domingo, 30 de septiembre de 2012

La santidad de los Moros


Pasmo y reflexión.

4 comentarios:

  1. Hombre, bien que el buen hombre resulte ahora que era santo, pero

    i) la apertura de la causa por ser asesinado en odio de fe, me parece una broma posmoderna. Un ejercicio de positivismo acojonante.

    ii) creo que en 1978 el Espíritu Santo dejó bien claro lo que pensaba del compromiso histórico, con Juan Pablo II. Ese sí que fue una respuesta a nuestra época, como Tomás Moro lo fue a la suya.

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  2. Muchas gracias por destacar el flanco débil del asunto, que la verdad es completa y compleja, y hay que mirarla de frente. En el proceso de canonización se dilucidará si santo o no, y yo en el artículo eso lo dejo en suspenso. Me alegro por la alegría que me daría un nuevo santo, y encima, para mayor mérito, un democristiano. Eso casi valdría ya de milagro.
    Gracias de nuevo.

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  3. Gracias a ti, Enrique, por la educación con que llamas "destacar el flanco débil del asunto" a lo que apenas era un ladrido (mi anterior comentario). Por supuesto que me alegrará que el buen hombre sea santo. Me alegraré un montón, pues eso deja margen en la santidad al craso error político.
    Antes que rehabilitar la imagen del político, su beatificación debería restaurar la imagen del político católico, tan justamente denostada por culpa de la Democracia Cristiana que presidió.
    Otro milagro que valdría sería que su muerte dio milagrosamente al traste con el PCI al que tan excesiva importancia concedió toda su vida. Esta refutación del "compromiso", (como dijo Montanelli, su cadáver equidistando entre la sedes del PCI y de la DC es la rúbrica y el fin de ese pacto) sólo puede ser milagrosa.
    Le incumbe, desde luego, un mérito extraño al dirigente italiano actual: haber sido elegido por su pueblo. Quizá dentro de poco empecemos a venerar a la extinta especie del "cargo electo" como quien admira a un tipo de santo medieval y misterioso.
    Te recomiendo la película de 2003 "Buongiorno notte".

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  4. Me apunto la película.

    Cuánto margen de error nos deja la santidad: esa sí es una reflexión honda y consoladora.

    Y si llega la beatificación, hablaremos de cómo la Providencia chafa los planes de sus santos, y así los hace.

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