**Tampoco podría votar a otros que dicen “los ciudadanos y las ciudadanas”. Vamos a ser pocos los que no, pero los motivos son muchos. Algunos desconfían tanto de los extremismos que les repele apostar por quienes se confiesan “extremistas de centro” [sic y toma oxímoron]. Otros no ven clara (porque es oscura) su posición ante el aborto. O ante las autonomías y los nacionalismos. O su posición de perfil (viva moneda que siempre se volverá a repetir) ante la aprobación de Bildu. Mentiría si dijese que soy indiferente a esos extremos (de centro), pero para mí la importancia del lenguaje es inmensa. Relatando Hannah Arendt el juicio a Eichmann, se refiere a la incapacidad de éste para expresar “una sola frase que no fuera una frase hecha. […] Cuanto más se le escuchaba, más evidente era que su incapacidad para hablar iba estrechamente unida a su incapacidad para pensar”.
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Y viendo lo que hay, ayer me decían que nuestra democracia no tiene remedio, y yo replicaba, encomendándome a Chesterton y a Capra, que el remedio es más democracia nuestra.
"Si la cara es el espejo del alma, el vocabulario es el eco de la conciencia". Qué bueno todo el artículo y el del periódico. Chesterton y Capra (Caballero sin espada), ahí está el sentido político y la ciudadanía.
ResponderEliminarMuy interesante, tu artículo.Con respecto a lo de Bildu, si uno lee los argumentos de la sentencia (yo no lo he hecho)seguro que constatará como los seis magistrados a favor tienen toda la razón y sin embargo, como los cinco que votaron en contra... ¡tienen toda la razón! En un caso de interpretación jurídica, como este, uno se puede inclinar por el bando de los buenos o de los malos, según dicte su conciencia...o interés político. La ciudadanía (y ciudadanío) se ha inclinado claramente hacia el lado de la luz frente a la oscuridad(Hay quién, incluso a veces con buena voluntad, siempre se pone al lado de los malos. No sé si por una especie de remordimiento de conciencia de no dejar de dar una última oportunidad o algo así) Craso error, en estos casos, repito lo que se dijo aquí el otro día de Julián Marías:"no hay que intentar contentar a los que nunca se van a contentar"
ResponderEliminarGracias a los dos.
ResponderEliminarLos votos particulares (he leído atentamente el de M. Aragón y el de mi viejo amigo Pérez de los Cobos) son de una contundencia jurídica tan incontestable que dejan a los seis a los pies de los caballos (y luego pasa la mula de la foto del etarra, rematando). No me extraña que Pascual Sala haya salido tan nervioso. Y qué ridículo hablar en defensa propia de lo más santo y lo más sacrosanto (insiste) y su carne de gallina (nunca mejor dicho). La toga tapándose con el tabú.
En algún sentido si que tenemos la culpa nosotros (aunque es un nos falto de humildad, como verás).
ResponderEliminarEstoy leyendo Los Maia (qué festín, por cierto, que grandísmo Eça) y hay varias escenas en que Carlos Maia y su amigo Ega se quejan del bajísimo nivel de los políticos entre que se arreglan para ir a un baile o a las carreras o a escribir diletantadas. Alguna vez también se preguntan: ¿no deberíamos meternos? para enseguida encogerse de hombros y salir a sus cosas con un mohín de asquito.
Pues eso, que si no nos metemos tampoco podemos quejarnos tanto.
Conforme con lo rancio de la izquierda española, Enrique. No hay más que ver el programa de Zapatero, Guerra Civil, cuestión religiosa, aborto, Cataluña, yo digo en broma que sólo le falta sacar otra vez la reforma agraria.
ResponderEliminarY conforme también con lo del vosotros y vosotras: cuando empiezo a leer algo y sale eso tiro el libro por la ventana, por muy prometedor que fuera.
Me dan dos alegrías grandes tus dos conformes, Fernando. Y además amplían lo mío y lo mejoran: tendría que haber hecho el análisis de que uno habla como es y que tanta política anticuada tenía que acabar hablando como en un guiñol de época.
