Explico haciendo un esquema en la pizarra. Cuando he dibujado
la segunda flecha, y puesto un 2) y
escrito "Todos...", un alumno me pregunta algo de la primera flecha.
Rebobino y explico de nuevo. Y ahora, cuando vuelvo al 2), no me acuerdo de nada.
De nada, y he puesto nada menos que "todos". Les miro. Cuarenta ojos
me contemplan confiados. Me lanzo a enredar con la esperanza de que me vendrá
el recuerdo. No viene. Y suelto una alocución absolutamente absurda, casi como
de Ozores o de otro humorista de esos españoles, mientras escribo frases
abstractas en la pizarra, cada vez más nervioso y, por tanto, más embalado y
verborreico, mirando a la pizarra fijamente, como si ella pudiese apiadarse de mí o recogerme detrás, como un burladero. Me vuelvo al fin, exhausto. Treinta y ocho ojos me
contemplan exactamente igual que antes, poniendo cara de concentración. Lo han
traspasado todo a sus cuadernos. Un alumno, uno sólo, dice: "Yo no lo
he entendido". Estoy a punto de decirle: "Ni yo tampoco", pero
la situación tiene muy complicada marcha atrás, sobre todo para no defraudar la
cara de suficiencia de sus 19 compañeros. Y marcha adelante desde luego que no
tiene ninguna. Digo: "Bueno, no te preocupes, no hay mucho que entender..." Y
me lanzo flechado sobre la flecha siguiente.
Esta noche he puesto las notas de ese grupo, y le puesto un 10 al que no entendía. Probablemente cuando recoja las notas tampoco lo comprenderá, pero eso seguro que no viene a preguntármelo.
Esta noche he puesto las notas de ese grupo, y le puesto un 10 al que no entendía. Probablemente cuando recoja las notas tampoco lo comprenderá, pero eso seguro que no viene a preguntármelo.
Me parece muy sensata tu actitud respecto al preguntón. Yo aconsejaría (si es que puedo permitirme hacerlo) que vuelvas, en la tranquilidad de tu casa, sobre el tema, y cuando lo tengas claro vuelvas a explicarlo en clase, previo un "parece que el otro día no quedó del todo claro. Vamos a intentarlo otra vez". Y no te preocupes: todos nos hemos quedado en blanco alguna vez, y me parece que toreaste al morlaco de la desmemoria pública con no poca gallardía.
ResponderEliminarge-nial
ResponderEliminarSí, volveré por partida doble. A explicarlo, claro. O más claro. Y volveré, si reúno dotes interpretativas suficientes, a repetir el truco del monólogo surrealista, para —ya con la tranquilidad de haberlo hecho a sabiendas— decirles que atender implica entender. O intentarlo al menos.
ResponderEliminarGracias.
A mi lo que me parece estupendo es lo que se te ha escapado con eso de "otro humorista de esos españoles". En el filo del vituperio y el elogio.
ResponderEliminarEn el filo, Jerónimo. Y gracias, que a ti no se te escapa una.
ResponderEliminarCaro poeta, através do blog Compostela descobri o seu e vi que traduziste Mario Quintana (belíssima tradução, diga-se de passagem) e fiquei muito feliz. Quintana é considerado no Brasil, por grande parte das chamadas vanguardas, como um poeta de secretárias. Talvez porque é lido e amado e a tal vanguarda não. Contudo, Quintana possui o dom da contemplação e da síntese, o nosso querido "Anjo Malaquias". Um grande abraço e vida longa, João Filho.
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