La gente suele contarme mi vida. Como tengo mala memoria, escucho con el corazón en un puño, sin saber qué hice o dije. Generalmente consigo caerme gordo o sentir vergüenza ajena (es propia, pero sentir, sentir, la siento extraña). Hoy no fue distinto, pero ha sido un regalo de santo a la vez. Por lo visto, siendo yo muy niño, mi madre –que significativamente no me lo contó nunca después– me llevó a una merienda de amigas para que jugara con los hijos de las otras y fuésemos haciendo buenos amigos y todo eso. Comentaban ellas la noticia del asesinato de una muchacha joven, buena chica, que trabajaba de interna en alguna casa de la zona. Yo levanté la cabeza y perpetré: "Una muchacha... ¡Con lo mal que está el servicio!" Me lo celebraban hoy como una precocidad premonitoria de humor negro e ironía. Yo lo veo lamentable, pero me ha venido muy bien para saber que lo que estamos pasando ahora con el servicio (Amparo nos desamparó y así seguimos) no es una maldición, sino un castigo. Más que merecido. Y eso, de alguna manera, me da fuerzas para arrostrarlo. Esta noche (y bastantes más) rezaré por aquella lejana chica.
Jajajaja!!!
ResponderEliminarLo que demuestra que eso del "buen salvaje" no es del todo cierto: la sociedad (familia, colegio...)puede afinar nuestros sentimientos.
ResponderEliminarJilguero.
Buenísimo.
ResponderEliminarJosé Luis
Jajajaja. Leñe con el niño...
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