sábado, 19 de noviembre de 2011

Las mejores llamadas

No hablo de Carmen de nuevo para ver si levanto las estadísticas del blogg en el sábado, que es el día más mortecino (para esto), sino por la anécdota que sigue. Publiqué en Alba esta nótula: 

                  LAS MEJORES UNIVERSIDADES 
Se ha inundado de repente la blogosfera de glamorosas fotos y prestigiosos listados de las mejores universidades del mundo. Las he visto varias veces, con los ojos como platos. Impresiona mucho el predominio de los campus norteamericanos. Lo que nos permite hacer una primera lectura geopolítica: no será para tan pronto como dicen algunos —que parece que lo están deseando— que China se haga con la hegemonía mundial. Estoy dispuesto a apostar, incluso, aunque no acostumbro. Las universidades europeas tardan un poco en aparecer, y son las británicas las que se llevan la palma. Mi mujer me riñe porque, con 18 meses que tiene mi hija, me preocupo ya de problemas como la adolescencia precoz, así que no le diré que he empezado a dar vueltas al problema de su universidad. Pero se me hará duro, lo digo desde ya, que mi hija, que se lo merece o merecerá, no vaya a la mejor universidad o a una de las mejores del mundo. Menos mal que, cuando más abrumado me encontraba por estas amargas preocupaciones, he levantado la vista, y me he topado con mis estanterías de libros, repletas de ediciones de bolsillo de los grandes maestros: la Biblia, Cervantes, Shakespeare, Esquilo, Santa Teresa, Dante… Todos esos impagables (y baratos) volúmenes estaban al alcance de mi mano y, dentro de nada, lo estarán de la suya, por ahora, ay, destructoras, pero pronto lectoras. Ni la mejor universidad, siendo tan importante la universidad, es capaz de aunar este claustro de profesores que aquí tengo yo y puede tener cualquiera. Es un alivio, verdaderamente. 


Anteanoche, me llamó una señora para consolarme. Lo había leído y llamó corriendo al director del semanario, sobre el que tiene cierto ascendiente, para pedirle mi teléfono. Se me presentó, se excusó y pasó a consolarme muy bien, incluso con citas de don Antonio Millán-Puelles. Me dijo que tampoco me preocupara por cosas tan a largo plazo, que la vida da muchas vueltas. Y, hecha su obra de misericordia, colgó, dejándome mucho más tranquilo y sonriente. 

1 comentario:

  1. También yo quiero aportar algún consuelo a su inquietud, oiga:
    Imagine que su niña crece odiando la lectura.
    Como usted mismo ha escrito ¡cuántos sinsabores y cuántas lágrimas se ahorrará!
    Hace usted bien en dejar sus libros a la vista de ella. Así quizá los aborrezca antes de aprender a leelos.
    ¿He aportado algún consuelo?

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