos feliz navidad.
Javier Otaola
Creo que es una de las mejores lecciones poéticas que he recibido en los últimos tiempos. Agradecido.
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