martes, 15 de marzo de 2011
Elogio de la misma piedra
Mi hija juega con la gomita de cierre de mi moleskine. La estira y la suelta y hace plas con la fuerza de un tirachinas. A mí me va a desfondar el elástico, pero a ella le hace mucha gracia. Hasta que de golpe llora: la goma le soltó un latigazo. “No lo hará más”, suspira aliviado alguno de los presentes, que estaba ya de los nervios. Pero no ha terminado de caer la última lágrima, y vuelve a las andanadas. “Está visto”, se resigna el mismo, “que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Que me la llame “animal”, me subleva, y, de la mano de mi indignación, descubro con orgullo de padre que esa insistencia en el peligro y la curiosidad, despreciando el riesgo y el dolor, es lo que nos diferencia, efectivamente, del mono y los demás animales. ¡Ea, dale sin miedo, Carmencita!
Qué manía le tengo yo a esa frase de las dos veces en la misma piedra, así que me alegra mucho que la destroce Carmen, filósofa por la vía de hecho.
ResponderEliminarQue al menos admitan los evolucionistas que algo se estropeó en la evolución para que nazca el hombre, el prodigio que tropieza dos veces con la misma piedra.
ResponderEliminarSi se amplía la foto de Carmen que aparece en la entrada del 13 de febrero, se ve que tiene a su disposición (y a su altura) una Historia de la filosofía griega. No es extraña su reacción frente al doble tropiezo en lo mismo.
ResponderEliminarJilguero
Quizá sirva como respuesta a Juan Ignacio este aforismo de Lichtenberg (por cierto, muchos años anterior a Darwin): "Alguno de nuestros antepasados debe de haber leído un libro prohibido".
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