Una tormenta de ideas con algún rompimiento de gloria
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Cambio de querencia
Antes, cuando no tenía tiempo o fuerzas, me dejaba ir y me salía solo un artículo de o sobre o --levemente-- contra mi suegra. Ahora, me sale solo uno de, sobre o descaradamente alrededor de mi hija. Hemos salido ganando todos.
Escúchame, los poetas laureados se mueven solamente entre las plantas de nombres poco usados: bojes ligustres o acantos. Yo, para mí, amo los caminos que van a parar a los herbosos fosos donde en charcos medio secos los muchachos agarran cualquier flaca anguila: los senderos que atraviesan los cerros descienden entre los copetes de las cañas y se meten en los huertos, entre los limoneros.
Mejor si las algazaras de los pájaros tragadas por el azul se apagan: más claro se escucha el susurro de las ramas amigas en el aire que casi no se mueve, y los sentidos de este olor que no sabe desprenderse de la tierra y en el pecho llueve una dulzura inquieta. Aquí, de las divertidas pasiones de milagro calla la guerra, aquí toca también a nosotros los pobres nuestra parte de riqueza y es el olor de los limones. Mira, en estos silencios en los cuales las cosas se abandonan y parecen vecinas a traicionar su último secreto, a veces esperamos descubrir un error de la Naturaleza el punto muerto del mundo, el anillo que no guarda, el hilo para desembrollar que finalmente nos ponga en medio de una verdad. La mirada escudriña el entorno la mente indaga reconcilia desune en el perfume que inunda cuando el día más languidece. Son los silencios en los que se ve en cada sombra humana que se aleja alguna disturbada Divinidad.
Pero falta la ilusión y el tiempo nos remite a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra solamente a pedazos, en lo alto, entre las cimas. La lluvia cansa la tierra, de después; se adensa el tedio del invierno sobre las casas, la luz se hace avara - amarga el alma. Cuando un día desde un portón mal cerrado entre los árboles de un patio se nos muestran los amarillos de los limones; y el hielo del corazón se deshace y en el pecho nos hierven sus canciones las trompetas de oro de la solidaridad.
Mira que es bonita, y lo orgullosa que se la nota con su recolección. Un artículo precioso, tú hazla siempre caso, que ella sabe lo que te conviene, seguro que lloraba por echarte un cable y llevarte a los limones.
Pues a mí, ese calificativo, que suena a travesura: --levemente-- y que matiza tus artículos contra tu suegra, me ha hecho sonreir. Al igual que la foto de Carmen. Pero de otra manera, claro. BB
Esa foto es una maravilla. Refleja la aplicación de la inocencia en sus ímprobos trabajos. La imagen capta algo exclusivo de los niños: Acarrear de aquí para allá los frutos del paraíso, con una seriedad olímpica.
Luminoso el artículo de tu hija y los limones.
ResponderEliminar¡Delicioso y refrescante artículo¡
ResponderEliminarLOS LIMONES
ResponderEliminarEscúchame, los poetas laureados
se mueven solamente entre las plantas
de nombres poco usados: bojes ligustres o acantos.
Yo, para mí, amo los caminos que van a parar a los herbosos
fosos donde en charcos
medio secos los muchachos agarran
cualquier flaca anguila:
los senderos que atraviesan los cerros
descienden entre los copetes de las cañas
y se meten en los huertos, entre los limoneros.
Mejor si las algazaras de los pájaros
tragadas por el azul se apagan:
más claro se escucha el susurro
de las ramas amigas en el aire que casi no se mueve,
y los sentidos de este olor
que no sabe desprenderse de la tierra
y en el pecho llueve una dulzura inquieta.
Aquí, de las divertidas pasiones
de milagro calla la guerra,
aquí toca también a nosotros los pobres nuestra parte de riqueza
y es el olor de los limones.
Mira, en estos silencios en los cuales las cosas
se abandonan y parecen vecinas
a traicionar su último secreto,
a veces esperamos
descubrir un error de la Naturaleza
el punto muerto del mundo, el anillo que no guarda,
el hilo para desembrollar que finalmente nos ponga
en medio de una verdad.
La mirada escudriña el entorno
la mente indaga reconcilia desune
en el perfume que inunda
cuando el día más languidece.
Son los silencios en los que se ve
en cada sombra humana que se aleja
alguna disturbada Divinidad.
Pero falta la ilusión y el tiempo nos remite
a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra
solamente a pedazos, en lo alto, entre las cimas.
La lluvia cansa la tierra, de después; se adensa
el tedio del invierno sobre las casas,
la luz se hace avara - amarga el alma.
Cuando un día desde un portón mal cerrado
entre los árboles de un patio
se nos muestran los amarillos de los limones;
y el hielo del corazón se deshace
y en el pecho nos hierven
sus canciones
las trompetas de oro de la solidaridad.
(Huesos de sepia, 1925)
Gran artículo.
ResponderEliminarArtículo precioso, que me alegró la mañana después de haber estado pensando en la que nos va a caer encima...
ResponderEliminarNo me cabe duda de que hemos salido ganando, como dices.
ResponderEliminarCopio el comentario que he dejado allí.
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Jajaja. Qué buena alternativa. En lugar de la prima de riesgo, hija y (cierto) riesgo.
Y bien visto... ¿qué riesgo era mayor, una posible caída, un arañazo con la rama, que te pille el vecino... o la legítima?
Mira que es bonita, y lo orgullosa que se la nota con su recolección.
ResponderEliminarUn artículo precioso, tú hazla siempre caso, que ella sabe lo que te conviene, seguro que lloraba por echarte un cable y llevarte a los limones.
Pues a mí, ese calificativo, que suena a travesura: --levemente-- y que matiza tus artículos contra tu suegra, me ha hecho sonreir. Al igual que la foto de Carmen. Pero de otra manera, claro. BB
ResponderEliminarSu infancia serán recuerdos:
ResponderEliminarsu padre y el limonero.
Muy, muy bonito. Enhorabuena.
Que sepáis que estáis todos invitados a limonada, eh. ¡Qué menos!
ResponderEliminarEsa foto es una maravilla.
ResponderEliminarRefleja la aplicación de la inocencia en sus ímprobos trabajos.
La imagen capta algo exclusivo de los niños: Acarrear de aquí para allá los frutos del paraíso, con una seriedad olímpica.