Ya he contado aquí muchas veces lo discreta que es mi mujer. Sin embargo, la noche de Reyes, en la cabalgata, vio algo que le hizo avisarme a voz en grito y señalarlo –incluso– con el dedo. Una paralítica se había levantado de un salto de su silla de ruedas y estaba cogiendo caramelos en dura competencia con la chavalería. Teniendo en cuenta que los que iban en las carrozas no eran los Reyes Magos de verdad, descartamos el milagro. Asistíamos, pues, a una estampa del Siglo de Oro en su vertiente menos áurea: la novela picaresca. Con la crisis, creo que veremos muchas más por el estilo, entreveradas de risa y de tristeza, tremendas.
Exactamente. Gracias!
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