He sido siempre un quejica. Entre mis quejas, sobre todo, la falta de tiempo... y que nadie me echara cuenta y dedicara unas buenas horas a lamentarse conmigo. Pero últimamente sí me echan cuenta, y es, ay, peor. De pronto, un amigo y maestro se excusa por mandarme sus poemas inéditos y maravillosos. Pero leerlos en rigurosa exclusiva es un privilegio, y lo sé. Un conocido me manda su libro entre titubeos y disculpas, y resulta que es un libro precioso. Una amiga me llama, avergonzada, y sólo porque tiene un problema serio, que, si no, no me molestaría, se excusa. Otros no se atreven a invitarme a cenar. Salgo aquí y ahora, como en aquel poema de José Luis Tejada donde empezaba pidiendo que le dejaran solo y que terminaba suplicando: “Que era broma, que era broma”. Ya no me quejaré más.
Para mi, que he abusado de tu "hospitalidad"
ResponderEliminarcon menos delicadeza que la de
los ejemplos que pones,
este post resulta extremadamente
generoso.
Un abrazo.
Jose Luis
No has abusado nada nunca, José Luis.
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