jueves, 21 de abril de 2011
Creer que anda
Mi hija no anda, pero ella cree que sí. Por eso se abalanza a lo loco, sin pensárselo dos veces, ni una quizá, y se revuelve muy digna contra el progenitor A o B que la sostiene por la espalda o la recoge del suelo. Que la suelte, que quiere ir por libre. “¡Dejadme sola, dejadme sola!”, gritaría, si pudiera, como el matador que rechaza la ayuda de su cuadrilla muy digno después del revolcón. Esa ingenuidad de mi hija nos iba haciendo mucha gracia, hasta que hemos caído (intelectualmente, que quien cae cae es ella) en su valor paradigmático. El hombre siempre aprende así, creyendo que ya sabe y lanzándose muy confiado a la aventura de lo que no sabe aún. Se aprende sobre todo por la fe, por tanto. Qué razón para tenerla, Dios mío.
Así es,la experiencia de los otros no nos sirve. Felicidades por Carmen, y tú, siempre aprendiendo con los ojillos brillantes y el babero a punto :).
ResponderEliminar¡Wow! La anécdota, aparentemente tan sencilla, me ha emocionado. Es el claroscuro, tan necesario, en el que vivimos mientras vamos avanzando.
ResponderEliminarPrecioso... pero entonces la segunda mía ¡¡me ha salido atea!!
ResponderEliminar¡El bello de punta!
ResponderEliminarSi es que es totalmente cierto, como la vida misma, nos aventuramos a lo desconocido creyendo tener apoyo a los lados y nos vemos caer una y otra vez...pero siempre será igual.
Muy buena! ;).
Para pedirla, dirìa. ¿Quièn puede tenerla o no a su voluntad?
ResponderEliminarPero qué buena reflexión. Vivimos de la fe para aprender. Para todo en nuestra vida creemos en testimonios de personas que consideramos fidedignas, desde nuestros padres hasta los sabios y estudiosos del mundo (excepto los que salen por televisión).
Si practicáramos los idiomas como los niños cuando aprenden el materno, otro gallo cantaría. Repiten todo, dicen la palabra ahí, a lo loco, aunque no se le parezca mucho, tú se lo corriges, y en dos o tres veces ya lo están diciendo bien. Falta absoluta de vergüenza y decoro, eso es la cosa.
ResponderEliminarHombre, precisemos. Si la "falta absoluta de vergüenza y decoro" fuese una cualidad tan positivamente deseable, yo sé de más de un personaje público (y privado) que sería admirable por todos los conceptos. Y que en realidad es exactamente lo contrario. La vergüenza y el decoro son cosas de las que hay más falta que exceso; tienen su sitio y su momento, eso sí.
ResponderEliminarGracias a todos por formar parte de la cuadrilla de nuestra primera espada.
ResponderEliminarY José María no será falta de fe, sino que tu hija tiene vocación contemplativa.
Gracias, Enrique, se llevará entonces la mejor parte...
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