sábado, 24 de noviembre de 2012

Tempora


Cuando he de hacer gestiones por el Puerto, me autocompenso oyendo las conversaciones de la gente. Normalmente son muy divertidas y así entretengo el sopor administrativo. Ayer, sin embargo, fueron un mazazo, sumado a la cantidad de pequeños negocios que se traspasan y a los mendigos incluso en los portales de las casas de vecinos. Una señora y su hijo. Éste protestaba de su padre, porque "y además se niega a ir a Cáritas". Me partió el alma, más que por Cáritas, por la protesta. Luego, en la puerta del banco, otra conversación: "Me dijo que si lo denunciaba me arrancaba la cabeza". Uf. ¿Qué se fizo de la simpatía y el humor de la salada gaditanidad? Más tarde, en la cola del supermercado: "No tiene un detalle conmigo, ni me invita a comer", dice un joven. Contesta la chica, más misericordiosa: "A lo mejor no tiene dinero". "Qué no. Si le tocó un número y cogió 400 €. Ya me podía invitar a comer". Esa insistencia en comer me recordó al Lazarillo. Y aunque el libro me gusta mucho, el recuerdo se me hizo amargo. No hace nada que los paseos por El Puerto me recordaban a los Álvarez Quintero, o tempora

2 comentarios:

  1. O tempora, o paupertates (o algo parecido en latín podría decirse ¿no?). Realmente triste. Han de venir tiempos mejores. Mientras tanto, habrá que estar atentos para arrimar el hombro.

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  2. Anónimo2:21 p. m.

    Da pena el Lazarillo que pasa hambre, y más el que termina teniendo asegurada la comida.
    Jilguero.

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