Veo el hecho y me precipito a la consecuencia. Me dejo por el camino, como si fuese Jordi Alba rebasando defensas italianos, muchas reflexiones: ¿por qué el fútbol levanta estas pasión capaz de neutralizar la alergia a la letra impresa de tantos?; ¿podría llevarse esa afición a la cultura, a la política, a las relaciones internacionales?; ¿merecería la pena? Con todo, creo que el hecho bien merece una consignación.
Parece que nadie es capaz de aprovechar la energía del pueblo para dirigirla a otras metas no menos valiosas que el triunfo deportivo; cuya celebración va a empequeñecer, y es triste, cualquier manifestación que se organice en defensa de otros valores.
ResponderEliminarOtra reflexión. El triunfo todo lo tapa. Como estuvimos a punto de ser eliminados por Portugal, me pregunto (no lo afirmo) si somos campeones a pesar del entrenador.
Jilguero.
Yo puedo decirte que no paladeé del todo el resultado hasta que al día siguiente, en Londres, me leí las diez páginas -memorables, e indescriptiblemente entusiásticas- del Guardian.
ResponderEliminarYo puedo contarte que no paladeé del todo el resultado hasta que no me leí al día siguiente, en Londres, las diez páginas -espléndidamente escritas e indescriptiblemente entusiastas- del Guardian. Una experiencia patriótica irrepetible.
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