Que el día, por muy bien que fuese, iba a ser complicado lo vi claro a la media hora de levantarme. Leonor, antes de salir corriendo para su trabajo, me pidió que le dijese a Ana, la nueva chica rusa, que no hiciese nada para comer. Como yo iba a estar fuera todo el día, almorzarían sobras. "Ah —dije—, vale". Pero cuando me oí explicándole a Ana, que no habla apenas español: "Dice la señora que hoy cocina no. No comida, no [señalando la vitrocerámica]. Hoy, sobras [y señalaba la nevera]. Porque yo [y me señalaba el pecho], porque yo no como en casa, ¿entiendes?", me sentí ridículo y de un egoísmo cósmico. Vaya argumento y, sobre todo, vaya argumento para explicarlo uno, y encima gesticulándolo. La rusa me miraba sin entender nada, no sé si por el idioma o por la situación. La vergüenza ya no se me quitó en todo el día. Me acordaba de pronto en el tren, en Madrid, durante la comida, en el taxi, a la vuelta, y me volvía a poner colorado. Y la cosa es que gracias al bochorno he caído (el matrimonio es una miopía) en lo delicado y desmedido del gesto de Leonor.
Ciertamente. Aunque puede darse a lecturas más malévolas...
ResponderEliminarEn cualquier caso, te imagino gesticulando ante la cara de póker de Ana. Jaja. Con lo bien que estabas tú hablando ruso, así tan despacito.
Me has hecho reír hasta las lágrimas, Enrique...
ResponderEliminarMe he reido mucho con esta entrada! Me recuerda a cuando vivia en Cracovia y tenia que comunicarme chapurreando polaco y con gestos. Que situaciones mas comicas, vistas ahora...
ResponderEliminar"Dice la señora... ". La señora, no Leonor; la señora, no mi mujer: la señora. Hay detalles que lo dicen todo. Qué delicado y desmedido el gesto de la señora.
ResponderEliminarSiento que te haya chocado lo de "señora", Jesús. Dice algo, claro, pero no todo, aunque ya sabía yo que era un riesgo que corría la entrada. Gracias por decirlo.
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