Dice que está gordísima, que qué horror... y yo la miro y me espanto: "¡Y entonces yo, ¿qué?, eh! Un poco de caridad, por favor…"
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Hoy cumple 37 años, y aunque es temprano, puede haber dicho ya 37 veces que qué vieja, uf, qué tragedia. Y yo, atónito, musito la misma dolorida exclamación (supra).
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Para que no se casquen en el lavaplatos, compra vasos de vidrios cada vez más gordos. Anoche, con agujetas en el brazo de levantarlos para beber un poco de agua como el que levanta una pesa, me atreví a comentar: "Hay que ver: con lo fina qué eres y los vasos tan bastos que te gustan..." "Por eso me casé contigo, cariño", dijo, cortante. Y eso que anoche todavía tenía 36 años.
Muchas felicidades a tu mujer de mi parte.
ResponderEliminarNuestra felicitación a tu mujer. Quizás elige esos vasos para que hagas algo de ejercicio. La anécdota, con su sorprendente final, está muy bien contada.
ResponderEliminarJilguero(s)
Vaya, llegué tarde, ya es 31.
ResponderEliminarFelicidades por los 37 y un día, que no es condena.
Estas cosas son buenas. Ya lo dijo, así que después no podrá quejarse de que andes bien "abastecido".
ResponderEliminar37 es un número estupendo... aunque 36 también.
ResponderEliminarTarde pero en la octava: ¡Felicidades!
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