ResponderEliminarPero Ignacio, precisamente tú y yo nos metemos en política hasta los codos, ¿no? Buenos amigos me afean que le dedique tiempo y espacio, perdiéndolo de la lírica y el costumbrismo, y perdiendo de paso prestigio y haciéndome antipático al que piensa otra cosa o pasa de todo. Y tú, que podías concentrarte exclusivamente en tus maravillosas crónicas de viaje, aquí estás preocupado. Lo que no tiene sentido es meterse en un partido, que con sus férreas disciplinas internas, fagocitan el pensamiento.
Sobre el artículo:
ResponderEliminarNo sé si urge activar los democrógrafo, pero sí que estamos rodeados de democrófagos.
Y soy bastante pesimista al respecto.
Es cierto que si preguntamos al personal todos, o casi todos, rajarán de los políticos. Pero luego vemos que por decenas de millones siguen votando fielmente a los causantes de todo esto, a esos políticos que son culpables. . . lo que hace que esos millones sean, si no culpables, al menos cómplices.
¿Quién tiene la culpa de nuestra situación? Está muy repartida. Desde luego, quienes nos gobiernan y los que los votan; también los que están en la oposición pero no se atreven a enmendar la plana a sus adversarios; y los que conscientes de esto, los votan. Más dudosa es la culpa de quienes se abstienen. Posiblemente la solución deba venir por la vía de la abstención activa que consistiría en que los grupos interesados en promover determinados valores (la vida, las listas abiertas...)se manifiesten como auténticos grupos de presión (el nombre suena mal, pero esto no debería ser importante) y hagan propaganda para que la gente se abstenga de votar a quienes no incluyan en su programa el compromiso de defenderlos.
ResponderEliminarLa cuestión de las listas abiertas tiene difícil arreglo: es comprensible que quien ha sido, literalmente, encumbrado a un puesto de representación política crea que el sistema electoral de cerrazón de listas ha hecho justicia a sus méritos y no quiera cambiarlo.
Jilguero
"Democrófagos" es un hallazgo, Gonzalo. Gracias por "sumarlo" en el Diario. Y gracias a Marinero, por si recala por aquí, por "restar" lo suyo allí, a los ojos de mis jefes, que valoran sobre todo el movimiento en la página.
ResponderEliminarY puedo pecar de optimismo, pero es que veo que la gente, en líneas generales, tiene las ideas básicas bien claras y me hago ilusiones democráticas o grandes esperanzas.
Más razón que yo tiene Jilguero (como siempre): las culpas están repartidas. El hecho de que exista una llamada "oposición" encauza la verdadera oposición de fondo. Se acaba pensando que votando al otro partido ya se está diciendo "no", y es que sí, por desgracia.
Había un escolio de NGD que venía a decir que la democracia debe sus problemas a la confianza que pone en el hombre común, y sus crímenes a la confianza del hombre común en sí mismo.
ResponderEliminarBueno, eso no debe ser exactamente así, y es imposible de verificar respecto a esa cosa llamada "democracia" tan estrecha y estúpida como la que nos ofrece el Régimen.
Está claro que hay algo verdaderamente valioso en confiar en el hombre común.
Aunque no sé si, siguiendo con NGD, esto supone en parte tragarse el dogma democrático de la "inocencia original".
Gracias a EGM por su nota, aunque debo advertir que, de los dos comentarios firmados "marinero" en el Diario, sólo el primero es mío. El segundo corresponde al impostor que también, alguna vez, ha asomado por aquí. Y lo mejor es que he enviado ya dos mensajes señalándolo, ninguno de los cuales se ha publicado. La verdad, me parece el suyo un uso bastante indecente de la libertad de expresión.
ResponderEliminarAgradecería, si me lee, al personaje en cuestión que fuera un poco menos modesto y se atreviera a firmar con su propia identificación. Cierto que no se toma el trabajo de imitar mi estilo (quizá no pueda), pero aún así algún despistado podría creer que sus comentarios son de veras míos, confusión ésta que, vista la poca simpatía que parecen despertarle mis ideas, tendría que parecerle francamente mal. Digo yo.
Ya leí la sentencia y los votos particulares mediante tus enlaces...!Quillo de verguenza! A mi si que se me pone la carne de gallina. Han entrado a valorar la prueba otra vez, por la cara. Y no es eso, no es eso...
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