Me gusta eso que dices "La defensa de la intimidad y la conciencia en el día a día es una emergencia cultural".
Y tu respuesta al entrevistador cuando afirma:
"Algunos piensan que la poesía ha de ser algo hermético, oculto..."
-Ya puestos, quisiera, como Cervantes, que mi poesía fuese tan clara que no haya cosa de dificultad en ella: que los niños la manoseen, los mozos la lean, los hombres la entiendan y los viejos la celebren. Cervantes, presume así, como quien no quiere la cosa, de distintos niveles de lectura. Yo veo eso, como máxima aspiración. Y, en la práctica, al menos la delicadeza de recibir en mi casa de la forma más acogedora posible.
Me ha emocionado. Me he acordado de la expresión de un abogado que conozco que redactando sus escritos suele decír "Ya que no podemos ser profundos seamos oscuros".
Tú, por el contrario puedes ser claro como el agua clara y para mí una bendición leerte. Me siento muy acogedoramente recibida en tu casa.
¿Que hora es?, solía preguntar cierto (y santo) sacerdote; y cuando el interpelado miraba hacia su reloj, corregía inmediatamente: es hora de alabar a Dios. Jilguero
Quizás no haya que darle más vueltas. los tres versos últimos de la seguidilla introdunen un elemento misterioso (sálvala de qué, de quién; ven, a quién se está llamando; qué extraña compañía la de esos dos acompañados a su vez por la luna). Hay en todo eso un punto de misterio que dibuja una mágica atmósfera nocturna con palor de luna.
No, Carlos, yo creo que me he cargado la gracia conceptista del tuyo. Hay que seguir dándole cuerda a esa esfera vacía, que siempre da la luna. Gracias.
¡Qué bueno!
ResponderEliminarAcabo de leer tu entrevista en la Gaceta.
ResponderEliminarMe gusta eso que dices "La defensa de la intimidad y la conciencia en el día a día es una emergencia cultural".
Y tu respuesta al entrevistador cuando afirma:
"Algunos piensan que la poesía ha de ser algo hermético, oculto..."
-Ya puestos, quisiera, como Cervantes, que mi poesía fuese tan clara que no haya cosa de dificultad en ella: que los niños la manoseen, los mozos la lean, los hombres la entiendan y los viejos la celebren. Cervantes, presume así, como quien no quiere la cosa, de distintos niveles de lectura. Yo veo eso, como máxima aspiración. Y, en la práctica, al menos la delicadeza de recibir en mi casa de la forma más acogedora posible.
Me ha emocionado. Me he acordado de la expresión de un abogado que conozco que redactando sus escritos suele decír "Ya que no podemos ser profundos seamos oscuros".
Tú, por el contrario puedes ser claro como el agua clara y para mí una bendición leerte. Me siento muy acogedoramente recibida en tu casa.
¿Que hora es?, solía preguntar cierto (y santo) sacerdote; y cuando el interpelado miraba hacia su reloj, corregía inmediatamente: es hora de alabar a Dios.
ResponderEliminarJilguero
Carlos dijo:
ResponderEliminarTu hermoso jaiku me ha sugerido otro, que nace del tuyo. Este mío es más retorcido, más conceptista:
Y qué hora es.
Esa esfera vacía
marca la luna.
Y tu conceptismo, querido Carlos, me ha echado en brazos de la seguidilla. A ver qué te parece ésta:
ResponderEliminarLuna, esfera vacía
y tartamuda:
sin manecillas, marca
siempre la luna.
Sálvala, ven,
tú y yo seremos dos,
con ella, tres.
Bueno, hay que darle más vueltas (más cuerda) pero quizá salga algo de ahí.
Carlos dijo:
ResponderEliminarQuizás no haya que darle más vueltas. los tres versos últimos de la seguidilla introdunen un elemento misterioso (sálvala de qué, de quién; ven, a quién se está llamando; qué extraña compañía la de esos dos acompañados a su vez por la luna). Hay en todo eso un punto de misterio que dibuja una mágica atmósfera nocturna con palor de luna.
No, Carlos, yo creo que me he cargado la gracia conceptista del tuyo. Hay que seguir dándole cuerda a esa esfera vacía, que siempre da la luna. Gracias.
ResponderEliminarCarlos dijo:
ResponderEliminarDe las tres vesiones (tu haiku, la mía y tu seguidilla) prefiero tu haiku.